Lo son porque logran atraer nuestra atención y no nos dejan concentrarnos en otras cosas. El ser humano se acostumbra -en el sentido de que deja de reaccionar- a algunos sonidos repetitivos, especialmente a los regulares, como el tic tac de un reloj, pero no a la mayoría.
La frecuencia también influye: uno de los ejemplos más molestos es el de un grifo que gotea cada tanto.
La razón principal es la falta de control. Si uno supiese que puede detener el ruido en cualquier momento, no se irritaría tanto.
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