Calentamiento Global:
Lo que antaño era un lujo se ha convertido, en los
países desarrollados, en una dieta cotidiana a costa de muchos
sacrificios por parte del ganado.
Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) señala que “el ganado es uno de los
principales responsables de los graves problemas medioambientales de hoy
en día. Se requiere una acción urgente para hacer frente a esa
situación”, aseguraba Henning Steinfeld, Jefe de la Subdirección de
Información Ganadera y de Análisis y Política del Sector de la FAO, y
uno de los autores del estudio ‘La sombra alargada de la ganadería-
aspectos medioambientales y alternativas’.
El documento añade que
el sector ganadero genera más gases de efecto invernadero que el sector
del transporte, en concreto un 18 por ciento más de CO2.
Para
Blanca González Rubial, portavoz de la asociación ecologista Amigos de
la Tierra, “los impactos que tiene el consumo de carne se derivan de la
manera en que se produce, de forma industrial e intensiva. Y esos
impactos son, tanto ambientales, como sociales”.
El mencionado
informe explica también que la ganadería utiliza, en la actualidad, el
30 por ciento de la superficie terrestre del planeta, en su mayor parte
pastizales, pero ocupa también un 33 por ciento de toda la superficie
cultivable, destinada a producir forraje.
Explotaciones ganaderas
“Antes
la ganadería estaba vinculada a la tierra, de forma que existía un
equilibrio entre ganadería y agricultura. Los animales se alimentaban de
pastos o de cereales que se producían de manera cercana. En la
actualidad, los animales son encerrados en granjas, en explotaciones
ganaderas, alejadas de su habitat natural”, asegura la portavoz de la
ONG.
La tala de bosques para crear pastos es una de las
principales causas de la deforestación, especialmente en Latinoamérica,
donde el 70 por ciento de los que han desaparecido en el Amazonas se
han destinado a pastizales.
“La soja, principal fuente de
proteínas de nuestro ganado, nos ha obligado a que hayamos dejado de
producir otras leguminosas. Y se ha expandido principalmente en
Argentina, Uruguay o Paraguay, donde aproximadamente el 80 por ciento de
la superficie agrícola se dedica a su cultivo; y Brasil, donde un
tercio de la cosecha se destina al ganado de países desarrollados, es
decir, que esos campos existen exclusivamente para los consumidores de
los países más desarrollados que la estamos demandando”, dice la
ecologista de Amigos de la Tierra.
Pero la mayor parte de los
consumidores de carne ignoran las condiciones en las que se han
alimentado las reses y cómo ha llegado el producto final hasta su
expendedor.
González Rubial expone el ejemplo de España que tiene
“una cabaña ganadera mucho más grande que sus posibilidades de
alimentarla, por tanto los piensos con que se alimenta al ganado son
importados, grandes cantidades de soja, de maíz y otros cereales".
"De
la necesidad de utilizar cultivos que se producen más allá de las
fronteras de los países derivan la mayor parte de los impactos
ambientales y sociales, porque la expansión de estos cultivos provoca
deforestación, emisiones de CO2, cambio de uso del suelo y, socialmente,
a algunos grupos humanos que ven modificado su entorno.”, agrega la
ecologista.
Desconocimiento por parte de los consumidores
Como
señala la portavoz de la ONG, “existe un desconocimiento en general de
cómo se produce la carne y los productos lácteos que consumimos, y de
cómo están alimentados esos animales”.
“En cuanto a cómo afecta en
la cadena alimenticia hay bastante controversia. Pero hay ejemplos en
el pasado que hablan bastante en ese sentido como, por ejemplo, el
denominado mal de las vacas locas.
Nunca pensamos que fuera a pasar
nada, porque la alimentación de los animales fuera animal, sin embargo,
les afectó a ellos y a algunas de las personas que consumieron su
carne", indica González Rubial.
Tras la enfermedad denominada
encefalopatía espongiforme bovina, por la que se diagnosticaron 336.770
reses enfermas en la Unión Europea, 516 más en el resto del mundo, y
solo en Gran Bretaña fueron sacrificados 2 millones de reses, los
consumidores de carne se pusieron alerta y fueron muchos los ganaderos
que vieron mermadas sus ganancias.
“Es lógico que la ciudadanía
tenga preocupación por saber cómo se han alimentado los animales de los
que luego consume sus productos. Pero el etiquetado no incluye apenas
información. Sin embargo, el cien por cien de todo lo que comemos, sea
pollo, huevos, leche o ternera procede de animales que se han alimentado
con soja y maíz transgénico y los consumidores no pueden saberlo”,
precisa la portavoz de Amigos de la Tierra.
Añade que, aunque
“respecto a la salud para el ser humano siempre se dice que no hay
ningún problema con la proteína presente en el maíz transgénico, porque
no pasa al tracto digestivo de las personas, ya que se acumula en el
proceso digestivo del animal, hay un estudio canadiense que ha
demostrado que esta proteína del maíz aparecía en la placenta de mujeres
embarazadas y en el cordón umbilical. En este caso no hablaba de daños
concretos para la salud sino de su presencia”, comenta la ecologista.
Frente
a la falta de información de las consecuencias de la alimentación de
ganado engordado con pienso transgénico, la medioambientalista opina que
son pocas las investigaciones científicas que hay sobre ello, porque
tampoco se invierte financiación en este campo.
“Más que certezas,
lo que hay son dudas y, ante las dudas, lo que reclamamos los
consumidores y las organizaciones ecologistas es que se aplique el
principio de precaución. Retirar del mercado una semilla que se está
vendiendo es muy complicado, pero no es tan importante demostrar que hay
daños como que las empresas demuestren que no los hay”, argumenta la
experta.
Según el estudio de la FAO, el sector ganadero es
responsable del 9 por ciento del CO2 procedente de las actividades
humanas. Sin embargo, González Rubia, precisa que “la relación entre el
cambio climático y la ganadería, en el sentido de las emisiones de
metano fisiológicas de las vacas, tiene un papel irrisorio con respecto
al problema de la producción industrial y globalizada de carne. El
verdadero problema para el cambio climático en cuanto a la producción
de carne está en la cantidad de kilómetros que viaja el pienso para el
ganado y sus productos preparados”.
En el mercado globalizado en
el que los alimentos son una mercancía más, se dan realidades que, como
explica la ecologista, “los países con más consumo de carne importan
cada año millones de toneladas de soja con las emisiones de CO2 que eso
conlleva. Y otro asunto muy importante con respecto al cambio climático
es el cambio en el uso del suelo. Porque la soja está a muy buen precio
se están talando bosques primarios con una capacidad brutal para captar
CO2, para cultivar soja que, al fin y al cabo, no tiene nada que ver con
un ecosistema como pueda ser la selva amazónica”.
Destacados
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La tala de bosques para crear pastos es una de las principales causas
de la deforestación, especialmente en Latinoamérica, donde el 70 por
ciento de los que han desaparecido en el Amazonas se han destinado a
pastizales.
* Para Blanca González Rubial, portavoz de la
asociación ecologista Amigos de la Tierra, “los impactos que tiene el
consumo de carne se derivan de la manera en que se produce, de forma
industrial e intensiva. Y esos impactos son, tanto ambientales, como
sociales”.
* "De la necesidad de utilizar cultivos que se
producen más allá de las fronteras de los países derivan la mayor parte
de los impactos ambientales y sociales, porque la expansión de estos
cultivos provoca deforestación, emisiones de CO2, cambio de uso del
suelo y, socialmente, a algunos grupos humanos que ven modificado su
entorno”, agrega la ecologista.
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