Según la actividad que desarrollemos en un momento dado, las personas de las que nos rodeemos o incluso nuestra edad, nos parecerá que el tiempo transcurre muy lentamente o que pasa volando. Entre las experiencias que modifican la percepción de la llamada cuarta dimensión se encuentra la motivación.
Cuando nos sentimos estimulados y pretendemos
alcanzar un objetivo concreto y deseado, sobre todo si tenemos la firme
esperanza de conseguirlo y si responde a una necesidad básica, como
comer o beber, el tiempo se desliza a toda velocidad. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Alabama publicado en Psychological Science, este fenómeno se debe a que en estas circunstancias se minimizan los procesos de la memoria y la atención, para apartar pensamientos y emociones irrelevantes.
Por su parte, el psicólogo Steve Taylor, investigador de la Universidad John Moores de Liverpool, en el Reino Unido, sostiene que la percepción del paso del tiempo viene condicionada en gran medida por la cantidad de información que procesamos. Así, transcurre más despacio para los niños porque están muy atentos a lo que acontece
a su alrededor. Estos experimentan muchas cosas por primera vez, lo que
les obliga a asimilar constantemente abundante información.
Sin embargo, para las personas adultas apenas existe novedad en las experiencias cotidianas,
se han acostumbrado al mundo y todo les resulta familiar, según explica
Taylor. De ahí que un año vivido a partir de los cincuenta nos parezca
mucho más breve que doce meses de la niñez o la adolescencia.
Este efecto es aún más perceptible en las víctimas de accidentes, que suelen describir esas situaciones traumáticas como si hubiesen sucedido a cámara lenta.
Pero no es porque el tiempo transcurriera más despacio en sus sesos,
como ha demostrado el neurocientífico David Eagleman, del Baylor College
de Medicina, en Texas (EE. UU.), sino por una triquiñuela de la
memoria.
Cuando una experiencia nos asusta, entra en juego un área del
cerebro llamada amígdala que hace que se almacenen más recuerdos que en
otro tipo de acontecimientos. Dicho de otro modo, en
situaciones críticas acumulamos una gran cantidad de información en la
memoria en un lapso mínimo de tiempo. Por eso, las experiencias
aterradoras generan memorias más ricas y densas, que nos hacen creer que el tiempo transcurrido fue mayor.
Fuente:
Muy Interesante