Para comprobarlo, Gopnik llevó a cabo una serie de experimentos con máquinas que reproducían música. Tras pedirle a los niños que las accionaran, observaron que primero planteaban hipótesis sobre cómo accionar los aparatos –que se activaban accionando simultáneamente dos bloques- y a continuación averiguaban cuál de ellas era más plausible.
“El juego cotidiano es una forma de experimentación con el mundo, de obtención de datos y de extracción de nuevas conclusiones”, aclara Gopnik, que asegura que es preciso dejar que aprendan por sí solos haciendo “ensayos” como científicos en lugar de decirles lo que tienen que saber. La experimentación intuitiva, añade la investigadora, nos permite desde edades muy tempranas descubrir las causas y los efectos que hay detrás de lo que sucede a nuestro alrededor mejor que cualquier otro método. De ahí que recomiende cambiar el método de enseñanza de los preescolares, que tiende a subestimar sus capacidades intelectuales.
Y además…
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