Quién más o quién menos, sobre todo si apuntaba a maneras de
investigador de bata blanca, ha sumergido un diente de leche en un vaso
lleno de Coca-Cola con la intención de comprobar si el mito era cierto,
es decir, si el diente se disolvía.
En 2006, la Academia Norteamericana de Odontología General llevó a
cabo un estudio para determinar el efecto de los refrescos sobre el
esmalte dental y concluyó que las concentraciones elevadas de ácido
cítrico (como en un zumo de naranja) eran mucho más perjudiciales que las de ácido fosfórico (que es lo que se emplea para evitar que el refresco pierda burbujas).
Lo que sí es cierto es que el ácido fosfórico inhibe los ácidos
digestivos del estómago, por lo que reduce la absorción de calcio, tal y
como explica John Lloyd en El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia:
Esto significa que un consumo excesivo de refrescos puede provocar déficit de calcio y debilitar los dientes y los huesos, aunque no su “disolución”. Tomarse una Coca-Cola de vez en cuando no tiene por qué ser perjudicial para nadie.
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