Sábado, 21 de diciembre de 2009
Copenhague: Volver a empezar desde cero
Un hombre abandona el pabellón Bella Center de Copenhague. | AFP
20 de diciembre de 2009.- Las cosas hay que decirlas claras, algo que los políticos se niegan a aceptar. Obama dice que el acuerdo alcanzado es "histórico". Lo es, sí, pero por la total destrucción del trabajo de dos décadas.
Hemos perdido 20 años. Estamos como en 1989. El mensaje de Copenhague, como decía James Hansen, es el mensaje del fracaso. Tenemos que empezar, en 2010, de cero. El mensaje que los políticos, conducidos a él por sus técnicos, han dado en Copenhague es:
"Aquí cada uno que haga lo que le venga en gana. No hay Protocolo, no hay compromiso, no hay acuerdo vinculante internacional, y ni siquiera hay un número al que referir las emisiones que cada uno puede lanzar a la atmósfera. Emita cada uno lo que quiera".
Copenhague recuerda las conferencias previas a la Segunda Guerra Mundial. En ellas se expresaban deseos de que Hitler no siguiese ocupando países a su santa voluntad. Deseos. Hitler decía siempre que no, que por supuesto no ocuparía el siguiente territorio. Horas despues de volver a Berlin, Hitler daba la orden correspondiente de ocupación, al haber constatado la debilidad de sus oponentes.
Las emisiones mundiales de CO2 seguirán aumentando, y tras Copenhague, a ritmos acelerados, por si en el futuro lejano hay otro tratado que sea semi-vinculante. La temperatura seguirá subiendo. Se desplazarán las lluvias hacia el norte, y se desecarán aun más nuestras tierras mediterráneas. Obama ha lanzado un reto a la "ciencia". Ha dicho que ésta tendrá que ser más agresiva en el futuro. ¿Qué quiere? ¿Qué cojamos aviones y los estrellemos en las torres que quedan en Nueva York? ¿Cómo podemos decir más claro y alto que vamos camino de un colapso de la civilización?
El resultado era esperable. Si alguien repasa mis blogs en ELMUNDO.es, desde hace unos tres meses, verá que los científicos, acostumbrados a la predicción, sabíamos que en Copenhague perderíamos 20 años de esfuerzos titánicos, de cientos de noches sin dormir.
Para muestra, dos botones. ¿Cómo podía España ayudar a forzar un acuerdo vinculante cuando acababa de dar subvenciones mil millonarias al carbón y mostraba al mundo un ejemplo palpable de incumplimiento brutal de lo que su Parlamento había ratificado, la reducción de emisiones, que no habían hecho más que subir desde esa ratificación?
¿Cómo podía Venezuela, que hoy se queja, apoyar un compromiso, si su negocio es vender petróleo? La solución es volver a las raíces. No podemos seguir poniendo como meta de nuestras vidas el cobrar para estar tumbados viendo la tele (el estado del bienestar). Tenemos que volver a poner como objetivo el trabajo duro. Nuestro objetivo vital no puede ser tener un coche adicional, una pantalla más de tele cada año.
Tenemos que cambiar nuestra teoría económica y nuestras ciudades. Tenemos que mirar la realidad y aceptarla. Es duro. Es el mensaje de Churchill: "Sudor y lágrimas".
Va radicalmente en contra de los políticos. Pero detuvo a Hitler.
De alguna manera, tenemos que sobrevivir como civilización.
¿Lo hacemos?
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