Si alguna vez lo pillaron
leyendo con poca luz o con una linterna bajo las cobijas cuando ya tenía
que estar dormido, probablemente le dijeron que forzar sus ojos le
dañaría la vista. O quizás oyó decir que era fácil saber cuáles eran los
niños estudiosos en el colegio pues los que se la pasaban con las
narices en un libro tenían que usar anteojos.
¿Fin de la historia? No precisamente.
Cuando uno explora un poco más y revisa la evidencia científica, el cuento es más complejo.
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BBC Ciencia