Foto: Isaac Hernández
Hay sitios en los que sabes instintivamente que acabarás echando
raíces. Lugares en los que sientes una fusión especial, con el paisaje y
con el paisanaje. Rincones que te reclaman como un canto de sirenas,
por más que te alejes... Algo así fue lo que experimentó Liz Walker
cuando puso el pie en Itaca (estado de Nueva York) tras completar la
Caminata Global para un Mundo Vivible, allá por 1990.
Liz había aprendido de pequeña a ver la vida desde lo alto de un pino de 25 metros,
en el patio trasero de la casa de sus padres en Vermont. Allí destiló
la savia de la América progresista y el espíritu comunitario de los
cuáqueros, mucho antes de que empezara a hablarse la "sostenibilidad".
En Perú se familiarizó con la "justicia social" y más tarde en
Birmingham descubrió la vida de barrio, antes también de la invasión de
los centros comerciales.
En California, y en el movimiento antinuclear, encontró
durante un tiempo su razón de ser como activista. Hasta que decidió
pasar a la acción práctica, con otros 150 "peregrinos" que recorrieron
Estados Unidos de costa a costa para convencer a sus compatriotas de que
hay vida, mucha vida, más allá del consumismo rampante.
Al llegar a Itaca, a cuatro horas escasas de Nueva York, tuvo la sensación de haber alcanzado la meta. Concluida la "odisea", creyó llegado el momento de construir la "utopía" y forjar "ese otro mundo posible, más acorde con mis ideas y mis valores"...
Cuenta la leyenda que Dios puso la mano por estas tierras, y
dejó su huella gigante y mojada en los Finger Lakes. El "dedo" más largo
es precisamente el lago Cayuga, que llega hasta el corazón de Itaca,
rodeada de gargantas y cascadas, en un incesante fluir de agua. Y allá
donde la ciudad se funde con el campo y el bosque, en lo alto de una
colina y en un camino polvoriento que lleva el nombre emblemático de
Rachel Carson (autora de "La Primavera Silenciosa"), Liz Walker y su
compañera de fatigas Joan Bokaer decidieron fundar lo que hoy se conoce
como la Ecoaldea de Itaca, que esta semana celebra su 20 aniversario.
Los 170 vecinos de la ecoaldea, distribuidos en dos barrios (Frog y Song), utilizan el 40% de los recursos del americano medio,
se abastecen parcialmente de energía con placas solares, cultivan gran
parte de sus alimentos en dos granjas y en pequeños huertos, reciclan y
compostan su basura orgánica, comparten el transporte y reinventan todos
los días eso que llamábamos el espíritu comunitario.
Hace poco más de un año asistimos a la plantación del primer
árbol de la tercera y última fase (Tree), con construcciones más
pequeñas y ultraeficientes, siguiendo el modelo de la "casa pasiva" y
con la aspiración de atraer a vecinos de todos los bolsillos. Pese al
"crecimiento" natural, el proyecto será totalmente respetuoso con la
idea inicial: concentrar la población humana en el 10% del espacio y
dejar el 90% restante para espacios verdes.
En la ecoaldea de Itaca, los coches se quedan en el granero de la entrada
y los auténticos reyes son los niños, que campan y pedalean a sus
anchas. "Vinimos aquí huyendo la pesadilla urbana de Phoenix y esto ha
sido un reencuentro con la felicidad de la Tierra que yo recordaba de mi
infancia", atestigua Aaron Froehlich, rodeado de sus hijos, David y
Ellijah.
Liz Walker también crió aquí a los suyos, y no fue fácil
combinar la vida familiar con su infatigable labor como "organizadora
comunitaria", luchando contra los molinos de viento de la burocracia,
procurando que el proyecto avanzara sin traicionar el espíritu de de
consenso... "La tara es ardua y fatigosa cuando decides salirte de los caminos trillados. Pero al cabo del tiempo hemos demostrado que otra manera de vivir no sólo es posible, sino que ya existe... y además funciona".
Pero la ecoaldea no podría haber florecido sin la interacción
constante con esa ciudad de 50.000 habitantes -la mitad de ellos,
estudiantes de la Universidad de Cornell o del Ithaca College- que se
atisba a los lejos entre colinas pobladas de robles y arces... "Desde el principio tuvimos claro que teníamos que abrirnos y compartir nuestras experiencias. Porque lo que más necesita el mundo es inspiración, y aquí hemos aprendido a poner unas cuantas ideas en práctica".
En su primer libro, "Ecovillage at Ithaca", Liz Walker exploraba
el proceso de creación de la ecoaldea en un manual que ha dado la
vuelta al mundo. En su segundo y más reciente, "Choosing a Sustainable Future", su radio de acción se extiende por esta pequeña gran ciudad, auténtico hervidero de todo tipo de iniciativas.
"Me resultaba curioso comprobar cómo en plena recesión económica,
el activismo social y ecológico de Itaca entraba en ebullición", expica
Liz. "Aquí valoramos y apoyamos mucho la economía local, y eso nos ha permitido afronta mejor los tiempos difíciles".
Como Portland, Madison, Berkeley, Boulder o Austin -otros
obligados puntos de referencia de la "otra" América-, Itaca se ha
convertido en el panal de rica miel "para todos aquellos que buscan una relación más directa con la tierra".
Liz se remonta a los tiempos de los indios Cayuga, que dejaron en estos
bosques la semilla de la sostenibilidad, el pacifismo y el feminismo,
como parte de su legado histórico.
Itaca se subió muy activamente al carro de la "contacultura" de
los años sesenta, y eso se nota. La ciudad fue puntal del cooperativismo
y de la agricultura ecológica, pionera de la ola de mercados de
granjeros (5.000 ya en Estados Unidos) que traen lo mejor de la cosecha
local hasta el asfalto. Las "horas" de Itaca abrieron también la brecha
en el movimiento del dinero local, propagado de costa a costa. El seguro
médico universal o las líneas especiales de crédito para pequeños
ahorradores son "lujos" sociales que diferencian a Itaca de la mayoría
de las ciudades norteamericanas.
"Unas iniciativas atraen siempre a otras y acaban creando un "efecto de racimo"", advierte Liz. "Aquí existe una mezcla de cooperación y de competencia sana de la que todos nos acabamos beneficiando. Y sobre todo han habido líderes locales con la capacidad de acción para cambiar las cosas".
"Digamos que Itaca era ya una ciudad en "transición" antes de que
existiera este movimiento. La gente está muy concienciada de que
vivimos en un momento muy crítico y hay que evolucionar hacia otro
modelo más sostenible. Tenemos que aprender a cultivar nuestros
alimentos, a procurarnos nuestra energía, a ser más eficientes, a no
depender del coche, a compartir recursos, a recuperar los lazos
comunitarios... Lo que hemos conseguido aquí se puede lograr en cualquier parte del mundo. Sólo hace falta, valor, visión y persistencia".
(Del 14 al 16 de septimebre se celebra el XV Encuentro de Ecoaldeas en Los Portales (Sevilla). Más información en http://www.losportales.net/)