La hormona sexual principal del hombre habría sido la protagonista de que nuestra especie se volviera civilizada gracias a una bajada general de testosterona en nuestros ancestros, según afirma un estudio de la Universidad de Utah (EEUU).
Los niveles altos de testosterona han sido asociados a un mayor nivel de agresividad,
alto nivel de competitividad y poca o nula empatía con los demás. Esta
hormona, que se encuentra de forma más palpable en los hombres, también deja una huella física, concretamente en la forma de nuestro cráneo. Así, los investigadores analizaron un total de 1.400 cráneos, desde piezas con más de 80.000 años a cráneos del siglo XX, con una variedad de 30 etnias distintas, para indagar en la forma de la cara y en el arco superciliar de la cabeza.
Los expertos advirtieron que desde los antiguos a los más modernos, la tendencia parecía ser clara: los cráneos tenían la zona superior de rostro más acortada y el arco superciliar más reducido, signos evidentes de reducción de la testosterona.
“Cejas más pobladas y menos prominentes, cabezas más redondas... todos esos cambios pueden estar directamente relacionados con los niveles de testosterona que actúan sobre el esqueleto”, comenta Steven Churchill, coautor del estudio.
El estudio, que ha sido publicado en la revista Current Anthropology, pone sobre la mesa la posible teoría de que cuando la raza humana alcanzó niveles considerables de población y al verse obligados a trabajar en equipo como modo de obtener más y mejores recursos,
ésto podría haber conducido a esa bajada general de los niveles de
testosterona que llevaron a la transformación del ser humano en un ser
más sociable y civilizado.
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