Es el Polo Sur un lugar inhóspito y desolador.
Extensión inmensa blanca de hielo y nieve. A veces en larga penumbra
otras en plenitud duradera de luz.
Aquel silencio sería perturbado por la curiosidad humana
especialmente a comienzos de la segunda década del prodigioso siglo XX.
Grandes hombres lanzados a su exploración emulando a antecesores de
otros tiempos.
Surge así una historia, los hechos protagonizados por un noruego, Admunsen, y un británico, Scott. Sería el primero quién ganaría la partida a su gran rival el 14 de diciembre de 1911. Pero su aventura y logro magno ha sido siempre eclipsada por la tragedia sufrida por Scott.
Eran dos personalidades antagónicas. Admusen, reservado, meticuloso,
vivía sus exploraciones con modestia, sin apenas apoyo financiero. Para
el todo significaba un escape y vía de superación. Soñó desde pequeño
en ser el primer hombre en pisar el Polo Norte (su identidad noruega le
inspiraba). Pero serían Frederick Cook y Robert F. Scott quienes se les adelantarían.
Propiamente, Scott, era un prestigioso científico y Hombre del
Imperio, que como tan contaba con el inmenso respaldo de la Corona
Británica. Tuvo siempre un gran apoyo mediático y financiero que le
animaba a realizar sus conquistas y exploraciones en pro de la Gran
Familia Científica y del Imperio Británico.
Scott inició primero su apuesta por llegar a extremo sur del planeta.
Había logrado gran experiencia acompañando al fantástico marino Ernest Shackleton en su estudio del Antártico. Incluso llegaron a estar a escasos 180 km de la meta, el Gran Polo Sur.
Logró Robert, rápidamente las fuentes para desarrollar la epopeya. Y
en la vorágine surgió la rivalidad, sana entre los dos protagonistas.
Scott pensó en Roald Admunsen,
gran estudioso de los polos y fantástico marinero (había nacido en
pueblo de pescadores). Había una barrera, y es que la Corona quería que
toda la expedición fuese netamente formada por grandes conocidos por el Imperio Británico. Así que, literalmente, el científico escandinavo, “recibió” la invitación a irse por su cuenta a la expedición. Y así hizo.
Estuvieron dos años de preparativos. Dese 1909 hasta comienzos de 1911. En todo ese periodo se sucedieron episodios de rivalidad y
espectáculo científico. Scott lo promulgaba todo: sus excelentes perros,
sus excelentes ponis, el magnífico equipo que la Reina había donado
para la gloria de la Ciencia y Gran Bretaña. Por el contrario
Roald, hablaba con esquimales, solo adiestró a perros y se pertrecho de
gran cantidad de víveres para conseguir el logro. Admunsen, casi obvió
la ciencia, de hecho apenas hay fotos de su viaje y no paró para recoger
una sola muestra. Todo lo contrario sería el viaje de Robert Scott.
En 2011 ya estaban instalados en la Antardida. Admunsen había elegido como base la costa junto a la Bahía de las Ballenas, lo llamaría Framheim.
Scott, por su parte eligió el lado opuesto, no era recomendable para el
honor el Imperio cruzarse con otros exploradores. Sus cálculos no eran
muy acertados. Había elegido el lado contrario a la Bahía de Ross, frente al estrecho de McMurdo. Resumiendo estaba 100 kilometros a mayor distancia de la meta que sus “rival”. Esto fue determinante.
Ya estaban los dos en la carrera. Tras años de desavenencias. Los
británicos acusaban a Admusen de desleal, pues supuestamente se había
estado preparando para la reconquista de Polo Norte. Fue en una parada
en la isla de Madeira con su mítico buque, el Fram, cuando ya
informaría de su real intención de ir al sur. El explorador noruego era
consciente que a sus rivales no les habían gustado sus grandes éxitos en
las conquistas de los Pasos del Noroeste y del Noreste… ¿para qué
darles en bandeja sus conocimientos y planes de la conquista del Sur?
Quizás eso también provocaría el fracaso de Scott. El se había hecho
acompañar de grandes científicos, pero pocos acostumbrados a los
extremos que les esperaban.
Iniciada la carrera, a pocas jornadas surgieron las primeras
complicaciones para la mitificada, pero poco preparada expedición Scott.
Llevaban perros y caballos pertrechones, que si eran más resistentes,
pero no para el extremo donde se encontraban. Así estos últimos serian
sacrificados. Admunsen, con solo perros, pero muchos avanzaba sin demora
(y si se moría un perro, servía de alimento, literal). Los británicos
registraban y se paraban cada poco, en pro de la Ciencia.
Así, con toda obviedad, Roald Admunsen, logró su sueño a la inversa.
No sería el primero del Norte, pero si el primero en el Polo Sur. Plantó
la bandera noruega y dejó dos cartas: una al rey Haakon VII de Noruega y otra…para su gran rival Robert F. Scott, quiñen lo leería el 17 de enero de 1912, casi un mes después de la h.
El 25 de enero,
94 días después del comienzo, llegó a la Bahía de las Ballenas la libre
expedición noruega. Había recorrido 2.824 kilómetros y solo les
acompañaban en los trineos 11 de los 54 perros con que comenzaron. Hasta
el 7 de marzo cuando llegan a Hobart, Australia, no sabría el mundo del extraordinario evento logrado. Pero….y Scott.
El malogrado caballero británico, no sería localizado hasta el 12 de
noviembre de 1912, cuando una expedición de búsqueda dió con una tienda
de campaña con tres cuerpos, uno de ellos del Robert F. Scott. A tan
solo seiscientos kilómetros del campo base en su regreso. Los cuerpos
del resto de la expedición se localizarían en el camino hacia el polo.
Según el diario que el propio gran científico llevaba consigo, el debió
ser el último en morir, siendo la anotación definitiva el 29 de marzo de aquel 1912.
Las anotaciones que ese diario aportó y las fotografías encontradas
glorificaron aquella expedición, y aplicaron sordina a la h noruega.
Scott no gozó de suerte, pero sus decisiones no colaboraron en su
expedición. Analizamos a elección de los caballos (no los utilizó de
alimento), la falta de provisiones, personal no cualificado para
extremos (algunos se darían la vuelta antes de llegar a la meta
desautorizando al jefe de la expedición). No abandonó a los heridos y
debilitados Oates o Evans, algo loable, sin duda, pero
gran inconveniente en el avance a su propia supervivencia. Así una
ventisca y una extremadamente baja temperatura les pilló por sorpresa y
no lo soportarían.
Admunsen. Fue el héroe y vencedor de aquella epopeya. Y como aventurero consumado siguió en el empeño de logros.
Con los años volvería a encontrar un nuevo gran rival, a semejanza de su recordado Scott, Umberto Nobile.
A quién conoció logrando la h de sobrevolar el Polo Norte en un
dirigible. Roald criticó después el diseño del dirigible (obra del
italiano), y eso desencadenó la curiosa rivalidad.
Un 28 de mayo de 1928,
un ya veterano Admunsen conoce la noticia de que su “enemigo”, Nobile,
había caído al Ártico con su nuevo aparato, el Italia. No dudo en partir
y liderar su búsqueda. Meses después se halló un flotador de su
hidroavión en el mar de Noruega septentrional, pero Roald jamás fue
encontrado. (Nobile y su expedición fueron rescatados el 22 de junio.).
La paradoja del hombre que
soñó con ser el “conquistador” de los Polos, el gran dominador del
Océano Ártico,… y halló allí su tumba.