En el colegio no nos dejaban contar con los dedos: decían que había que hacerlo de cabeza. En general, la escuela tradicional huye de las herramientas
a la hora de hacer matemáticas porque quiere que se hagan de cabeza.
Algo de razón no le falta, aunque si no identificásemos matemáticas con
cuentas no habría ese problema. No nos desviemos. Ocurre que muchas de
las matemáticas que hacemos hoy en día son así porque en algún momento
de la historia alguien contó con los dedos.
Es seguro que contamos hasta diez antes de empezar una nueva decena precisamente porque la mayoría tenemos 10 dedos. Por eso tenemos 10 dígitos y por eso los dígitos se llaman así: digitus
era dedo en latín. Pero también es cierto que utilizamos otras bases de
numeración además de la decena. Contamos los huevos de 12 en 12 y es
muy posible que se deba a que en algún momento a alguien se le ocurrió
contar las falanges o las secciones que tenemos en los cuatro dedos
opuestos al pulgar, usando este como dedo contador.
Fíjate que ya hemos contado hasta 12 y nos ha quedado una
mano libre. ¿Qué pasaría si ahora utilizáramos los dedos de la otra para
hacer grupos de 12? Pues como en la otra hay cinco dedos tendríamos cinco por 12
y eso da 60. Es muy posible que sea por eso que 60 segundos son un
minuto y que hagan falta completar 60 minutos para tener una hora.
En el vídeo que ha creado James Tanton
para el canal de educación TED-Ed (y que encabeza este artículo) se
plantea -de forma puramente especulativa- si podríamos ir más allá. Y
claro, en matemáticas siempre podemos ir más allá.
El primer recurso que nos propone es hacer la misma cuenta hasta 12 en
la otra mano. Dispondríamos así de hasta 12 grupos de 12: podríamos
contar 144 con dos manos, no está mal. Pero aunque nuestros dedos sean
pequeñitos, además de tres secciones podemos distinguir tres pliegues
(donde se juntan las falanges), por lo que en cada mano podremos marcar
con el pulgar hasta 24 estados. Y 24 por 24 son 576.
Y aún más, muchísimo más, porque nos queda la
posicionalidad: el orden en el que se colocan los números (los dedos, en
este caso).Lea el artículo completo en Verne