Eran las diez menos cuarto de la mañana del 1 de noviembre de 1755.
En ese momento exacto el mundo se resquebrajó. Primero fue un temblor,
luego un tsunami, después los incendios, el pánico y la miseria: el
primero de noviembre de 1755, el día de todos los santos, el terremoto de Lisboa se llevó 100.000 vidas, estremeció Europa y se convirtió en el primer desastre moderno.
Estos días llenos de terremotos, con la mente en Japón, en Centroamérica, en Chile o en Nepal,
viene bien recordar el momento en que entendimos que los desastres
naturales no eran sólo cosa de Dios, la naturaleza o el destino, sino
fenómenos que podíamos estudiar, prevenir y explicar. El 1 de noviembre de 1755 "nació" la sismología moderna.
"De todas las capitales, esta era la que más se asemejaba a una
ciudad de Dios en la Tierra, que parecía el último lugar sobre el que se
podía desatar la ira divina” porque “era una ciudad rebosante de
devoción”. Así describía Nicholas Shrady, autor de The Last Day, la ciudad de Lisboa. Y debía de ser cierto, sobre todo porque nuestro fuerte nunca ha sido la predicción.
Y crack. El terremoto fue largo, algunas crónicas
dicen que duró más de seis minutos, y destrozó la ciudad por las
costuras. Hubo grietas que tenía más de cinco metros de ancho. Unos 40
minutos después, un tsunami arrasó el puerto y la ciudad ribereña. Nadie
lo esperaba. Rousseau se preguntaba en una carta a Voltaire que “¿Cuánta gente desafortunada pereció en este desastre por haber regresado a sus casas para recuperar unos sus ropas, otros sus papeles y otros su dinero?”.
Pero como Lisboa ha sido siempre una ciudad de escarpadas colinas, en
las zonas que se salvaron del agua comenzaron a propagarse los fuegos.
Las cárceles se desmontaron y los criminales tomaron una ciudad en la que llovía ceniza y las iglesias se derrumbaban mientras los prostíbulos seguían en pie.
El buen montón de prostíbulos situado en una parte de la ciudad no sufrió daño alguno: “La gente pensaba que era una extraña demostración de la intervención divina”, dice Shrady; “los burdeles resistieron y las iglesias se derrumbaron”. Y por ello, no sólo se derrumbaron las iglesias, con decenas de miles de fieles en su interior, sino también una forma de pensar sobre el dios al que le rezaban en ese preciso instante: “El terremoto de Lisboa fue un acontecimiento decisivo en la historia europea”, afirma igualmente Shrady, “porque fue la primera vez que la gente comenzó a cuestionar las causas y la naturaleza de ese tipo de desastres”, hizo a un lado a Dios y contempló la posibilidad de las causas naturales para los mismos. Una chispa de racionalidad que fue, quizá, lo único positivo de esta catástrofe perfecta.
El artículo completo en Xakata
Más información en Hipertextual
Mostrando las entradas con la etiqueta lisboa. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta lisboa. Mostrar todas las entradas
19 de enero de 2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)