Seguramente el último chicle que Usted mascó era
de marca norteamericana, estaba endulzado con un sustituto del azúcar,
su sabor era artificial y parecido a una fruta exótica. Tal vez incluso
contenía
un medicamento inhibidor del apetito, o nicotina para aliviar las ganas
de fumar. Quizás no pensó o ni siquiera sabe el origen de esta
costumbre tan asociada a la irreverencia estudiantil y la despreocupada
cultura occidental.
Si bien la historia nos informa que en la antigua Grecia, en
Egipto e incluso en la prehistoria se mascaban resinas de árboles y
plantas con propiedades medicinales, el origen del chicle moderno nació
en las selvas del sureste Mexicano y el norte de Centroamérica, en una
región que se conoce como el Gran Petén donde hace más de dos mil años
floreció la cultura Maya.
Fueron precisamente ellos quienes comenzaron la recolección de
la savia del Chicozapote, uno de los árboles más abundantes de la zona,
haciendo incisiones en zig-zag sobre su corteza para que ésta fluyera
hacia los recipientes colocados en la base del árbol. Tras un proceso de
secado se obtenía una goma masticable que usaban para limpiarse los dientes y la boca o para inhibir el hambre en los rituales de ayuno.
El nombre con que los mayas conocían esta goma fue “sicte”, que
significa sangre o fluido vital y con ella comerciaron con otros pueblos
mesoamericanos. Su uso se extendió en tiempo y en espacio, de manera
que llega a los Aztecas con el nombre de “tzictli” (para quienes la
palabra significa pegar) y de allí pasa a la lengua española como chicle. En España y el resto de Europa siguió siendo usado con fines higiénicos sin mayor impacto.
Parece que el lanzamiento del chicle a los mercados masivos internacionales tiene origen en una curiosa anécdota del tirano ex presidente de México Antonio López de Santa Anna. Dicen que durante su exilio en Nueva York, Santa Anna conoció a un ingenioso fotógrafo de apellido Adams
y que un día se enfrascaron en una plática de como producir un material
más elástico, resistente y barato para producir neumáticos para
carruajes.
Entonces vino a cuento esta resina que los indígenas habían
mascado por años, pero la propuesta era mezclarlo con un tipo de hule.
La idea original resultó un fracaso y después de un año de pruebas el
señor Adams se dio por vencido, aunque había chicle de sobra. Para no desperdiciarlo, el hijo del Sr. Adams
lo ofreció a algunos boticarios a lo largo de la costa este de los
Estados Unidos para su venta con la finalidad original: la de higiene.
La primera caja de chicles Adams se vendió con
el color original y sin sabor. Aun así el negocio creció con tanto éxito
que en 1879 un comerciante de Louisville, Kentucky, que ya vendía una
resina endulzada como golosina, ordenó un cargamento de chicle mexicano y
lo endulzó originando la primera marca competidora de Adams: la Colgan.
El sabor fue algo más difícil de añadir ya que el chicle
no absorbe sabores, pero si absorbe azúcar. Así que se le ocurrió a un
vendedor de palomitas de Cleveland, Ohio, en 1880, mezclar saborizantes
con jarabe de maíz y después añadir la mezcla al chicle. Como el jarabe es básicamente azúcar, el experimento tuvo éxito dando origen al primer chicle de menta con el nombre de Yucatán.
Desde entonces el sabor dulcemente refrescante del chicle empezó a invadir América e Inglaterra. El Manual de Carreño catalogó de mal gusto la costumbre de mascar chicle,
sobretodo entre las damas. Pero la mercadotecnia para atraer
consumidores de los dos géneros logró crear más sabores, sobre todo
frutales.
Pero no fue sino hasta la Segunda Guerra Mundial cuando el chicle
alcanzó los cuatro rincones del mundo. Los soldados norteamericanos lo
llevaron consigo por la facultad que tiene de relajar la tensión
nerviosa, ejercitar los músculos del cuello y cara, estimular la
producción de saliva e inhibir el hambre momentáneamente. Su importancia
fue tal que cuando el enemigo lo descubrió, s u traslado marítimo a
través del Golfo de México era casi siempre custodiado por submarinos de
EU.
En los años cincuenta se descubrió un polímero sintético de
producción a un costo mucho menor, lo que marcó el declive de las
exportaciones y la extracción de la resina volvió a ser una actividad
tradicional. En nuestros días la producción de chicle tiene un ligero repunte gracias a la preferencia cada vez más popular por productos naturales.
La costumbre de mascar chicle está extendida por
todo el mundo aunque por lo general esta restringida en las escuelas,
ya que se considera una falta de respeto al maestro y una actividad que
dificulta la concentración. En Singapur estuvo completamente prohibido
desde hace más de 10 años, so pena de cárcel a quién comerciara con él,
porque varios sectores que se quejaban de la suciedad que causaban los
chicles en suelos, edificios y medios de transporte. Ahora se permite
mascarlo únicamente con fines terapéuticos.
En San Luis Obispo, California hay una pared en un callejón de Higuera Street, sobre la cual los jóvenes comenzaron a pegar chicles masticados, a principios de la década de 1960. Los vecinos se quejaron pero el chicle seguía apareciendo. Hoy es el único monumento al chicle
que se conoce. En las esquinas hay máquinas expendedoras de chicles por
si, al pasar por ahí, quiere Usted dejar su tributo. ¡Mastique y pegue!
Fuentes:
Wrigley
Cancún on line
Lea también:
¿Qué sucede si te pasas un chicle?
Lee Charie, británico de 32
años, no recuerda haberse caído de un balcón en Tailandia. Cuando se
despertó, le habían quitado parte de su cráneo.
Entonces, Lee llevó esta pieza de cráneo hasta casa en una caja de poliestireno, con la esperanza de que los cirujanos del Reino Unido fueran capaces de utilizarlo para reconstruir su cabeza.
Lee se encontraba de vacaciones en la isla de Koh Tao cuando se lesionó. Sus recuerdos del imprevisto son confusos, pero su padre enseguida voló cuando el accidente tuvo lugar en diciembre.
A Peter Charie le dijeron que su hijo se había caído de una altura de más de 7 metros y que estaba inconsciente cuando le encontraron.
Finalmente, Lee Charie pasó un mes recuperándose en hospitales de Tailandia, antes de su vuelo de vuelta a casa, en el Reino Unido, acompañado de médicos.
Su padre fue quien llevó el cráneo seccionado que los doctores le habían retirado. "No tuve ningún problema en pasar el control de aduana y de seguridad", dijo.
Bajo presión
"A veces uno necesita, literalmente, una patada en la cabeza para arreglar tu vida y empezar a hacer lo que realmente te gusta "
Lee Charie
Lee Charie está aún recuperándose en un hospital de Reino Unido, donde está siendo sometido a fisioterapia, exámenes médicos y ayuda para su dolor.
Cuando se dio cuenta de que le habían quitado parte de su cráneo, dice, no paró de llorar durante dos semanas.
Pero cuenta que se siente incluso abrumado por todo el apoyo de sus familiares y amigos, algunos de los cuales están organizando un evento para recaudar fondos para ayudarle a él y a otros que puedan estar en su misma situación.
El neurocirujano Colin Shieff dice que cuando el cerebro se lesiona, la hinchazón puede empujarlo contra la estructura ósea que lo protege.
"El cerebro no funciona bajo presión. Es más seguro y puede garantizar una mejor recuperación si no existe presión", dice y añade: "Es como si usted tiene un esguince en el tobillo, lo primero que hace es aflojar los cordones del zapato. Puede parecer peor pero ayuda".
A veces, la inflamación es lo suficientemente suave como para curarse por sí misma. Pero en otros casos, los medicamentos pueden ayudar a reducirla y controlarla, dice el doctor Shieff.
Pero en algunas situaciones, a menos que se quite una parte del cráneo, la presión puede dañar el cerebro.
Es aconsejable que algunas de estas personas con defectos en su estructura ósea lleven un casco protector para proteger el cerebro frente a una posible lesión, que es el mayor riesgo para estas personas.
De hecho, los cirujanos han operado el cráneo durante muchos años. Se han dado casos desde incluso los incas, aztecas y antiguos egipcios de personas que han sobrevivido durante un tiempo con agujeros hechos deliberadamente en sus cráneos, según Colin Shieff.
Plantilla de metal
Muchos de los pacientes del doctor Shieff eligen reconstruirse el cráneo. A veces, la parte que se ha quitado se puede volver a colocar.Otra opción es construir una plantilla de metal utilizando escáneres y modelos de computadora, que sigue exactamente el contorno de la estructura natural.
Lee Charie dice que sus cirujanos están considerando utilizar el trozo de cráneo que trajo para ayudar a dar forma a un molde de titanio para su reconstrucción.
"No hay dos lesiones cerebrales iguales, así que es imposible predecir los efectos a largo plazo cuando alguien sufre una lesión tan grave"
Luke Griggs, portavoz del hospital
Él se está recuperando bien, aparte de un poco de dolor que dice siente cuando fuerza las expresiones faciales. Y juzgar las distancias cuando sube y baja las escaleras también puede ser difícil, cuenta.
"Alguna gente muere tras una caída desde tal altura. Sobrevivir y salir ileso de esto es algo extremadamente bueno".
Luke Griggs, portavoz de la asociación de lesiones cerebrales en Reino Unido, dice: "Los efectos de una lesión cerebral pueden ser devastadores. No hay dos lesiones cerebrales iguales, así que es imposible predecir los efectos a largo plazo cuando alguien sufre una lesión tan grave".
Pero la percepción pública tiene que cambiar. Las personas con lesiones cerebrales bastante están luchando ya con las cosas cotidianas de la vida y aun así, por desgracia, son injustamente juzgados y tratados bruscamente.
Con el cuidado adecuado, apoyo y comprensión, muchas personas con lesiones cerebrales pueden llevar una vida feliz y satisfactoria".
Lee dice: "Me ha hecho volver a pensar muchas cosas de mi vida. Algunas veces, literalmente, necesitas una patada en la cabeza para empezar a hacer lo que realmente te gusta", concluye.