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3 de mayo de 2011

¿Cómo sabemos la temperatura que hizo siglos atrás?

Pese a toda la información que los científicos extraen de las pinturas rupestres (datadas hace 40.000 años), de ninguna de ellas se puede deducir que Gork (nombre ficticio) no haya salido a cazar mamuts porque la temperatura estaba por debajo de los 5º grados. Ni siquiera, los papiros egipcios confirman (o desmienten que para el caso es lo mismo) que Hatshepsut no haya salido a jugar porque la solana sobrepasaba los 40º grados a la sombra. Entonces, ¿cómo saben los expertos la temperatura del pasado?

Pues hay varios métodos. Hasta hace muy poco, los expertos se basaban en los datos obtenidos de los anillos de los árboles. Cada anillo de un árbol es un nuevo año. Los científicos así logran determinar primero la edad y luego, el grosor del anillo les indica cuanto había crecido ese año. Mucho crecimiento indica un buen clima. Y viceversa.
Comparando diversos árboles de una región, podían determinar de un modo aproximado el clima de ese lugar. ¿Suena bien? Pues no tanto.

El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) utilizó este sistema para medir las variaciones de la temperatura. Se tomaron muestras de árboles muy antiguos, se les asignó valores de temperatura a distintos grosores de anillos y se realizó un gráfico que mostraba las temperaturas. El problema es que mientras el gráfico mostraba un descenso de la temperatura en los últimos 40 años (desde 1970 se tiene un registro muy fiable), los datos mostraban un aumento de la temperatura en ese período.

Al ver esto, Craig Loehle, doctor en ecología matemática por la Universidad de Colorado y uno de los mayores expertos en cambio climático, aseguró que el método de los anillos no pueda captar los cambios climáticos que se suceden más allá de los 100 años. Así, Loehle recurrió a otras alternativas para medir la temperatura del pasado: restos de polen, fosas profundas, isótopos de oxígenos extraídos de estalactitas, depósitos de fondos de lagos marinos y utilizó todo esto para hacer un registro alternativo. Aunque no el único.
Dalila Aldana es bióloga e investigadora titular de un proyecto que realizan científicos mexicanos, franceses y australianos respaldados por el Cinvestav (Centro de Investigación y Estudios Avanzados) de México, el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNSR, en francés) y la Universidad de Bretaña Occidental (UBO).

El estudio se centra en lo hábitos del caracol rosado (Strumbus gigas) que habita la región mexicana de Quintana Roo. A través de la esclerocronología los científicos podrán determinar no sólo la temperatura del hábitat de los especímenes vivos, sino también de aquellos que poblaron la región 15 siglos atrás. La esclerocronografía estudia los restos de sedimentos que se han acumulado en las conchas de diversos moluscos a los largos de los años, así no solo se revelan las temperaturas, sino también el grado de contaminación de los mares.

Fuente:

QUO

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