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18 de marzo de 2013

'El doctor Livingstone, supongo'

A 200 años de su nacimiento

El explorador David Livingstone. | Thomas Annan 
El explorador David Livingstone. | Thomas Annan
  • El explorador escocés se fue a África cuando pensaba irse a China
  • Luchó contra el comercio de esclavos
  • Su 200 aniversario se celebrará ampliamente en su país de nacimiento
En realidad, David Livingston tenía que haber ido a China, pero como estalló la Guerra del Opio, el explorador escocés se fue a África, una decisión que tomó de forma casual pero que acabó siendo de incalculable valor para la ciencia.

Livingstone, por cuyas venas corría sangre de indomable "highlander", se convirtió en uno de los exploradores de África más famosos de la Edad Moderna. Descubrió el río Zambeze y las cataratas Victoria en la actual Zimbabue y está considerado uno de los impulsores de la lucha contra el comercio de esclavos. El 19 de marzo se cumplen 200 años de su nacimiento.

Hijo de una familia de trabajadores, David Livingstone creció en la localidad escocesa de Blantyre. Ya durante su época de estudiante de Medicina en Glasgow trabajó para la Sociedad Misionera de Londres. En diciembre de 1840 fue enviado de misión al sur de África, donde pasó varios años en las bases de la sociedad misionera en Kuruman, Mabotsa y Koloben.

Quedó tan fascinado por el continente, que fue dejando de lado su propósito original de evangelizar y civilizar de los nativos. Junto con William Oswell, un británico acaudalado, partió en 1948 en su primera gran expedición. Fueron los primeros europeos en atravesar el desierto del Kalahari.

Apasionado de África

En el viaje se encontraba siempre con nativos que nunca antes habían visto un hombre blanco. No todos le dispensaron un trato pacífico. Se hizo amigo del jefe de la tribu de los Makolo, quien le llevó de viaje por el norte. En 1851 topó con una fuerte corriente, el Zambeze, cuyo recorrido no había transitado jamás un europeo.

Livingstone siguió el Zambeze con los Makolo hasta su desembocadura en el océano Índico y descubrió un salto de agua gigante que bautizó en honor de su reina: las cataratas Victoria.

Todavía hoy se puede allí ver un monumento al legendario explorador. El imperio británico, que por aquella época vivía uno de sus momentos de plena expansión de poder, le consideraban un héroe nacional. Sus libros se agotaban antes de que llegaran a la imprenta y todavía hoy están considerados importantes para la documentación.

Su 200 aniversario se celebrará ampliamente en su país de nacimiento y en su hogar de adopción en África. La presidenta de Malawi, Joyce Benda, viajará con motivo del aniversario a Blantyre, su ciudad natal en Escocia, pero no visitará su tumba en Londres.

El ex primer ministro escocés Jack McConnell destacó en unas declaraciones a la televisión local la lucha del explorador contra la esclavitud.

En Blantyre se celebran estos días numerosas exposiciones, lecturas y un taller de percusión africana. Además, científicos de todo el mundo se reúnen en las cataratas Victoria (en la parte de Zambia) para analizar su vida y su legado.

Los fans más aventureros podrán realizar un tour de 1.000 kilómetros con mountainbike siguiendo los pasos de Livingstone y visitarán el lugar en el que presuntamente luchó contra un león, así como el árbol donde grabó su nombre.

Para poder centrarse exclusivamente en la investigación, Livingstone abandonó la Sociedad Misionera y, con el apoyo del gobierno de Londres, emprendió una segunda gran expedición. Su objetivo era encontrar nuevas rutas comerciales, así como materias primas, aunque no tuvo éxito.

Durante su tercera expedición, Livingstone se centró en la búsqueda de fuentes del Nilo, su gran sueño como explorador. Pero sus vivencias en condiciones inhóspitas le acabaron pasado factura cuando tenía poco más de 50 años.

En 1869 llegó completamente agotado y con fiebre a la colonia árabe de Ujiji, un centro de comercio de esclavos. Sus informes sobre el horror que vio allí contribuyeron a que Europa se formara una nueva imagen de lo que realmente estaba sucediendo.

Como estaba desaparecido, el editor del 'New York Herald' envió al periodista Henry Morton Stanley en su búsqueda. Cuando lo vio en 1871 en Ujiji, en la actual Tanzania, le saludó con las famosas palabras: "Sr. Livingstone, supongo".

Más tarde salieron juntos de expedición para buscar el nacimiento del Nilo, que nunca encontraron. Su corazón latía por África y justo allí encontró la muerte 1873. Sus restos mortales fueron llevados a Londres y enterrados en la abadía de Westminster.
Fuente:

22 de octubre de 2012

Antes de Baumgartner: cinco intrépidos cuyas hazañas contribuyeron a la ciencia

Felix Baumgartner

Félix Baumgartner, el primer hombre que con su salto desde el borde del espacio rompió la barrera del sonido, afirmó que la meta de su proeza era obtener información científica.

El objetivo, insiste el equipo de Baumgartner, es colaborar en el desarrollo de sistemas de paracaídas de gran altura que podrían salvar vidas en el caso de tener que evacuar un nave espacial en la estratófera. 

Pero el paracaidista austríaco no está solo en el mundo de los intrépidos: existe una larga lista de osados aventureros que realizaron grandes hazañas y de paso, impulsaron avances científicos. Les ofrecemos cinco ejemplos.

El capitán Scott

El británico Robert Falcon Scott es conocido como el explorador que no llegó primero al Polo Sur (se le adelantó una expedición noruega).

Scott y sus compañeros de aventura murieron en el viaje de regreso de su segundo viaje a La Antártida.

El capitán Scott

El equipo del capitán Scott pasó meses estudiando las colonias de pingüinos.

Pero su misión instaló las bases de la ciencia polar moderna, según afirma el historiador David Wilson, sobrino nieto del naturalista del equipo de Scott, Edward Wilson.

Junto al cuerpo congelado del capitán se encontró un fósil perteneciente a un árbol de la especia Glossoptera indica y este hallazgo es la prueba de que La Antártida y Australia formaron parte una vez de un antiguo supercontiente.

Wilson afirma además que esto "ayudó a la comprensión geológica de nuestro planeta".

Scott también recogió las primeras muestras de huevos de pingüino emperador, que sirvieron para refutar la teoría vigente en aquel momento que sostenía que un embrión pasaba por todas las fases de la evolución de su especie.

Los científicos esperaban que los huevos mostraran la relación entre dinosaurios y pájaros, pero no lo hicieron.

George Hedley Stainforth

El 29 de septiembre de 1931, el piloto de la RAF (la fuerza aérea británica) se convirtió en el primer hombre que superó en vuelo la velocidad de 643 kilómetros por hora.

Así rompió el récord que su propio equipo había marcado antes, durante una competencia de aviación: el trofeo Schneider.

El hidroavión de Stainforth

El Supermarine fue la base del célebre Spitfire de la II Guerra Mundial.

El hidroavión que utilizó, el Supermarine S.6, fue diseñado por R.J. Mitchell, quien luego lo usó como base para construir el Spitfire, uno de los aviones de combate más veloces de la época y columna vertebral de la Unidad de Combate de la II Guerra Mundial.

El piloto John Russell opina que el premio Schneider, una competencia para estimular los avances en materia de aviación, fue crucial para la derrota de los alemanes.

"Si no hubieran efectuado ese desarrollo exponencial sobre motores a lo largo de los 18 años que invirtieron en ello, no habrían tenido una aeronave como el Huracán o el Spitfire listas para la Batalla de Gran Bretaña", dice.

El trofeo Schneider fue creado por un industrial francés y fue otorgado entre 1913 y 1931, con una pausa durante la I Guerra Mundial.

Stainforth también rompería, eventualmente, el récord mundial para vuelos de cabeza por un total de 12 minutos.

John Paul Stapp

En 1954, el investigador médico de la Fuerza Aérea de Estados Unidos John Paul Stapp se ganó el título del "hombre más rápido sobre la faz de la Tierra", cuando condujo un trineo impulsado por cohetes para imponer un récord de velocidad de 1.017 kilómetros por hora.

John Paul Stapp

Stapp a gran velocidad.

Stapp pasó de la posición estacionaria a una velocidad mayor a la de una bala de 45 milímetros en cinco segundos.

A continuación, se detuvo en seco en un tiempo de 1,4 segundos, utilizando una fuerza equivalente a 46,2 veces la de la gravedad.

Fue un experimento que probó los límites de la resistencia humana, con el objetivo de mejorar la seguridad en el transporte.

El investigador se rompió varios huesos y se le desprendieron las retinas, pero gracias a estos experimentos increíbles el mundo cuenta con mejores cascos, protectores de brazos y piernas, asientos de avión, arneses y técnicas para posicionar el cuerpo para que absorba fuerzas poderosas.

Stapp hizo campaña para que estos dispositivos de seguridad, que estaban siendo desarrollados principalmente para equipo militar, también fueran incorporados en los automóviles.

Estaba presente cuando el presidente Lyndon Johnson firmó, el 9 de septiembre de 1966, la ley de seguridad que exigía la colocación de cinturones de seguridad en todos los vehículos nuevos vendidos en Estados Unidos.

Según el sitio oficial de la Fuerza Aérea, Stapp también es el autor de una de las frases más famosas de la historia de su país, cuando sufrió un accidente debido al error de uno de sus asistentes, el capitán Murphy.

"Todo lo que puede salir mal, va a salir mal", dijo. Esta máxima se conoce como la "ley de Murphy" desde entonces.

Yuri Gagarin

El cosmonauta ruso Yuri Gagarin se volvió célebre el 12 de abril de 1961, cuando se convirtió en el primer hombre en el espacio.

O en un auténtico conejillo de indias humano, según se le quiera ver.

Yuri Gagarin

Gagarin, el primer conejillo de indias humano en el espacio.

Su vuelo de 108 minutos, en el que le dio la vuelta a la Tierra a una altura de 326 kilómetros y a una velocidad de 27.000 kilómetos por hora, probó que las personas podían soportar los rigores del despegue, aterrizaje y falta de gravedad.

 La hazaña lanzó una era de viajes espaciales e intensificó la carrera entre superpotencias que había comenzado con el lanzamiento del Sputnik, el primer satélite de fabricación humana, en 1957.

"Nadie sabía qué efecto tendría la gravedad cero sobre los astronautas cuando estaban allá arriba. Estaban muy preocupados por la posibilidad de que se hallaran desorientados e incapacitados una vez que perdieran el peso", dice Reginald Turnill, el cronista de la BBC para temas aeroespaciales entre 1958 y 1975.

"Se decidió desde el principio que no le sería permitido controlar la nave, sino que sería manejada desde tierra", añade.

De hecho, Gagarin casi quedó inconsciente, pero por una razón imprevista: el módulo de servicio no se separó de la cápsula en que se encontraba antes de regresar a la Tierra, lo que la puso a dar vueltas sin control, mientras que la temperatura en su interior subía peligrosamente.

Dan Martin

Cuando el médico de terapia intensiva Dan Martin escaló el Everest, reportó el nivel de oxígeno más bajo con el que nunca antes hubiera sobrevivido un ser humano: el suyo propio.

Dan Martin

Martin estudia alternativas para los pacientes en terapia intensiva.

Mientras que no se le considera un "intrépido" como tal, forma parte de un equipo de médicos que estudia cómo se comporta el organismo en ambientes de poco oxígeno, en particular a gran altura. Esto con el objeto de encontrar técnicas para el tratamiento de pacientes en estado crítico.

"Cuando una persona entra en terapia intensiva, comúnmente sufre de bajos niveles de oxígeno en la sangre. Algunos pueden tolerarlo, otros no. Nuestra comprensión del asunto es muy escasa", dice.

El equipo ya ha establecido que suministrarle grandes cantidades de oxígeno al paciente no necesariamente lleva a su mejoría.

También ha notado que los sherpas tienen altos niveles de óxido nítrico en la sangre, y está probando si elevar los niveles de este componente en la sangre produce mejores resultados.

Fuente:

BBC Ciencia

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7 de noviembre de 2011

Cuatro cosas que el capitán Scott descubrió en Antártica (y una que lo descubrió a él)


Campamento del capitán Scott en la montaña Buckley

Hace un siglo, el capitán Scott y su equipo iniciaron una fatídica carrera para ser los primeros en llegar al Polo Sur. Aunque no lo lograron, su viaje a esa misteriosa tierra de hielo rindió fruto.

La expedición es mejor conocida por su fracaso. No sólo un rival noruego le ganó al capitán Robert Scott en su carrera al Polo Sur, sino que su equipo de cinco hombres murió en el viaje de regreso.

En la tienda de campaña donde se encontraron sus cuerpos congelados había 16kg de fósiles, un diario meteorológico, notas de cuentas, y rollos de películas tomadas por el propio Scott.

Tienda de campaña de Scott en 1913

El grupo de cinco hombres murió en marzo de 1912 a 17 kilómetros del depósito de suministros.

Los moribundos exploradores pensaron que esto era muy valioso para echarlo por la borda, aunque viajar más ligeros de carga pudo haber sido determinante en su lucha entre la vida y la muerte tras semanas de viaje en temperaturas de -37ºC.

La expedición de Scott tenía un doble propósito: alcanzar el polo para el Imperio Británico y explorar y documentar esta gran tierra del sur.

Este objetivo está reflejado en una respuesta registrada en el Congreso Internacional de Geografía de 1895, en el que se definió la Antártica con "la gran pieza de exploración geográfica por ser asumida", que podría resultar en "una adición al conocimiento de casi todas las ramas de la ciencia".

A finales del siglo XIX, la Antártica era un espacio largo y blanco en el mapa. Nadie estaba seguro si se trataba de un continente o una colección de islas de hielo.

Scott lideró primero una expedición a la región en 1901, y regresó una década más tarde con un equipo de jóvenes y hambrientos expertos, que por primera vez incluía a un fotógrafo profesional, y que debían recoger tesoros ocultos de especímenes, información y observaciones para ser analizados a la vuelta.

Sólo unos poco de su equipo de 38 hombres zarparon hacia el Polo en ese último viaje fatal. Los otros continuaron su investigación en los alrededores del campamento base y más allá.

Recuperados los restos para responder las interrogantes de entonces, estos descubrimientos continúan aclarando las preguntas científicas de nuestros días.

Aquí hay cuatro de esos descubrimientos claves (además del Polo), y uno que los descubrió a ellos.

1. Huevos de pingüinos Emperador

Pingüino emperador llevado por uno del equipo de Scott.

El equipo pasó meses observando colonias de pingüinos exploradores.

De los 2.000 especímenes de animales recolectados por Scott y su equipo, 400 de los cuales eran nuevos descubrimientos, la joya de la corona fue un trío de huevos de pingüinos Emperador.

Se esperaba que esto ofreciera la tan esperada prueba de la teoría de la evolución de Darwin.

En esa época, se creía que un embrión pasaba por todas las etapas de la evolución de su especie mientras se desarrollaba.

Los eduardianos (de la época del reinado de Eduardo VII) asumían que los pingüinos Emperador eran las aves más primitivas del planeta. Ellos esperaban que los embriones en esos huevos mostraran la relación entre dinosaurios y aves.

Estos pingüinos se habían visto antes, pero no con sus huevos.

"Era la gran búsqueda biológica de esos días", dice el historiador David Wilson, cuyo tío abuelo, Edward Wilson, fue un naturalista de Scott. "Ellos recogieron los huevos, y todas las teorías resultaron ser incorrectas".

Las pieles de pingüinos recolectadas fueron usadas 50 años más tarde como un control de especímenes para probar que el pesticida DDT había llegado a la aparentemente inmaculada Antártica.

"El programa científico era tan largo que básicamente fundó la ciencia moderna polar", explica Wilson. "Así que ofrece la base de datos de casi cualquier estudio".

2. El fósil del eslabón perdido

Fósil de Glossopteris

Este fósil sirvió de prueba para la teoría de que los continentes formaban parte de una sola masa prehistórica.

El fósil descubierto junto al cuerpo de Scott era la planta Glossopteris indica, un árbol extinto parecido a la haya de hace 250 millones de años.

En el viaje de regreso del Polo Sur, se detuvieron a explorar una morrena bajo la montaña Buckley.

Este no fue un desvío al azar. A pesar de que la comida escaseaba y luchaban contra el inclemente clima, los científicos exploradores tenían en mente un objetivo específico.

Una nueva teoría hablaba sobre una Antártica alguna vez unida a un supercontinente ancestral llamado Gondwanaland (ahora conocido como Gondwana) y que tenía un clima lo suficientemente tibio como para que crecieran árboles.

Era una teoría convincente. Todo lo que necesitaba era una pieza de evidencia clave.

Así que cuando Scott y compañía encontraron este fósil, igual a otros descubiertos en Australia, África y Sudamérica, fue como descubrir la pieza perdida del rompecabezas de la Tierra, pues indicaba que estas regiones formaban parte de la misma masa prehistórica.

"El descubrimiento de ese espécimen fue fundamental", señala Wilson. "Nos ayudó a cambiar nuestro entendimiento geológico del planeta".

3. Vida salvaje en acción

Además de especímenes, dibujos y fotografías, el Terra Nova regresó con imágenes nunca antes vistas de criaturas polares en acción.

Era la primera vez que una cámara de película se usaba para hacer un descubrimiento en el estudio de la biología. También fijó el estándar para expediciones futuras y documentales de vida salvaje.

"Scott creía que la cámara podía alcanzar logros importantes hasta entonces no conseguidos en la exploración científica", dijo Wilson, autor de The Lost Photographs del Capitán Scott (Las fotografías perdidas del capitán Scott).

El fotógrafo expedicionario Herbert Ponting capturó las formas y texturas del hielo, y filmó los ciclos y comportamientos de los pequeños y desconocidos habitantes de la región.

Por ejemplo, con la filmación de focas de Weddell abriendo huecos en el hielo con sus caninos, Ponting echó al traste las teorías existentes sobre cómo estos animales creaban agujeros para respirar.

Y cuando filmaba a ballenas asesinas cazando en grupos, Ponting casi se convirtió en su almuerzo.

El hielo bajo él cedió y empezó a separarse cuando las ballenas lanzaron un ataque coordinado para lanzarlo al mar.

4. Sistema de clima extraño

Foto de expedición del capitán Robert Scott.

Foto de la expedición polar de Scott, los ponies también perecieron.

En una época del año en que las temperaturas son relativamente templadas (-28ºC), los cinco hombres del capitán Scott perecieron durante una extendida ola de frío que hizo que el mercurio de los termómetros bajaran a -40ºC.

La detallada previsión del tiempo realizada para el viaje al polo por el meteorólogo George C Simpson no mostró señales de este desafortunado cambio climatológico.

Globo meteorológico de Simpson

Simpson con un globo meteorológico.

En un último mensaje al público británico, Scott escribió: "Nadie en el mundo habría esperado las temperaturas y superficies que hemos encontrado en esta época del año. Está claro que estas circunstancias se producen súbitamente, y nuestro naufragio se debe ciertamente a esta súbita llegada de clima severo".

¿Una inesperada y rara desgracia o el pronóstico simplemente falló?

Lo primero, dice Susan Solomon, experta en ciencia atmosférica. El meticuloso análisis de los datos del clima de Simpson habrían sido correctos en casi cualquier otro año, pero 1912 fue uno en que el invierno antártico empezó muy fuerte y temprano.

Su investigación contribuyó mucho al entendimiento de no sólo el clima antártico, sino de cómo las corrientes de vientos más altas interactúan en el hemisferio sur.

5. Legado de hongos

Incluso el refugio de 100 años de Scott esconde un nuevo descubrimiento. Uno que lo encontró a él, al contrario de los anteriores.

Durante el trabajo de restauración, se encontraron tres nuevas especies de hongo de madera dándose un festín con la histórica choza y sus contenidos.

Nuevas especies de hongos

Hongos en uno de los objetos recaudados de la expedición de Scott.

Los restauradores llamaron al paleontólogo de plantas Robert Blanchette, de la Universidad de Minnesota, quien en un principio asumió que el hongo había llegado con visitantes o materiales importados.

"Pero nuestra secuencia de ADN, usada para identificar el hongo, determinó que existen especies presentes en la cabaña que no se habían visto antes y no son similares a otras especies", comenta Blanchette.

Otras pruebas encontraron el mismo tipo de hongo en la región del mar de Ross y en la península antártica, en el lado opuesto del continente, así como en otros refugios históricos.

El experto considera que tiene sentido encontrar nuevas especies en la cabaña de Scott.

"El objetivo de la expedición era estudiar todas las cosas nuevas de este único ecosistema. Estoy seguro de que este hongo, descubierto 100 años más tarde, habría sido de gran interés para los biólogos y otros científicos del último viaje de Scott".

Fuente:

BBC Ciencia

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