A los beneficios ya conocidos del consumo moderado de cerveza, hoy vamos a añadir el de ser la responsable de que Irlanda pudiese mantener su neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial.
Arthur Guinness, fundador de la cerveza Guinness
en Dublín (Irlanda) en 1759, fue un empresario atípico para la época
-incluso lo sería hoy en día-. Además de preocuparse de que su negocio
fuese rentable, también se preocupó del bienestar de sus trabajadores y
de los más necesitados de la sociedad: fundó organizaciones benéficas,
construyó viviendas sociales para los más pobres… Sus herederos
mantuvieron la política del fundador: todos los trabajadores que
lucharon en la Primera Guerra Mundial recuperaron sus puestos de trabajo
cuando regresaron a casa y, durante este tiempo, sus familias
recibieron la mitad del salario habitual de estos trabajadores; a
finales de los años 20, su salario era un 20% mayor que en la
competencia, disponían de becas para la educación de los hijos, tenían
cubiertos los gastos médicos… algo así como los trabajadores del tío
Google en la actualidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, Guinness
prometió a todos los soldados británicos que tendrían una botella de su
cerveza negra el día de Navidad. Incluso trabajadores ya jubilados se
presentaron como voluntarios en las fábricas para ayudar a cumplir
aquella promesa.
En 1939, al estallar la Segunda Guerra Mundial, el Primer Ministro Eamon De Valera declaró la neutralidad de Irlanda. Aquella decisión nos gustó nada en Londres y provocó el enfado de Winston Churchill,
en aquel momento Primer Lord del Almirantazgo. A pesar de todo, Irlanda
mantenía su independencia política y nada se podía hacer desde Londres…
o eso creía De Valera. En 1940, y ya como Primer Ministro, Churchill
comienza su jugada maestra para obligar a Irlanda a romper su
neutralidad y poder utilizar los estratégicos puertos irlandeses.
Su macabro plan consistía en estrangular la economía irlandesa, con
escasos recursos naturales y peligrosamente dependiente de los
suministros británicos. Para ello, Churchill ordenó cortar los
suministros de fertilizantes, gasolina, carbón… e incluso cereales. La
economía irlandesa se derrumbó y el hambre comenzó a instalarse entre
sus habitantes. En 1941 la situación de Irlanda era desesperada y De
Valera comenzaba ya a plantearse ceder ante la pretensiones de
Churchill, cuando apareció en escena Guinness. En marzo de
1942, en un esfuerzo por preservar el cereal para el pan, el gobierno
irlandés impuso restricciones y prohibió la exportación de cerveza. Algo
que en teoría poco o nada afectaba al plan de Churchill, dio un giro de
180º cuando las tropas británicas comenzaron a protestar por la escasez
de Guinness (incluso hubo disturbios callejeros en Belfast).
Por aquello de mantener la moral alta de los soldados, el gobierno
británico volvió a suministrar cereal para mantener las exportaciones de
cerveza. De Valera entendió que la Guinness era su baza para
recuperar los suministros y su economía. Al poco tiempo, volvieron a
prohibir la exportación alegando que no tenía suficiente carbón para
seguir manteniendo la producción. Los británicos volvieron a suministrar
carbón. Poco a poco, y manteniendo este patrón de intercambio, Irlanda
consiguió recuperar los suministros, su economía y mantenerse neutral… a pesar de Churchill.
Tomado de: Historias de la Historia
Los investigadores, de la Universidad de Manchester recrearon el proceso de elaboración de la cerveza aromatizándola con uvas e higos.
El jefe del equipo, Lindy Crewe, dijo que las personas de la edad de bronce parecía estar bien al tanto de las propiedades relajantes del alcohol, y dijo que se daba a los trabajadores a menudo como un incentivo para ayudar con la cosecha o con la construcción.
Fuente:
BBC Ciencia