La comunidad científica española asentada en Estados Unidos muestra su oposición a la sentencia
El National Institute of Health (NIH) está considerado en EE.UU. como el mejor centro de investigación público del país. Este complejo científico de Washington es también uno de los principales afectados por la reciente resolución judicial que bloquea la utilización de fondos públicos para la investigación con células madre. Una resolución que ayer fue recibida con disgusto por cientos de investigadores; entre ellos, la enorme comunidad científica española que trabaja en esta institución.
Es el caso de Santiago Cuevas, recién aterrizado en la capital estadounidense y para quien los argumentos morales que rodean la decisión judicial no solo supondrán un freno al desarrollo del NIH, que verá congelados muchos de sus estudios, sino también la generación de un debate que nada tiene que ver con la ciencia.
«Desde mi punto de vista, por lo menos una célula madre o un embrión humano, como se le llama en algunos sitios, tiene el mismo potencial de convertirse en vida que el que posee una semilla de convertirse en un árbol. Así que para mí no existe debate alguno», dice.
Cuevas, que forma parte del equipo que ayudó a determinar las causas que provocan la hipertensión, sabe bien, sin embargo, que la destrucción de embriones humanos supone un problema no solo en territorio estadounidense, sino también en otras sociedades menos conservadoras. «Mucha gente cree que esta polémica solo afecta a EE.?UU. por su conservadurismo, pero lo cierto es que se trata de un problema global. El mayor escollo -afirma- es que todavía no hemos podido determinar científicamente dónde comienza la vida, lo que hace que en demasiadas ocasiones los criterios para medirlo sean absolutamente subjetivos».
Un mercado creciente
Mas allá de las ramificaciones morales que supone la destrucción de embriones humanos, la investigación con células madre es también un mercado millonario que cada año genera millones de dólares. Se fundamenta en la legislación vigente en EE.?UU., que prohíbe la creación de embriones humanos para usos puramente científicos, lo que hace que solo aquellos sobrantes de las clínicas de fertilización puedan ser utilizados por los investigadores.
«Hay que aclarar que este tipo de embriones no pueden ser vendidos a las instituciones públicas, pero sí a la privadas, por lo que, con la nueva ley, es probable que el mercado crezca mas todavía», en palabras de Salvador Naranjo, otro científico español que hace cinco años abandonaba su Sevilla natal para investigar el cáncer en Washington, y para quien «lo verdaderamente amoral no es realizar investigaciones que podrían ayudar a cientos de personas, sino cerrar los ojos ante una industria que, una vez más, se verá beneficiada por la falta de información. Es más amoral comerciar con las células», afirma.
Fuente:
La Voz de Galicia