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15 de febrero de 2013

Autocontrol y atención en los niños: ¿cómo controlarlo?

estudiar-noche"Mi hijo no se concentra, se distrae con cualquier cosa". "Esta chica nos trae de cabeza. Cuando no se sale con la suya siempre monta un espectáculo, tiene que ser lo que quiera y cuando quiera". Este tipo de comentarios son frecuentes entre padres y docentes de niños y niñas entre los 4 y los 12 años. Más allá de los problemas académicos, los pequeños pueden presentar falta de atención y dificultades en la regulación de su propio comportamiento, lo que puede llegar a desesperar a progenitores y maestros. Y es que para intervenir en este tipo de comportamientos es preciso conocer los mecanismos que los explican.

La atención es un conjunto de habilidades que se van desarrollando de forma progresiva. Esto ocurre  desde su variante más básica, como sucede en los bebés al responder a un sonajero, hasta las formas más complejas, allá por los siete años cuando el infante ya es muy capaz de inhibir una distracción mientras realiza una actividad. Algunos autores han planteado que los procesos de autocontrol y autorregulación de la conducta dependen directamente de unas buenas capacidades atencionales y de funcionamiento ejecutivo. Dentro de esas habilidades encontramos la capacidad para establecer metas adecuadas, planificarse y monitorizar el comportamiento, la capacidad de análisis y síntesis de la información, la memoria de trabajo o la inhibición de impulsos. Un ejemplo sencillo sería el del niño que es capaz de tolerar la frustración cuando tiene que dejar de ver la televisión para hacer los deberes y consigue manejar la situación, organizándose de manera autónoma y exitosa, anticipando las consecuencias negativas de no hacerlos a tiempo.

Una de las áreas cerebrales que más importancia ha mostrado en este tipo de funciones mentales es el cíngulo anterior. Esta parte de la corteza cerebral, además de tener un papel relevante en la atención y la memoria de trabajo, también participaría en el control del afecto y los procesos de regulación de la conducta a través de sus conexiones con el sistema límbico y las áreas orbitofrontales del cerebro, asociándose así también al desarrollo de la empatía.Pero, ¿cómo entrenar el autocontrol y las habilidades para la vida?

Autocontrol: problemas y soluciones

Un artículo de la revista Science publicado en 2011 por investigadores de la Universidad de la Columbia Británica, repasa con detalle los tipos de intervenciones que pueden mejorar las funciones ejecutivas en los niños y niñas. Entre ellos destacamos un tipo de iniciativa en el que los profesores eran entrenados para promover en los alumnos el desarrollo del autocontrol, el manejo de las emociones y la solución de problemas. Tras un año de entrenamiento, los estudiantes habían mejorado su capacidad de inhibirse y su flexibilidad mental, y además mostraban menos problemas de conducta. 

Existe toda una corriente de educación en lo que se ha denominado ‘habilidades para la vida'. Este tipo de programas trabaja sobre el manejo de las emociones, el desarrollo de la empatía, la mejora de las relaciones sociales y de las habilidades de comunicación, la estimulación del pensamiento crítico y la toma de decisiones, la resolución de problemas, el conocimiento de uno mismo y el manejo del estrés. Además, han mostrado relación con una menor incidencia de conductas de riesgo, de acoso escolar, trastornos alimenticios, consumo de drogas, violencia, depresión o estrés en edad escolar.


Los beneficios mostrados por este tipo de intervenciones han llevado a algunos autores a plantear la necesidad de incluirlos como parte de la formación curricular desde la edad prescolar. Eso sí, sin olvidar el papel fundamental que tienen los padres y el contexto social en el desarrollo de estas habilidades en los niños y niñas.


Marisa Fernández, Neuropsicóloga Senior, Unobrain



Tomado de.

Muy Interesante
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