Siguiendo con el descubrimientos de las funciones del mal llamado ADN basura, ahora toca el turno de un mapa de zonas del genoma en la que no hay genes pero que resultan fundamentales para poder regular la formación de tejidos y órganos.
Ya sabemos que apenas el 5% del ADN son genes y que el resto es fundamental para determinar qué genes se convierten en proteínas en cada momento concreto. Algo esencial para que, con la misma información genética, se forme un hígado o un riñón. El problema, explica José Luis Gómez Skarmeta, desde el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo de Sevilla, “es que estas regiones reguladoras son difíciles de identificar ya que se desconoce su lenguaje en el código de ADN”.
Es su último trabajo, el grupo de Gómez Skarmeta ha conseguido hacer un mapa de las diferentes regiones del genoma que regulan un grupo de genes fundamentales para la formación de multitud de tejidos y órganos (desde los ojos hasta las extremidades). Pero no sólo han identificado estas regiones, sino que han descubierto que llegan a interaccionar físicamente con los propios genes.
Y es que, aunque los genes puedan encontrase alejados unos de otros, el ADN se dobla y adopta una forma que hace que se lleguen a juntar consiguiendo así que las enzimas encargadas de que a partir de cada uno de los genes se fabrique una proteína determinada puedan actuar sobre todo un grupo de genes al mismo tiempo. Los genes que se encuentran más alejados (“un tercer gen” en la figura de abajo) darán lugar de este modo a una menor cantidad de proteínas. Un mecanismo bastante sencillo para conseguir que la cantidad de proteínas sea diferente en unos tejidos o en otros.
Aunque todavía no se sabe muy bien cómo se dobla el ADN, en este trabajo han demostrado que existe una proteína que favorece el plegamiento, formando el ADN una estructura tridimensional que han visto en una enorme cantidad de seres vivos (el punto verde de la figura de abajo).
Referencia:
Tena, J., Alonso, M., de la Calle-Mustienes, E., Splinter, E., de Laat, W., Manzanares, M., & Gómez-Skarmeta, J. (2011). An evolutionarily conserved three-dimensional structure in the vertebrate Irx clusters facilitates enhancer sharing and coregulation Nature Communications, 2 DOI: 10.1038/ncomms1301
Fuente:
¡Cuánta Ciencia!