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20 de abril de 2015

¿Por qué es imposible eliminar la incertidumbre?


Un miembro de los equipos de rescate del Airbus A320 de Germanwings. | EFE

De vez en cuando, como consecuencia de un accidente, los seres humanos nos planteamos ''cambiar los protocolos'' para eliminar la incertidumbre de nuestras vidas. Para tratar de reducir el número de accidentes, la muerte y la incapacidad. Hacemos leyes contra la -en lenguaje político- ''violencia de género'', -en español- los malos tratos a las parejas, generalmente, pero no siempre, mujeres, y esas leyes son inoperantes.
Se implantan limitaciones de velocidad, radares, controles en las carreteras, leyes contra el alcohol conduciendo, pero los accidentes siguen su marcha indiferentes a los seres humanos.
Ahora queremos implantar protocolos para evitar que un posible piloto perturbado, entre decenas de miles de profesionales perfectamente sanos, cause un accidente en un avión. Recordemos que un perturbado de un país altísimamente civilizado e inmensamente rico como es Noruega, Andreas Breivik, mato a 77 personas sin necesidad de subirse a un avión, o sin haber hecho un curso de salvajismo en los desiertos de Siria.
Durante 300 años, la ciencia física vendió, a base de ignorar sus propias ecuaciones, el determinismo en la naturaleza y la posibilidad de la regulación ordenada de las vidas humanas. Y los seres humanos compraron ese artículo, 50 años después de haberse demostrado que no existe el determinismo. Lo asumieron hasta el punto de proporcionar miles de millones para tratar de vencer la incertidumbre en el movimiento de los plasmas para controlar la fusión del isótopo ''tritio'' del hidrógeno para obtener energía abundante del agua.
La física y la ciencia comenzaron en 1600 cuando Galileo cambió radicalmente la forma de preguntarse por el funcionamiento de la naturaleza. Indicó que había que dejar de lado los dogmas y sencillamente, experimentar y medir. 320 años después, en la década entre 1920 y 1930, los físicos descubrieron que, contrariamente a lo que creían, la naturaleza es incierta. La ecuación de Schrödinger en 1925 indica que los electrones, una de las dos piezas básicas de esa naturaleza, no siguen trayectorias definidas, que de hecho, es imposible hablar de "la trayectoria de un electrón". La ecuación de Heisenberg expresa que es imposible fijar con exactitud simultáneamente la velocidad y la posición de ese electrón.
Pero, curiosamente, esas afirmaciones sobre la inexistencia de la certidumbre en la naturaleza sólo hicieron más fuerte la sensación de que la ciencia, y sus derivadas, la técnica y las diferentes tecnologías, iban a ser capaces de reencontrar la certeza y eliminar la aleatorieidad de la vida de los seres humanos.
No es así, y ¡menos mal!. La naturaleza, y una de sus derivaciones, la sociedad humana, son inciertas. Son inciertas profunda e inevitablemente. Es imposible diseñar ''protocolos'' para eliminar la incertidumbre.
Podemos hacer maravillosos diseños de puertas de las cabinas de los aviones, podemos obligar a que en esas cabinas haya siempre 4 personas altamente profesionales. Podemos vigilar las cabinas desde tierra y desde el espacio. Seguirá habiendo accidentes aéreos.
Podríamos controlar a todos los conductores de las carreteras españolas (¿podemos hacerlo?). Hacer nuevas leyes, poner radares cada kilómetro, destinar decenas de satélites a vigilar el tráfico. Seguiría habiendo accidentes.
Podríamos poner cámaras conectadas a las comisarías en cada habitación de cada vivienda de España. Seguiría habiendo asesinatos.
Los electrones que componen la materia viven dentro de las interacciones de quintillones y más de ellos. Un electrón, en el espacio, a mitad de camino entre el Sol y Alpha de Centauro, esta sometido a las ondas electromagnéticas de trillones de estrellas del universo.
En la naturaleza no existe ''el átomo de hidrógeno'', sino quintillones de átomos de hidrógeno en interacción no lineal de todos con todos. No existe el apantallamiento, el aislamiento de unas partículas respecto a otras. Y esos zillones de interacciones generan movimientos irregulares, inciertos, indeterminados, según las propias ecuaciones de la física.
En el cerebro humano, las corrientes iónicas neuronales que son nuestra memoria y nuestros pensamientos son inciertas. Las redes neurales interaccionan unas con otras y el resultado es una mezcla de determinismo y aleatorieidad, donde esta última no es eliminable. 
En una mesa de billar llena de bolas elásticas de diversas masas y tamaños, por ejemplo, de bolas de billar y de rodamientos, y agitada de manera regular mediante una máquina tipo reloj, el movimiento de las bolas es indeterminado, a nivel macroscópico, sin necesidad de bajar a nivel atómico. En cada choque entre dos bolas, se conserva la energía y la cantidad de movimiento de ambas. Esto proporciona tres ecuaciones para el choque, pero hay cuatro incógnitas en el mismo: las dos componentes de la velocidad de cada una de las bolas tras el choque. Las trayectorias son indeterminadas. No hace falta ir a la mecánica cuántica ni utilizar el Principio de Heisenberg. En mecánica clásica existe el mismo principio de indeterminación.
La naturaleza es indeterminista a nivel fundamental. Y ¡ menos mal !
La alternativa sería que en la habitación, la zona del radiador estuviese a 100 grados y la pared opuesta a 0ºC. Lo que hace alcanzar el equilibrio a la temperatura de la habitacion es el indeterminismo del movimiento del aire.
La alternativa sería que no hubiese posibilidad de prosperar en la vida, que si naciésemos con una enfermedad, fuera imposible curarla. De hecho, sólo gracias a la incertidumbre en la naturaleza apareció la vida, y sólo gracias a ella aparecimos los seres humanos. Somos fruto de las fluctuaciones imprevisibles a la hora de la duplicación de las células.
La incertidumbre es inevitable, pero aceptado esto, podemos poner medios para vivir con ella. Sabemos que no es posible eliminar los accidentes de carretera. Hagamos los arcenes de las mismas bien amplios para permitir el acceso rápido al accidente de ambulancias, policías y grúas que estarán situadas en espera a poca distancia entre ellas. Sabemos que siempre habrá locos como Breivik. Tengamos preparada la respuesta para curar a los supervivientes.
Y aceptemos la realidad, el riesgo. Si pensásemos sólo en el accidente, nunca cogeríamos el coche. Mis dos peores accidentes los he tenido esquiando y en la bicicleta. ¿Debemos dejar de esquiar, de montar en bici, de coger el coche o el avión?
Lo que debemos hacer es aceptar la realidad de la naturaleza, y de una parte de ella que somos nosotros, y sabiendo que  n o   e s   p o s i b l e eliminar los accidentes, poner medios para minimizar sus efectos. Por ejemplo, sabiendo que inevitablemente hay crisis económicas, guardar mucha riqueza como colchón para amortiguar el golpe cuando se produce, lo mismo que tener preparadas las ambulancias a la orilla de las carreteras en amplios arcenes que permitan su acceso al herido en escasos minutos, como he dicho arriba.
Implantar, no protocolos que traten de eliminar los accidentes, sino el principio de precaución, que asume la realidad del evento improbable, y toma las medidas posibles, no para evitarlo, lo cual no es factible, sino para corregir lo mejor que sepamos sus efectos.
Y pensemos que, como he dicho también, la búsqueda de la eliminación de la incertidumbre es la implantación del ''Gran Hermano'': No la elimina, pero elimina la humanidad que queda en nuestras vidas.
Fuente:
El Mundo (España)

29 de octubre de 2013

El "suero de la verdad": ¿Mito o realidad?

Usos del tiopentato de sodio

Mesa de ejecuciones
  • Se usa en las salas de operaciones para inducir anestesia general
  • Se administra en 34 estados de EE.UU. como la primera fase de la inyección letal en una ejecución; una dosis masiva hace que el prisionero condenado se duerma (la foto muestra una cámara de ejecución en Ohio)
  • "El suero de la verdad" también se usa mucho en la ficción: en cine y TV, y en algunas novelas

Michael Mosley

Michael Mosley intentando mentir bajo la influencia de un suero de la verdad.

Uno de los grandes retos de vivir en nuestra sociedad es saber cuándo la gente está diciendo la verdad. Todos mentimos todo el tiempo y somos tremendamente malos para detectar que otras personas están deliberadamente tratando de engañarnos.
Hay muchos mitos urbanos sobre la detección de mentiras, como la idea de que los mentirosos tienden a mirar para otro lado, retorcer los pies o tocarse la nariz (el llamado "efecto pinocho") cuando están diciendo embustes.
Estudio tras estudio han demostrado que los profesionales como los policías no son más capaces de detectar patrañas que el resto de nosotros.

Por eso no sorprende que por muchos años los científicos hayan estado tratando de desarrollar "sueros de la verdad", sustancias que obliguen a que uno le diga todo lo que sabe al interrogador.

Una de las más viejas y conocidas es el tiopentato de sodio. Aunque fue hecha por primera vez en los años 30, aún se usa en ciertos casos que incluyen, en algunos países, los policiacos y militares.

Experimentos con tiopentato de sodio en Inglaterra 1945

Experimentos con tiopentato de sodio en Inglaterra 1945.

En carne propia

Yo estaba intrigado y también extremadamente escéptico sobre las afirmaciones de que el tiopentato de sodio, originalmente desarrollado como un anestésico, podía hacer que la gente dijera la verdad aunque no quisiera, así que decidí probarlo.

El tiopentato de sodio es parte de un grupo de drogas llamadas barbitúricos, que fueron muy populares en los 50s y 60s para ayudarle a la gente a dormir mejor.

Ya no se usan con ese propósito pues son muy adictivos y potencialmente letales; Marilyn Monroe murió por una sobredosis de barbitúricos.

Yo decidí tomar una dosis pequeña de tiopentato de sodio bajo supervisión médica, con el anestesista Austin Leach vigilando mis signos vitales constantemente.

Los barbitúricos funcionan bajando la velocidad con la que viajan los mensajes por el cerebro y la columna vertebral. Entre más hay, más difícil es que los mensajes químicos crucen las brechas entre las neuronas.
Todo el proceso de pensamiento se lentifica hasta que uno se queda dormido. Con tiopentato, eso ocurre muy rápidamente.

A pesar de que fue creado inicialmente como anestésico, pronto se notó que cuando los pacientes estaban en esa zona gris entre la consciencia y la inconsciencia eran más conversadores y desinhibidos. Y cuando se pasaba el efecto, se les olvidaba qué habían dicho.

Se decidió entonces que el tiopentato de sodio podía ser la base de una droga de la verdad, una herramienta de interrogación. Pero, ¿realmente funciona?

Para probarlo decidí que trataría de mantenerme firme con una historia ficticia: en vez de ser Michael Mosley, un periodista de ciencia, sería Michael Mosley, un famoso cirujano del corazón.

Empezamos con una dosis pequeña

Inmediatamente me sentí extremadamente mareado, intoxicado. ¿Me haría eso más propenso a decir la verdad?

Gente tomando vino

"In vino veritas"... Muchos piensan que el vino tiene un efecto parecido.

Existe la expresión "in vino veritas", en el vino está la verdad. El alcohol es un anestésico y debilita algunos de nuestros centros superiores, áreas como la corteza cerebral, en los que procesamos muchos de nuestros pensamientos. 

Reduce la inhibición pero también hace que pensar sea más lento, por lo que es difícil tener ideas claras.

El historiador romano Tacitus aseguraba que las tribus germanas realizaban sus juntas más importantes borrachas pues creían que así era más difícil mentir.

Una teoría sobre el tiopentato de sodio es que funciona de una manera parecida. Debido a que mentir es generalmente más difícil y complicado que decir la verdad, si uno reprime las funciones corticales superiores es más posible que dirá la verdad, sencillamente porque es más fácil.

¡Ja, ja, ja!

No estoy seguro de que haya podido mentir convincentemente bajo la influencia de esa dosis baja de la droga, pero sí lo pude hacer.

Dedos cruzados

Mentir es más difícil que decir la verdad.

"Soy un cirujano -¡ja, ja, ja!- cirujano cardíaco, un cirujano cardíaco mundialmente famoso", grité cuando el doctor Leach me preguntó cuál era mi trabajo.

"¿Me puede decir cuál fue la última operación que hizo?", preguntó, cortésmente.

"Una revascularización coronaria", improvisé. "Sobrevivió... fue fabuloso".

No muy persuasivo, pero logré mantenerme con mi historia ficticia. ¿Qué pasaría si subíamos la dosis?

Más, para ver qué pasa

En este punto me inquieté un poco. Me arriesgaba a decir algo que no quería que el mundo supiera pero, confiado en mi habilidad para seguir mintiendo, le dije a Leach: ¡adelante!

Me dieron otra dosis un poco más alta de tiopentato de sodio y esta vez me sentí más sobrio, más en control.

Lo que pasó entonces fue toda una sorpresa.

Nuevamente, el doctor Leach me preguntó cuál era mi nombre y mi profesión. Esta vez, no vacilé.

"Soy un productor de televisión. Bueno, un productor ejecutivo, bueno, un presentador... una mezcla de los tres".

"Entonces, ¿no tiene experiencia en cirugía cardíaca?", me preguntó gentilmente.

"Ninguna".

La verdad

Detector de mentiras

Que haya algo que detecte la verdad sigue siendo mentira.

Todavía estoy confundido respecto a lo que pasó pues un efecto de la droga es distorsionar la memoria a corto plazo.

Pero creo que la razón por la que dije la verdad en esa ocasión fue que nunca se me ocurrió mentir.
¿Funciona?

Mi conclusión tras probarla y hablar con expertos es que ciertamente te hace más proclive a hablar, pero cuando uno está bajo su influencia está en un estado extremadamente sugestionable.

Hay un alto riesgo de que uno diga lo que el interrogador quiera en vez de decir la verdad.

La realidad es que no tenemos una droga de la verdad confiable todavía. O, si ya hay una, nadie lo ha dicho.

Fuente:

BBC Ciencia

18 de abril de 2013

También se puede aprender a mentir...

Científicos de la Universidad de Northwestern (EE UU) demostraron en un estudio reciente que se puede aprender a decir una mentira de tal modo que parezca idéntica a la verdad.

Normalmente, las personas tardan más tiempo y comenten más errores cuando cuentan una mentira que cuando dicen la verdad. Esto sucede, en esencia, porque en su cabeza están manejando dos respuestas que se contradicen entre sí, y tratando de suprimir la opción más honesta. Sin embargo, con la práctica adecuada las diferencias reconocibles pueden desaparecer. Xiaoqing Hu y sus colegas pusieron a prueba un sistema de "entrenamiento de mentirosos" en el que una serie de sujetos aprendían a aumentar la velocidad de respuesta cuando el contenido de sus palabras era incierto. Tras practicar y repetir en sus mentes varias la mentira, comprobaron que a partir de cierto punto los individuos no cometían errores al contarla, y respondían a idéntica velocidad mintiendo que cuando lo que decían era cierto.

El nuevo hallazgo debería ser tenido en cuenta por la policía cuando se comete un delito. "En la vida real, suele transcurrir un tiempo entre que se produce un crimen y se interroga a los sospechosos, suficiente para preparar y practicar mentiras", advierte Hu. 


Fuente:

Muy Interesante

4 de abril de 2013

Las mentiras del mono manipulador

Un mono capuchina en Costa Rica. | Reserva Playa Tortuga

Un mono capuchina en Costa Rica. | Reserva Playa Tortuga
'Pura vida' es la frase que responden los costarricenses o ticos cuando se les pregunta: '¿cómo estás?' Es sinónimo de estar bien y tranquilo. Una sensación de estar satisfecho con la vida y uno mismo. Entonces uno exclama 'pura vida' también, cerrando así el círculo. La expresión no me extraña dada la ingente cantidad de animales y plantas que viven en este hermoso país, el cual rebosa vida por todos lados, ya que posee el 4,7% del total de las especies conocidas en el planeta Tierra.

Hace unos días aterricé en el país para hablar con varios biólogos y guías encargados de seguir el rastro a las cuatro especies de primates que habitan esta zona de Centro América: mono araña, mono ardilla, mono aullador y capuchino.

He comenzado por la reserva biológica de Playa Tortuga, en el cantón de Osa, situada en la costa sur del pacífico, la cual cuenta casi 40 hectáreas donde habitan, entre otros animales, pizotes, caimanes, boas constrictor, serpientes coral y terciopelo, tortugas, mapaches, ocelotes, monos aulladores y monos capuchinos.

Estoy interesado desde hace tiempo en los monos capuchinos debido a algunas capacidades que poseen y que sólo han sido encontrados en otros grandes simios, razón por la cual se han ganado a pulso el calificativo de 'Chimpancé del Nuevo Mundo'.

Los simios 'huelguistas'

Para adentrarme en la selva me acompañó Aitor Agirregoikoa, un gran amigo que lleva varios años trabajando por la conservación de la flora y fauna de este espacio. Le pedí que me enseñara la tropa de capuchinos que habita en la selva que pertenece a la reserva y habláramos sobre su comportamiento en el camino.

Comenzamos por un pequeño sendero que conducía a una playa donde las tortugas vienen a desovar cada año. Aitor me contó que sólo una de cada mil llegan al océano. El resto son comidos por los mapaches, iguanas y otros depredadores. Desafortunadamente, existe el mito de que son afrodisiacos, con lo que ser humano también forma parte de esta 'lista negra'.

Continuamos selva adentro, cuando al rato de caminar ya nos sorprendieron los primeros monos capuchinos. Éstos asomaban sus pequeñas cabezas de entre los árboles y nos miraron con curiosidad. Al sentirse observados, nos vigilaron y siguieron durante el trayecto. Haciéndonos los despistados continuamos para no asustarlos. No sirvió de nada ya que comenzaron a tirarnos ramas de los árboles y a orinar sobre nosotros. No nos querían allí, así que nos movimos de lugar. Ya llegando a la playa, apareció un mapache y paramos para no despertar la mala leche que exhiben cuando se sienten amenazados. Llegado el caso, se ponen a dos patas y te enfrentan. No huyen como hacen otros animales.

Sentados en un tronco varado en la playa, desde donde se apreciaba la frondosidad de la selva, le conté a Aitor algunas capacidades que esta especie ha demostrado en pruebas de laboratorio: tendencia a compartir y cooperar con otros miembros, sentido de la justicia e incluso hacer huelga cuando perciben que han sido tratados de manera injusta. Este descubrimiento es muy importante porque nos ofrece evidencias de que la moral, a un nivel muy básico, puede que sea una capacidad innata. Esto significaría que los humanos y otros primates nacemos con cierta idea de lo que está bien o mal, lo cual situaría los orígenes de los valores en hace millones de años, muchos antes de que lo que algunos filósofos y religiones lo sitúan.

La picaresca del primate

Proseguimos por la línea de la playa y cogimos varias pipas (cocos) para bebernos su deliciosa agua. A 35 grados de temperatura es fácil deshidratarse. A lo lejos, observamos a través de los prismáticos a otros capuchinos frotarse el pelaje con hojas de plantas del género Piper, las cuales contienen un compuesto que está presente en muchos spray antimosquitos de los que consumimos en Europa.

Aunque en Costa Rica se desconoce si lo hacen, en Brasil se han detectado grupos de capuchinos que usan herramientas, como por ejemplo piedras y yunques con los que abren frutos secos a base de calculados golpes que dejan madurar varios días en el suelo antes de ser transportados. Pero aún más interesante es el hecho de que tanto los instrumentos como los frutos son transportados desde varios kilómetros de distancia hasta la base de piedra que hace de yunque, con lo que es necesaria una planificación previa. El fácil acceso a comida y agua que tienen en este área del pacífico, puede que haya hecho innecesaria esta adaptación.

Iniciando el camino de vuelta a las instalaciones de la reserva, vimos de nuevo a varios capuchinos, esta vez en las orillas de un río, donde probablemente se hacen con pequeños cangrejos que golpean contra las piedras para poder comer su carne. Se ha comprobado que dan falsas llamadas de alarma que indican la presencia de depredadores para ahuyentar a los compañeros y poder así comerse a solas los moluscos y crustáceos que encuentran.

Es decir, manipulan lo que otros piensan en un momento dado mediante la mentira, una capacidad difícil de encontrar en otros primates no humanos y que prueba la enorme inteligencia de estos pequeños animales de apenas 5 kilos de peso.

Mañana me traslado en autobús al Parque Nacional de Corcovado, que está a unos 100 km en línea recta hacia el suroeste desde el lugar donde me encuentro. Se trata de una gran extensión de selva virgen primaria donde habitan monos araña, jaguares y tapires. Por esta razón algunos lo denominan "el Amazonas de Costa Rica". Desde allí os escribiré de nuevo, para compartir conocimientos con expertos de la zona y recordar una vez más que tú, al igual que yo, somos monos.

¡Pura vida, amigos!

Tomado de:

Yo Mono (El Mundo)

1 de diciembre de 2012

¡Miénteme! O el efecto Lake Wobegon

A todos nos gustan las personas honestas y sinceras. Sin embargo, todos somos deshonestos y mentirosos, al menos en determinados instantes. Todos, en suma, estamos atrapados en el efecto Lake Wobegon.


Lake Wobegon es una población de mentira del estado de Minnesota en la que, según se dice, “todas las mujeres son fuertes, todos los hombres son guapos y todos los niños están por encima de la media.

Es decir, que tendemos a sobrestimar nuestras facultades y capacidades, atribuimos al infortunio el haber suspendido un examen o haber sufrido un accidente de tráfico, pero nos atribuimos los méritos de haber sacado una buena nota académica.

En un sondeo llevado a cabo sobre 829.000 bachilleres por el College Board estadounidense, una organización dedicada a la realización de Pruebas de Aptitud Académica (SAT), sacó una clara conclusión: el 0 % de los encuestados se consideraba por debajo de la media en relación con su “capacidad para llevarse bien con los demás.”

Es lo que los psicólogos sociales llaman sesgo egoísta. También hay otras conductas parecidas que refuerzan el efecto Lake Wobegon: el optimismo ilusorio, la autojustificación o el sesgo endogrupal, es decir, que sobrestimamos las capacidades de nuestro grupo, país, equipo, etc.

Este particular funcionamiento de nuestro cerebro, a todas luces subjetivo y con escaso arraigo en lo real, nos protege de la depresión, mitiga el estrés y mantiene nuestras esperanzas. Es decir, que parece positivo que nos mintamos, es mentalmente sano. ¡Miénteme!

Pero no todo parece tan sencillo. Si bien es emocionalmente atractiva la mentira, puede no serlo tanto si pretendemos construir sociedades más justas y desarrolladas, tal y como señala el psicólogo social David G. Myers en Este libro le hará más inteligente a propósito de los beneficios de los sesgos mentales:
todos esos beneficios se producen a costa de la discordia marital, del boqueo de las negociaciones, de la condescendencia fundada en prejuicios, del endiosamiento nacional y de la guerra. El hecho de cobrar conciencia del sesgo egoísta no nos aboca a adoptar posturas próximas a la falsa modestia, sino a un tipo de humildad que constata tanto nuestros auténticos talentos y virtudes como los méritos de los demás.
Podéis leer más ejemplos sobre el efecto Wobegon en ¿Por qué creemos que somos mejores que los demás, sobre todo al volante de nuestro coche? (y II)

Fuente:

FayerWayer
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