La vida es un importante factor mutagénico. Para envejecer, hay que estar continuamente renovando las células, y cada proceso de mitosis es un peligro de que una copia del ADN tenga un error, una mutación. Hasta aquí, podría decirse que estamos ante un caso de lógica aplicada a la biología. La novedad que publica Nature es que se ha medido el efecto de esta variabilidad en los hijos. Y el resultado es que cada año que envejece el padre (en masculino), el hijo tiene dos mutaciones más. El proceso de envejecimiento celular también sucede, lógicamente, con las madres, pero su transmisión a la prole es menor, según el estudio.
El trabajo, que han realizado investigadores islandeses, muchos de
ellos vinculados a DeCode, la empresa que se adjudicó la explotación de
los datos genéticos de los habitantes de la isla, se ha hecho
descodificando el ADN de 78 tríos (padre, madre e hijo). Al estudiar a
lo largo de tiempo del proceso se ha visto una clara relación entre la
edad del padre y las mutaciones en sus hijos. El paso de una sociedad
rural a una urbana hizo que la edad de los progenitores varones cayera
desde los 34,9 años de media en 1900 a los 27,9 años en 1980, para subir
hasta los 33 años en 2011 por el efecto de los anticonceptivos y el
mayor nivel cultural. En paralelo, los cambios en el ADN eran de media
73,7 en 1990, en 1980 eran 59,7 y en 2011 subieron a 69,9.
Los investigadores han ido más allá, y han sacado una conclusión no empírica. No se ha visto en las familias estudiadas –que son muy pocas- pero si se juntan dos evidencias ya conocidas: una causa genética de trastornos como el autismo y la esquizofrenia y la relación entre la edad de los padres con estas dolencias, la conclusión es que estas nuevas mutaciones pueden estar en la base del aumento de los casos de ambas enfermedades.
Fuente:
El País Ciencia