La colonia se independizó de España en 1968, tras un tenso pulso
diplomático que acabó con una salida apresurada del reciente país que
quedaba en manos de un sádico, Macías Nguema. Analizamos el origen y
desarrollo del imperio colonial que alcanzó su auge durante el régimen
franquista
Cuando Marruecos se independizó de la
tutela de Francia y España, en 1956, al régimen dictatorial del general
Franco no le quedó más patio trasero en África que el desértico Sáhara
Occidental y una diminuta huella en el golfo de Guinea, compuesta por la
isla de Fernando Poo (hoy Bioko) y una franja de terreno continental,
apenas una cuña entre Camerún y Gabón a la que dedicamos el Dossier de febrero de la revista.
Ese modesto imperio tropical de Franco fue
destino de unas decenas de miles de colonos españoles que encontraron
en el cacao y la madera fuentes de inversión y medio de vida, gracias al
trabajo indígena local o importado de otros puntos de la costa africana
cercanos, como Nigeria, o lejanos, como Liberia. Tras el fin de la Guerra Civil,
que en Guinea se decantó casi de inmediato por los sublevados, este
territorio se convirtió en una colonia similar a las francesas, inglesas
o portuguesas de la época, una sociedad con un apartheid de facto en
las que el europeo llevaba una vida de cierto privilegio y el nativo
esta legalmente sujeto a un gobierno extranjero.
En 1968, Franco no quiso retrasar más la hora de la independencia,
a la vista de lo que estaba sucediendo en el resto de África negra, y
su mano derecha, el almirante Carrero Blanco, fue encargado de diseñar
una transición en la que los españoles mantuvieran sus inversiones. Pero
en poco tiempo se desató el caos y la metrópoli hubo de proceder a
repatriar a los antiguos colonos, en previsión de un baño de sangre.
Las tres décadas transcurridas entre el fin de la Guerra Civil y la independencia de Guinea son las protagonistas de nuestro Dossier del mes de febrero. Gustau Nerín traza con Un pie en el África negra, el panorama general de la colonia, sus funcionamiento administrativo, su rentabilidad económica y las tensiones políticas que generó en España la demanda guineana de independencia. Julio Martín Alarcón recaba los testimonios de colonos que escaparon para salvar sus vidas, abandonando apresuradamente sus haciendas, y recrea en A punta de pistola, alguno de los momentos más arriesgados y sangrientos.
Fernando Ballano ha investigado en los archivos los expedientes de los españoles que fueron Expulsados del paraíso
guineano por los gobernadores, fuera por su conducta inmoral a los ojos
de la conservadora elite política dle momento, fuera por manifestar
ideas políticas opuestas al régimen. Por último, Nerín relee las
memorias y novelas de los españoles y guineanos que evocan el periodo o
reflexionan sobre él, con conclusiones y ópticas casi siempre
contrapuestas en Negros, blancos y ennegrecidos.
Fuente:
La Aventura de la Historia