Llegado 2012, se llevó a cabo la
ceremonia de firma en Oslo para la construcción de la instalación piloto
del Sáhara Forest Proyect en Doha, Qatar. Acuerdo que se firmó entre
Yara, QAFCO (empresa de fertilizantes de Qatar) y los miembros del
proyecto, bajo el patrocinio del Primer Ministro noruego Jens
Stoltenberg y el Primer Ministro de Qatar el Jeque Hamad bin Jassim bin
Jaber Al Thani.
Los objetivos del proyecto están claros:
- La producción de alimentos y biocombustibles.
- Generar una enorme cantidad de agua potable capaz de regar estos cultivos.
- Revegetar las zonas desérticas
- Crear tal cantidad de energía que se pueda cubrir la demanda eléctrica de África y Europa.
Para alcanzar estas metas, se han utilizado dos tecnologías de última generación:
- Las Plantas de Concentración Solar (PCS), las cuales almacenan la energía solar para generar vapor, el cual impulsa una turbina unida a un generador, produciendo energía eléctrica.
- y los Invernaderos de Agua Salada (IAS), que permiten el riego de los cultivos mediante la evaporación del agua de mar y su posterior condensación en agua dulce. Además, el agua salada también ayuda a enfriar los invernaderos.
La idea es que todas las fases del
proyecto presenten una marcada interconectividad. La energía eléctrica
de las Plantas de Concentración Solar ayuda a poner en funcionamiento
las bombas que traen el agua de mar al lugar donde se usa para
acondicionar el aire dentro del invernadero.
Ello se consigue debido a que el agua
marina atraviesa unas pantallas porosas de cartón –denominadas
evaporadores – que, a su vez, enfrían y humidifican el aire seco del
desierto, logrando con ello crear un ambiente favorable para el
crecimiento de las cosechas. Asimismo, el riego de las plantas es
posible gracias a la condensación del vapor del agua de mar.
Con respecto a los residuos generados
durante el proceso de desalación y de producción energética, se diseñó
un sistema en el que los productos de desecho de un sector, podían ser
utilizados en otro como recurso. De esta forma les permitía conseguir
una mayor eficiencia de las tecnologías individuales y reducir los
residuos que se generaban.
Así lo explica Michael Pawlyn, arquitecto especialista en diseño sostenible y miembro fundador del proyecto: “El agua salada que
sale de los invernaderos se va al CSP
para enfriarlo –lo que la hace más eficiente– y después irá a las
‘protecciones’ del evaporador que crean condiciones de crecimiento para
los cultivos y sembrar las áreas del desierto”.
El remanente salino que no puede ser
reutilizado, termina en unas salinas donde se extraen sus componentes –
cloruro de sodio, yeso, carbonato de calcio, etc-, se acumulan y
posteriormente son comercializados.
Actualmente, la instalación de Qatar ya está dado sus primeros frutos en forma de pepinos.
En principio, y según sus impulsores
Michael Pawlyn, Frederic Hauge y Bill Watts, el Proyecto Bosque del
Sáhara sería factible en todos los desiertos del mundo, aunque
obviamente necesitaría una inversión de capital tan abrumadora que no
todos los países podrían afrontar sin ayuda.
Por otro lado, la aplicación comercial a
gran escala de este proyecto (objetivo final) llamada Oasis, constaría
de una infraestructura de aproximadamente 4.000 hectáreas y estaría
formada por los mismos elementos que el proyecto de Qatar.
Distribución de las distintas áreas, en 4000 hectáreas de terreno. Fuente: http://saharaforestproject.com/
Estamos, por tanto, ante un nuevo
intento del ser humano por dominar el inmenso desierto. Un intento tan
antiguo como la propia civilización. Ya en Mesopotomia, bajo la
influencia principalmente del Éufrates, se llevaron a cabo obras
hidráulicas que intentaban introducir los ríos desierto adentro. El
proyecto Bosque del Sahara no es sino un avance tecnológico de ese mismo
reto mesopotámico. Ahora bien, ¿qué hay detrás de esos fines
aparentemente altruistas de abastecer de agua y alimentos a todo un
continente como es África? Juzguen ustedes mismos.
Autora: Alba Cano Paíno. Geógrafa.
Fuente: