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7 de agosto de 2013

Debate: ¿Las plantas pueden oir?

Investigadores internacionales sugieren que, además de ser sensibles a las señales químicas y las lumínicas, las plantas pueden interceptar los estímulos sonoros a su alrededor. Otros expertos rebaten estas supuestas nuevas formas de comunicación.







Las plantas de chile reducen su crecimiento en presencia del hinojo a su lado. / Petr Kratochvil
Las plantas pueden intercambiar información con su entorno. Hace décadas que se sabe que se comunican entre ellas mediante señales químicas. Por ejemplo, las hojas de la planta de tabaco emiten una sustancia química que, al entrar en contacto con la saliva de la oruga, atrae a otros insectos que la devorarán, salvando a la planta de un fatal destino. Y la planta conocida como “no me toques” (Impatiens pallida) gasta menos energía en crecer cuando se sabe rodeada de plantas de su familia, con quienes comparte los nutrientes. Sin embargo, el papel que pueda jugar el sonido en este entramado de señales sigue siendo una incógnita para los científicos y, de hecho, las incursiones en este campo son muy escasas.

La bióloga Monica Gagliano se ha inmerso con su equipo en el inexplorado campo de la comunicación acústica en las plantas, para indagar científicamente si son capaces de percibir y emitir sonidos. Esta investigadora está convencida de que hay que prestar atención a estos fenómenos, porque, en su opinión “es posible que se haya subestimado la complejidad de las formas de comunicación de las plantas”. Sus resultados, publicados en publicaciones como Cell Press y PLoS ONE, han sido recibidos por la comunidad científica con escepticismo.

“El enfoque del estudio es peligroso, porque a menudo se tiende a atribuir a las plantas características propias de los humanos”, explica Javier Fuertes, investigador en biología evolutiva de las plantas del Jardín Botánico de Madrid, quien opina que “no hay que olvidar que las plantas carecen de cerebro y por tanto de conciencia, no deciden activamente realizar una acción u otra, simplemente reaccionan a ciertos estímulos cuando poseen los receptores apropiados”, añade.

Los clicks del maíz

“Hemos identificado que las plantas responden a ciertos sonidos y que emiten los suyos propios” explica Gagliano, bióloga del Centro de Biología Evolutiva de la Universidad de Australia del Oeste.

En uno de los primeros experimentos publicado en Cell Press, Monica Gagliano detectó unos sonidos provenientes de una planta de maíz, una serie de clicks que se producen cuando las burbujas de aire pasan por los conductos que llevan agua y nutrientes a la planta. Se emitían a una frecuencia muy baja, de 220 hz y se captaron gracias a un equipo especializado que los científicos colocaron muy cerca de la planta, por lo que sería muy difícil que un humano los escuchara en circunstancias normales, teniendo en cuenta que las raíces están bajo tierra. Para saber si este sonido sería perceptible por otras plantas, lo reprodujeron a diferentes frecuencias ante un ejemplar de la misma especie. “La planta de maíz demostró tener una sensibilidad selectiva hacia los sonidos emitidos en la misma frecuencia en la que ella los produce, pero no hacia frecuencias más bajas ni más altas que esa”, explica Gagliano.




Raíces del maizAmpliar
La planta de maíz dobla sus raíces en dirección a la fuente de sonido / Monica Gagliano
Gracias a la técnica de timelapse (series de fotografías reproducidas como una película a gran velocidad), los científicos apreciaron que las raíces de la planta se doblaban en dirección hacia la fuente de sonido a 220hz. “Todavía no podemos explicar por qué lo hace, pero sabemos que algo está pasando a esa frecuencia que genera una respuesta en la planta” afirma Gagliano.

Captar las vibraciones

Todavía es necesario investigar qué ventajas supondría este comportamiento para la planta, aunque algunos investigadores ajenos al estudio sugieren que podría ser una forma de buscar corrientes de agua en entornos secos. Lo que sí está claro es que los resultados son interesantes y podrían abrir una “puerta hacia nuevas formas de comprender la sensibilidad de las plantas ante estímulos físicos que no sean la luz ni las señales químicas”, según explica Rafael Rodríguez, profesor investigador en biología de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, ajeno al estudio y co-autor de un artículo en el que se destacan los puntos más interesantes del trabajo de Gagliano así como los más débiles.

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