Hace treinta y siete millones de años, en las aguas del antiquísimo mar de Tetis, una sinuosa bestia de 15 metros de largo, con mandíbulas enormes y dientes afilados, murió y se hundió en el fondo del mar.
Con el transcurso de los milenios, un manto de sedimentos se acumuló sobre sus huesos. El mar retrocedió, y cuando el antiguo lecho marino se transformó en desierto, el viento comenzó a desgastar la arenisca y la arcilla depositadas sobre los huesos. Poco a poco el mundo cambió. Los movimientos de la corteza terrestre empujaron a la India contra Asia, y se formó el Himalaya. En África, nuestros antepasados r emotos adoptaron una postura erguida y empezaron a caminar sobre dos piernas. Los faraones construyeron las pirámides. Roma ascendió y cayó. Y durante todo ese tiempo el viento continuó su paciente excavación. Entonces, un día, llegó Philip Gingerich para terminar el trabajo.
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National Geographic