Hoy en día, en muchos de los noticiarios e informativos que podemos
ver en la TV se producen conexiones en directo con corresponsales que
están situados por todo el mundo y, seguramente, nos hayamos dado cuenta
que cuando el presentador les pregunta algo, pasa un pequeño intervalo
de tiempo antes que el corresponsal conteste y comience a hablar. Este
tiempo que transcurre se debe al retardo que sufre la señal de vídeo al
enviarse contra un satélite
y ser reenviada por éste a la cadena de TV. En la actualidad estamos
bastante acostumbrados a hablar de las comunicaciones vía satélite, ya
sean teléfonos (para zonas en las que no hay infraestructura móvil),
equipos de televisión o, incluso, acceso a Internet vía satélite; sin
embargo, a comienzos de los años 60, las comunicaciones vía satélite
eran algo experimental y totalmente nuevo. Tanto es así que no fue hasta un día como hoy pero en 1962, el 10 de julio de 1962, cuando la humanidad asistió a un lanzamiento que marcaría un antes y un después en el mundo de las telecomunicaciones: el lanzamiento del Telstar 1, el primer satélite de comunicaciones comerciales de la historia.
Si bien el primer satélite artificial de la historia llegó de la mano de la Unión Soviética con el lanzamiento del Sputnik en octubre de 1957,
la serie de satélites de la Unión Soviética emitían señales de radio de
telemetría, es decir, mediciones realizadas desde el propio satélite
que se enviaban a un control de Tierra en una comunicación
unidireccional. El auge de la radio y la televisión tanto en Europa como
en Estados Unidos planteó la necesidad de mejorar los sistemas de
transporte de señal y aumentar la oferta de contenidos ofreciendo retransmisiones de otros lugares del mundo así como mejorar las comunicaciones a través de la red telefónica fija.
Con este objetivo, y tras la experiencia vivida con algunos proyectos
experimentales para la Marina y el Ejército de Estados Unidos, el
sector de las telecomunicaciones de Estados Unidos abanderado por la American Telephone and Telegraph Corporation (AT&T) a través de su unidad de investigación (los Laboratorios Bell) se unió a la NASA para abordar un innovador proyecto de colaboración público-privada para construir y poner en órbita un satélite de comunicaciones que se convirtiese en el primer satélite de comunicaciones comerciales de la historia, el Telstar 1. El proyecto, liderado por AT&T que además sería la propietaria del satélite, contaba con la participación del Servicio de Correos Británico y la Oficina Postal de Francia
y se llegó a un acuerdo con la NASA para que se hiciera cargo de los
lanzamientos al espacio (abonándoles unos 3 millones de libras
exterlinas de la época por cada lanzamiento que hiciesen).
Tras la constitución de los socios, el equipo de los Laboratorios Bell inició el proyecto con el ingeniero John R. Pierce como responsable del mismo (y responsable del diseño global), Rudolf Kompfner (encargado del transpondedor del satélite) o James M. Early
(que diseñaría los transistores que se usaron en sus componentes y
además se encargaría de diseñar las placas solares que alimentarían el
satélite). El Telstar 1 era un satélite con forma esférica que pesaba unos 77 kilogramos e iba a estar controlado por tres estaciones terrestres situadas en Estados Unidos (en Andover, Maine), Francia (Pleumeur-Bodou) e Inglaterra (Goonhilly Downs).
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