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18 de julio de 2012

Comer carne, lujo caro para el medioambiente

Calentamiento Global:

Lo que antaño era un lujo se ha convertido, en los países desarrollados, en una dieta cotidiana a costa de muchos sacrificios por parte del ganado.
  • El informe de la FAO explica que la ganadería utiliza en la actualidad el 30 % de la superficie terrestre del planeta, en su mayor parte pastizales, pero ocupa también un 33 % de toda la superficie cultivable, destinada a producir forraje. 
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Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señala que “el ganado es uno de los principales responsables de los graves problemas medioambientales de hoy en día. Se requiere una acción urgente para hacer frente a esa situación”, aseguraba Henning Steinfeld, Jefe de la Subdirección de Información Ganadera y de Análisis y Política del Sector de la FAO, y uno de los autores del estudio ‘La sombra alargada de la ganadería- aspectos medioambientales y alternativas’.

El documento añade que el sector ganadero genera más gases de efecto invernadero que el sector del transporte, en concreto un 18 por ciento más de CO2.

Para Blanca González Rubial, portavoz de la asociación ecologista Amigos de la Tierra, “los impactos que tiene el consumo de carne se derivan de la manera en que se produce, de forma industrial e intensiva. Y esos impactos son, tanto ambientales, como sociales”.  

El mencionado informe explica también que la ganadería utiliza, en la actualidad, el 30 por ciento de la superficie terrestre del planeta, en su mayor parte pastizales, pero ocupa también un 33 por ciento de toda la superficie cultivable, destinada a producir forraje.

Explotaciones ganaderas

“Antes la ganadería estaba vinculada a la tierra, de forma que existía un equilibrio entre ganadería y agricultura. Los animales se alimentaban de pastos o de cereales que se producían de manera cercana. En la actualidad, los animales son encerrados en granjas, en explotaciones ganaderas, alejadas de su habitat natural”, asegura la portavoz de la ONG.

La tala de bosques  para crear pastos es una de las principales  causas de la deforestación, especialmente en Latinoamérica, donde el 70 por ciento de los que han desaparecido en el Amazonas  se han destinado a pastizales.

“La soja, principal fuente de proteínas de nuestro ganado, nos ha obligado a que hayamos dejado de producir otras leguminosas. Y  se ha expandido principalmente en Argentina, Uruguay o Paraguay, donde aproximadamente el 80 por ciento de la superficie agrícola se dedica a su cultivo; y Brasil, donde un tercio de la cosecha se destina al ganado de países desarrollados, es decir, que esos campos existen exclusivamente para los consumidores de los países más desarrollados que la estamos demandando”, dice la ecologista de Amigos de la Tierra.

Pero la mayor parte de los consumidores de carne ignoran las condiciones en las que se han alimentado las reses y cómo ha llegado el producto final hasta su expendedor.

González Rubial expone el ejemplo de España que tiene “una cabaña ganadera mucho más grande que sus posibilidades de alimentarla, por tanto los piensos con que se alimenta al ganado son importados, grandes cantidades de soja, de maíz y otros cereales".

"De la necesidad de utilizar cultivos que se producen más allá de las fronteras de los países derivan la mayor parte de los impactos ambientales y sociales, porque la expansión de estos cultivos provoca deforestación, emisiones de CO2, cambio de uso del suelo y, socialmente, a algunos grupos humanos que ven modificado su entorno.”, agrega la ecologista.

Desconocimiento por parte de los consumidores

Como señala la portavoz de la ONG, “existe un desconocimiento en general de cómo se produce la carne y los productos lácteos que consumimos, y de cómo están alimentados esos animales”.

“En cuanto a cómo afecta en la cadena alimenticia hay bastante controversia. Pero hay ejemplos en el pasado que hablan bastante en ese sentido como, por ejemplo, el denominado mal de las vacas locas. 

Nunca pensamos que fuera a pasar nada, porque la alimentación de los animales fuera animal, sin embargo, les afectó a ellos y a algunas de las personas que consumieron su carne", indica  González Rubial.

Tras la enfermedad denominada encefalopatía espongiforme bovina, por la que se diagnosticaron 336.770 reses enfermas en la Unión Europea, 516 más en el resto del mundo, y solo en Gran Bretaña fueron sacrificados 2 millones de reses, los consumidores de carne se pusieron alerta y fueron muchos los ganaderos que vieron mermadas sus ganancias.  

“Es lógico que la ciudadanía tenga preocupación por saber cómo se han alimentado los animales de los que luego consume sus productos. Pero el etiquetado no incluye apenas información. Sin embargo, el cien por cien de todo lo que comemos, sea pollo, huevos, leche o ternera procede de animales que se han alimentado con soja y maíz transgénico y  los consumidores no pueden saberlo”, precisa la portavoz de Amigos de la Tierra.

Añade que, aunque “respecto a la salud para el ser humano siempre se dice que no hay ningún problema con la proteína presente en el maíz transgénico, porque no pasa al tracto digestivo de las personas, ya que se acumula en el proceso digestivo del animal,  hay un estudio canadiense que ha demostrado que esta proteína del maíz aparecía en la placenta de mujeres embarazadas y en el cordón umbilical. En este caso no hablaba de daños concretos para la salud sino de su presencia”, comenta la ecologista.

Frente a la falta de información de las consecuencias de la alimentación de ganado engordado con pienso transgénico, la medioambientalista opina que son pocas las investigaciones científicas que hay sobre ello, porque tampoco se invierte financiación en este campo.

“Más que certezas, lo que hay son dudas y, ante las dudas, lo que reclamamos los consumidores y las organizaciones ecologistas es que se aplique el principio de precaución. Retirar del mercado una semilla que se está vendiendo es muy complicado, pero no es tan importante demostrar que hay daños como que las empresas demuestren que no los hay”, argumenta la experta.

Según el estudio de la FAO, el sector ganadero es responsable del 9 por ciento del CO2 procedente de las actividades humanas. Sin embargo, González Rubia, precisa que “la relación entre el cambio climático y la ganadería, en el sentido de las emisiones de metano fisiológicas de las vacas, tiene un papel irrisorio con respecto al problema de la  producción industrial y globalizada de carne. El verdadero problema  para el cambio climático en cuanto a la producción de carne está en la cantidad de kilómetros que viaja el pienso para el ganado y sus productos preparados”.

En el mercado globalizado en el que los alimentos son una mercancía más, se dan  realidades que, como explica la ecologista, “los países con más consumo de carne importan cada año millones de toneladas de soja con las emisiones de CO2 que eso conlleva. Y otro asunto muy importante con respecto al cambio climático es el cambio en el uso del suelo. Porque la soja está a muy buen precio se están talando bosques primarios con una capacidad brutal para captar CO2, para cultivar soja que, al fin y al cabo, no tiene nada que ver con un ecosistema como pueda ser la selva amazónica”.

Destacados

* La tala de bosques  para crear pastos es una de las principales  causas de la deforestación, especialmente en Latinoamérica, donde el 70 por ciento de los  que han desaparecido en el Amazonas  se han destinado a pastizales.
* Para Blanca González Rubial, portavoz de la asociación ecologista Amigos de la Tierra, “los impactos que tiene el consumo de carne se derivan de la manera en que se produce, de forma industrial e intensiva. Y esos impactos son, tanto ambientales, como sociales”.  
* "De la necesidad de utilizar cultivos que se producen más allá de las fronteras de los países derivan la mayor parte de los impactos ambientales y sociales, porque la expansión de estos cultivos provoca deforestación, emisiones de CO2, cambio de uso del suelo y, socialmente, a algunos grupos humanos que ven modificado su entorno”, agrega la ecologista.

Fuente:

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