A menudo, para certificar que algo es real, solemos sentenciar que tal o cual cosa la hemos escuchado con nuestros propios oídos. Sin embargo, nuestros oídos, así como el resto de nuestros sentidos, están lejos de ser perfectos, y a menudo nos confunden, desvirtuan la realidad y hasta nos hacen percibir cosas que no existen.
Resulta curioso el hecho de que no seamos capaces de percibir nuestra propia voz tal y como suena en realidad a los demás, como ya os expliqué en el artículo No me gusta mi voz grabada. Por ejemplo, los profesores de canto tienen que enseñar a sus alumnos a relacionar las imágenes auditivas con sensaciones internas. Perciben así su sonido gracias a informaciones no auditivas, como la localización de las vibraciones más intensas, o los movimientos musculares.
También podemos oír cosas que no existen. El caso más extremo lo narra el neurólogo Oliver Sacks (El hombre que confundió a su mujer con un sombrero) con el caso de una mujer que no puede dejar de oír música irlandesa a todo volumen, hasta el punto de que ni siquiera puede dormir por el ruido. Pero este sonido es totalmente ilusorio.
La mujer sufría una anomalía cerebral que le hacía recordar con perfección las canciones irlandesas de su infancia, y que éstas sonaran como si las estuviera escuchando realmente. Sacks realizó una exploración cerebral y mostró que había tenido una pequeña trombosis en una parte del lóbulo temporal derecho. Las canciones eran consecuencia de un ataque, y cuando remitió éste, remitió el hilo musical cerebral.
Escuchar música a las tantas de la noche, sin embargo, no es tan traumático como escuchar grandes explosiones, ¡BOOM!, que nadie más oye. Despertarse de vez en cuando al escuchar en vuestro interior una fuerte explosión es una señal auténtica, aunque infrecuente, de un transtorno que se denomina con toda la razón síndrome de la cabeza explosiva. Los pacientes a menudo sienten una sensación de terror y ansiedad después de un ataque, acompañado por un elevado ritmo cardíaco. Los ataques también son acompañados en ocasiones por flashes luminosos o dificultad para respirar.
La causa del síndrome de la cabeza explosiva es desconocido, aunque algunos médicos han reportado una relación con el estrés o la fatiga extrema.
También puede ocurrir que empecéis a oír la voz de vuestra suegra, por ejemplo, más alta y molesta de lo normal. No es que tu suegra se haya vuelto más chillona, sino que podéis estar sufriendo un signo clásico de sensibilidad extrema al sonido, medicamente conocida como hiperacusia, un transtorno muy poco común que afecta a 1 de cada 50.000 personas.
Paradójicamente, las personas con problemas de audición a veces son hipersensibles a determinados sonidos, como el ocurrió a Beethoven cuando empezó a quedarse sordo a los 27 años (parece ser que por una otosclerosis). Cuando Beethoven llegó a los 50 años, ya completamente sordo, siguió componiendo hasta que murió varios años después.
Tal y como refiere Joan Liebmann-Smith en su libro Escucha tu cuerpo:
La hipersensibilidad al sonido puede ser una reacción al edulcorante artificial aspartamo, así como a algunos antibióticos, analgésicos y medicamentos contra la alergia. También puede ser una señal de deficiencia de magnesio. Y que un sonido normal nos resulte molesto puede ser síntoma de lesiones y traumatismos en la cabeza, así como depresión y de síndrome de estrés postraumático. También puede indicar diversos trastornos médicos, como infecciones crónicas en los oídos, determinadas alteraciones autoinmunes, enfermedade de Lyme, ATM o parálisis de Bell, una forma especial de parálisis facial.
En ocasiones, durante época de exámenes, algunos estudiantes se quejan de hipersensibilidad al sonido. Ello puede ser consecuencia de consumir demasiados refrescos con aspartamo.
Fuente:
Xakata Ciencia