A pesar de los esfuerzos de investigación y de la inmensa importancia de la enfermedad mental, las compañías farmacéuticas han sido incapaces de sacar al mercado ni un solo nuevo medicamento en el área de salud mental en los últimos 30 años.
Las compañías farmacéuticas se mueven por el beneficio, como
cualquier otra empresa. La enfermedad mental es desgraciadamente muy
común. La lógica dice que las compañías deberían invertir y desarrollar
moléculas que aliviaran este gigantesco problema. El caso es que, pese a
los esfuerzos realizados, han sido incapaces de avanzar en este área.
Todos los nuevos medicamentos son en realidad reformulaciones de unas pocas sustancias descubiertas hace muchos años. Esto tiene como consecuencia que estas empresas dejen de invertir en el área de la salud mental. No interesa.
Los principales medicamentos contra la enfermedad mental son los
antidepresivos, los antipsicóticos y los ansiolíticos. Los
descubrimientos fueron bastante casuales y se basaban
en observaciones clínicas, no habían sido diseñados siguiendo la pauta:
conozco el problema, desarrollo el medicamento, lo pruebo y lo
comercializo. Estos medicamentos producían su efecto mediante un mecanismo desconocido que solo tiempo después se fue averiguando.
En la actualidad tales medicamentos no habrían sido descubiertos ya
que no hay una base genética o molecular que diga cuál es el problema en
una psicosis. Más aún, con la enfermedad mental los modelos animales no
sirven. ¿Cómo sabemos que un ratón es esquizofrénico, autista, depresivo o ansioso?
¿Cómo sabemos que se ha curado?
Un buen modelo de descubrimiento de nuevas drogas es el cáncer.
Conocemos la biología del cáncer, los genes involucrados y podemos
diseñar moléculas que lo combatan. Podemos diseñar cepas de ratones con
cáncer y realizar pruebas con ellos. Y todavía más importante: sabemos
que no existe un solo cáncer.
Distinguimos entre un
cáncer de mama y uno de pulmón, los investigamos por separado y los
tratamos de forma distinta. Por ello el cáncer concentra la inversión de
las compañías farmacéuticas. Avanzamos contra él y la inversión es
rentable.
Pero el cerebro es enormemente complejo. Cuando
hablamos de esquizofrenia no sabemos muy bien a qué nos referimos. No es
una enfermedad sino un conjunto muy heterogéneo de desórdenes
difícilmente clasificables. Y naturalmente desconocemos los genes
involucrados así como la bioquímica de la enfermedad. De este modo,
¿cómo vamos a progresar? Peor aún es la depresión. Desde un desorden
completamente incapacitante a un pequeño síntoma que todos podemos
padecer en algún momento. ¿Qué es la depresión?
La evolución del modelo farmacéutico contra la enfermedad mental ha
fracasado. En el futuro la estrategia debe de cambiar. El estudio
bioquímico de la enfermedad mental es imprescindible. También la
catalogación de los distintos síndromes y enfermedades mentales. Solo
así podremos disponer de nuevos medicamentos que alivien el sufrimiento que comporta la enfermedad mental.
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