Sabemos que el cerebro humano se atrofia y pierde facultades con los años, pero ¿sucede lo mismo en todas las especies? Un estudio comparativo con cerebros de chimpancés demuestra que somos los únicos primates que sufren este desgaste. Tener cerebros más grandes y vivir más años podría tener un precio para nuestras mentes.
El cerebro humano se encoge. Incluso en los individuos sanos, aquellos que no sufren ninguna enfermedad neurodegenerativa como el temido Alzheimer, esta reducción paulatina de tamaño se registra desde los 25 años de edad y el proceso se acelera a partir de los 50. Pese a lo que dice el mito, no se trata de una pérdida masiva de neuronas, sino de cambios en la microestructura de estas células y las conexiones dendríticas de la corteza cerebral. Esta atrofia está localizada sobre todo en el lóbulo frontal y el hipocampo, la zona donde se fijan los recuerdos, de modo que tiene consecuencias directas en facultades como nuestra capacidad de razonar, la rapidez mental o la memoria episódica.
Hasta donde sabemos, los humanos somos las únicas criaturas que desarrollamos enfermedades degenerativas como las demencias o el Alzheimer. De alguna manera, el deterioro natural de estas zonas de la corteza cerebral por la edad podría predisponernos a sufrir estas enfermedades. Para conocer mejor lo que nos diferencia, resulta muy útil comparar lo que sucede en el cerebro de otras especies, y eso es lo que ha hecho el equipo liderado por Chet Sherwood, de la Universidad George Washington, en un estudio publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Para su análisis, los científicos escanearon con resonancia magnética los cerebros de 99 chimpancés (con edades entre los 10 y los 51) y de 87 humanos (con edades comprendidas entre los 22 y los 88 años). A diferencia de lo que ocurre con los cerebros humanos, que muestran un descenso de volumen en todas las estructuras a lo largo de los años, los cerebros de los chimpancés no presentaron cambios significativos relacionados con la edad.
Las tasas de cambio en los cerebros humanos, sin embargo, son importantes. Algunas regiones se encogen hasta un 25% a la edad de 80 años. El encogimiento de la materia gris en el lóbulo frontal, por ejemplo, es de alrededor de un 14%, y de un 13% en el hipocampo, mientras que en la denominada "materia blanca", el lóbulo frontal puede llegar a reducirse hasta un 24%.
¿Por qué se producen estas diferencias? Los científicos ya habían realizado estudios similares con monos Rhesus, pero es la primera vez que se compara de forma detallada con un primate superior como los chimpancés. Todas las pistas apuntan a un origen evolutivo y al aumento de la longevidad, vivimos proporcionalmente más que los chimpancés y tenemos un cerebro hasta tres veces más grande con una demanda energética considerablemente superior.
El cerebro humano consume un 25% de la energía disponible para el resto del cuerpo, frente al 10% que consume el cerebro de un chimpancé. Esta mayor demanda energética conlleva algunas consecuencias, como el deterioro de la eficiencia de las mitocondrias o un mayor estrés oxidativo, un cambio metabólico que, a largo plazo, explicaría la atrofia de nuestros cerebros a medida que envejecemos.
"Mi impresión es que las neuronas hacen básicamente todo lo mejor que pueden para mantener el máximo funcionamiento durante todo el tiempo posible", asegura Chet Sherwood en Science. "Pero la edad se acumula en su contra después de años de alto consumo energético".
Causas exógenas
Otros estudios sobre el envejecimiento cerebral en sujetos sanos apuntan a la pérdida de conectividad por factores naturales. "Teóricamente se pierde hasta un 40% de esa conectividad solo por el proceso de envejecimiento", nos cuenta el catedrático de Fisiología de la UCM, Francisco Mora. "Y éste es el límite en el que uno puede mantener unas facultades mentales normales". Pero estos estudios se han puesto en duda, apunta Mora, "por no tener en cuenta algo tan importante como los factores ambientales".
Que los hábitos de vida pueden encoger el cerebro y atrofiarlo, más allá de la edad, ha sido ampliamente comprobado. Trastornos como la depresión, el insomnio, o hábitos como el vegetarianismo extremo prolongado, también se han mostrado como factores que hacen encoger el cerebro. Entre estos factores, el consumo de drogas es una de las causas de atrofia más importantes.
"Las alteraciones morfológicas que produce el alcohol en el cerebro", nos explica Koldo Callado, investigador del banco de cerebros de la Universidad del País Vasco, "son muy parecidas a las del Alzheimer, con alteraciones en los surcos, atrofia cortical, etc.". También sabemos que el éxtasis, o las drogas de diseño, como apunta Callado, producen destrucción de neuronas. "Y eso se ve cuando se trata a animales y aplicamos neuroimagen", asegura. "Vemos cómo se reduce el volumen cerebral y se pierden determinado tipo de neuronas".
Entre los factores externos que han modificado nuestro cerebro también se contemplan motivos antropológicos y evolutivos. Un beneficio hipotético de la prolongación de la vida después del período reproductivo en humanos, explica el estudio, es que los abuelos podrían haber desarrollado un papel esencial en el cuidado de las crías. "Estas soluciones adaptativas", asegura el estudio, "crearon también un marco único en que los humanos desarrollaron un envejecimiento neuronal progresivo mayor que el de nuestros parientes los primates".
Con todos estos elementos, nuestra especie desarrolló evolutivamente un cerebro mucho más grande y exigente metabólicamente, además de una larga esperanza de vida. Estos factores han dado unas ventajas decisivas a los humanos, concluye el trabajo, pero finalmente estas adaptaciones también tienen un "coste" en forma de una mayor neurodegeneración.
Referencias: Aging of the cerebral cortex differs between humans and chimpanzees (PNAS)Fuente:
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