No tienen cabezas de formas curiosas ni ojos saltones ni son de un tono verdoso. Dimitar Sasselov está convencido de eso.
De lo que no está seguro es de que cuando los veamos los reconoceremos.
El astrofísico Sasselov piensa que si existe vida en otra parte -y él cree que sí-, probablemente sus componentes básicos serán distintos de los nuestros, así que quizás no nos demos cuenta de que son seres vivos.
Un proyecto que está dirigiendo en la Universidad de Harvard, llamado los Orígenes de la Vida, está tratando de imaginar cómo sería la vida si estuviera basada en químicos y condiciones diferentes y tuviera una historia distinta a la de la Tierra.
No hay razón para que la vida sólo se pueda formar bajo un conjunto único de circunstancias... o al menos eso es lo que él espera que el proyecto eventualmente pueda probar.
Revolución a puertas
La humanidad se ha venido haciendo preguntas como "¿cómo llegamos aquí?" y "¿estamos solos?" desde siempre y, según Sasselov, probablemente no tendremos una respuesta definitiva hasta el próximo siglo.
Pero nuevos instrumentos y nuevos datos en una amplia gama de especialidades están permitiendo que los científicos se acerquen a esas respuestas más que nunca.
Y esfuerzos interdisciplinarios de gran envergadura, como el proyecto de Harvard y otros similares de la Universidad del Estado de Arizona, la Universidad de Washington y University College London, están cambiando radicalmente la manera en la que hacemos la búsqueda y, por ende, lo que tenemos posibilidades de encontrar.
Así como Copernico revolucionó la forma en la que la gente se concebía a sí misma y a su mundo hace 450 años, y Charles Darwin lo volvió a hacer hace 150 años, Sasselov profetiza que estamos acercándonos a otro momento transformativo.
"Una mañana nos despertaremos con una visión del mundo y de quienes somos fundamentalmente diferente", asegura.
¿Estamos solos?
Éste es un momento fértil para seguir buscando vida en otros planetas.
El telescopio espacial Kepler, lanzado por la agencia espacial estadounidense NASA en marzo de 2009, ha oteado cientos de planetas con características parecidas a las de la Tierra.
Eso ha energizado el campo de los científicos planetarios; si planetas parecidos a la Tierra son comunes, entonces es más realista pensar que la vida también podría serlo, dice Sasselov, cuyo libro sobre el tema "La vida de las súper Tierras" será publicado en enero.
Los láser rojos y verdes que Sasselov y su equipo pulsan en el sótano del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian les permite calcular los cambios de intensidad de onda que indican cuál es la composición química de un planeta.
Sasselov los compara usando un sistema de posicionamiento satelital (GPS), pero en vez de identificar la posición del planeta en el espacio, los láser revelan su posición en la frecuencia.
Buscando los orígenes
Pero se necesitará más que un telescopio elegante y unas luces brillantes para responder a las preguntas sobre el orígen de la vida.
En Harvard, el equipo Orígenes también incluye a un geneticista, un químico, un geoquímico, un químico de medioambiente y un palenteólogo... y eso es apenas el comité directivo.
El hecho de que científicos de todas esas disciplinas diferentes estén compartiendo su progreso es de por sí una gran noticia para la ciencia, conocida por su tendencia al aislamiento.
"La mayoría de las universidades están configuradas de acuerdo a las líneas establecidas por los victorianos: química, matemáticas, físicas, etc.", explica el biólogo molecular John Sutherland del Medical Research Council de Cambridge.
La única manera de abordar esas preguntas gigantes sin embargo -apunta Sutherland- es que científicos de disciplinas diferentes trabajen juntos, aprendan de cada uno y sugieran soluciones que nunca surgirían si estuvieran inmersos en sus especialidades.
En Harvard, los miembros del equipo almuerzan o cenan juntos una vez al mes, y tienen reuniones de trabajo cada una o dos semanas.
Los miembros del equipo además tienen su "trabajo fijo", enfocado en investigación de más corto plazo, señala el miembro del comité directivo Andrew H. Knoll, un profesor de Historia Natural que está usando sus conocimientos sobre el ambiente en la infancia de la Tierra para ayudarle a NASA a explorar Marte.
¿Qué es la vida?
Mientras Sasselov mira para afuera, el cofundador de Orígenes Jack Szostak mira para adentro.
El foco del laboratorio de Szostak es entender cómo la vida -que depende de la autoréplica y la evolución darwiniana- emerge de la química.
Durante décadas los científicos han tratado de entender los componentes básicos de la vida tomando vida existente y llegando a su esencia. Pero sus experimentos no han prosperado.
En la década pasada, los investigadores de Orígenes empezaron a armarla desde cero.
Jack Szostak, el profesor de genética del Harvard Medical School que fue galardonado con en premio Nobel, mostró por primera vez cómo se podía formar una simple membrana en el barro que había en la Tierra temprana. Más recientemente, él y otros han estado tratando de encontrar una serie de pasos sencillos que puedan explicar cómo el material genético primitivo se replicaba.
Si lo logran, "como sabemos que hay probablemente cientos de millones de planetas parecidos a la Tierra en nuestra galaxia, sería muy probable que haya vida en otros lugares allá afuera", dice.
Si los experimentos de laboratorio demuestran que el proceso de tornar química en vida es extremadamente complicado o que es improbable que haya sucedido, "entonces sería posible que la vida sólo haya empezado aquí. Quizás sólo haya vida en la Tierra".
Por su parte, Lawrence Krauss, el físico que dirige el Proyecto Orígenes en la Universidad del Estado de Arizona, dice que tratar de entender cómo el universo vino de la nada.
"Mucha gente dice que es una cuestión religiosa, pero yo he estado tratando de explicar que es una cuestión científica", dice Krauss, cuyo libro sobre el tema, Un universo de la nada, será publicado en enero.
Una catedral que dure un milenio
El trabajo de Orígenes, como la mayoría de otras iniciativas "puramente científicas" a largo plazo, seguramente llevará a innovaciones que impulsarán a la ciencia y quizás a la vida en este planeta.
Esos beneficios complementarios, no obstante, no son los que motivan la investigación de Orígenes.
"Seguramente habrá toda clase de inesperados beneficios tecnológicos derivados, que servirán para que alguien se haga rico en alguna parte, pero esa no es la razón por la que se está haciendo", dice Steven Benner, un miembro distinguido de la Fundación para la Evolución Molecular Aplicada en Florida, que está buscando vida en la luna de Saturno Titan, así como desarrollando kits de pruebas para VIH y hepatitis.
En vez de construir los tres edificios metafóricos que la mayoría de becas científicas de tres años permiten hoy en día, señala, los investigadores de Orígenes están construyendo una catedral.
Es posible que les tome un siglo encontrar las respuestas, pero lo que ellos construyan se mantendrá erecto por un milenio.
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