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26 de abril de 2011

A 25 años, nada se aprendió de Chernóbil

¿Aprendimos algo de Chenóbil? Según diversas organizaciones ambientales la respuesta es un rotundo NO.


A 25 años, nada se aprendió de Chernóbil

Como lo han demostrado desde hace tiempo las organizaciones ambientalistas, numerosos investigadores e ingenieros de renombre, así como investigadores del ámbito megaWatt, existen alternativas a la energía nuclear aunque algunos Estados se obstinen en defender el mito de su renacimiento, incluso cuando el desarrollo tecnológico alcanzado permite salir de esa industria sin dejar de respetar los compromisos climáticos de aquí a 2050, según la agenda ambiental internacional.

Así lo afirman Michèle Rivasi, diputada europea, fundadora de la Criirad (Comisión de Investigación y de Información Independiente sobre la Radioactividad); Yuri Bandajevsky, profesor de anatomo-patología y rector de la Universidad de Medicina de Gomel (Bielorrusia) y Daniel Cohn-Bendit, presidente del grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo a propósito de los 25 años del estallido, por un error humano, del reactor 4 de la planta nuclear de Chernóbil (Ucrania, entonces Unión Soviética) el 26 de abril de 1986. (“Les leçons de Tchernobyl n’ont pas été tirées”, www.lemonde.fr/ 25 abril). Dicen ellos que el futuro energético de Europa y la reducción de los gases de efecto invernadero dependerán de las inversiones que se hagan en la próxima década, optando por tecnologías que nos permitan construir “un futuro durable y responsable”.

Cuando la central de Fukushima sigue arrojando nucleidos radioactivos en la biósfera, recordando la contaminación causada por Chernóbil, los autores llaman a aplicar urgentemente medidas de radioprotección en las zonas afectadas, para no repetir el error de Europa que durante años orientó su ayuda exclusivamente al control de la seguridad en de Chernóbil y su sarcófago”, en lugar de destinar fondos e investigaciones médicxas para para proyectos sanitarios.

Al respecto, los especialistas aseguran que “para la comunidad científica no hay duda alguna sobre la relación entre la catástrofe nuclear de Chernóbil y la inversión de las curvas de nacimiento en las zonas directamente afectadas por la radioactividad”. En particular en Bielorrusia, añaden, donde a 25 años de distancia se asiste a una “hecatombe” demográfica con una tasa de crecimiento de -5.9 por ciento.

Fuente:

Milenio


Es mejor no prolongar la agonía nuclear

Chernóbil sacudió las conciencias hace 25 años, pero la industria nuclear y sus aliados casi habían logrado que nos olvidáramos del desastre. Los cálculos que se acabaron imponiendo oficialmente establecieron que hubo mucho ruido pero sólo unos pocos muertos. Y aquello, además, fue simplemente un estrepitoso error provocado por la decadente burocracia comunista, porque el riesgo de las nucleares es casi cero cuando las gestiona gente competente.

Pero en esa Arcadia feliz ha irrumpido Fukushima, dirigida quizá por incompetentes, pero del subtipo capitalista. Todo el mundo vuelve a hablar de reforzar la seguridad (por lo tanto, hasta ahora el riesgo no era casi cero) y en la conferencia internacional que esta semana se ha celebrado en Kiev se ha instado a reevaluar las consecuencias de Chernóbil sobre la salud porque, repentinamente, ya no cuela que causara unas decenas de muertos un accidente que irradió a centenares de miles de personas.

Tras Fukushima se ha acabado el mito del riesgo casi cero. Es muy bajo, sí, pero la catástrofe humana y económica es tan grande cuando se produce el fallo que hablar de riesgo bajo suena a sarcasmo. Las aseguradoras ya lo sabían y sus primas disuasorias ya habían llevado hace muchos años a las empresas privadas a no invertir en nucleares, un sector que ha quedado en manos de la iniciativa pública en los países que se atreven con el riesgo.

Lo que quieren las empresas privadas es que se alargue la vida de las centrales instaladas, la mayoría amortizadas y, por lo tanto, generadoras de beneficios con muchos ceros. Los gobiernos han sido hasta ahora proclives a sus presiones, pero harían bien en pensar en serio, antes de firmar más prórrogas, cómo se las apañarán si les cae encima un Fukushima. Es mejor no prolongar la agonía nuclear.

Fuente:

Público

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