En el año 1006, astrónomos de varios
lugares del planeta describieron una explosión en el cielo tan poderosa
que sus restos fueron visibles durante tres años. Ahora, la revista Nature recoge
en portada el trabajo de los investigadores del Instituto de
Astrofísica de Canarias y la Universidad de Barcelona, que han
dilucidado el origen de este fenómeno: dos estrellas enanas blancas se
fusionaron y desencadenaron la supernova SN 1006.
Los testimonios de astrónomos medievales
del siglo XI –que, por entonces, eran astrólogos– describen cómo, entre
el 30 de abril y el 1 de mayo del año 1006, quedaron fascinados por la
mayor explosión estelar que se ha registrado jamás. Observadores chinos
destacaron que durante tres años vieron sus restos y, según un físico
egipcio de la época, el evento fue unas tres veces más brillante que
Venus y emitió tanta luz como una cuarta parte del brillo de la Luna.
La causa de tal fulgor fue una supernova llamada SN 1006. Las
supernovas son explosiones de estrellas al final de sus vidas, con
emisiones de grandes cantidades de material al medio interestelar, lo
que hace posible su estudio siglos después.
Ahora, un grupo internacional de
investigadores liderado por el Instituto de Astrofísica de Canarias
(IAC) y la Universidad de Barcelona (UB) ha descubierto cómo se produjo
esta explosión estelar. En un artículo que aparece en la portada de la
revista Nature los científicos la explican “como resultado de
la fusión de dos enanas blancas (estrellas de masa inferior a 1,4 veces
la masa del Sol en la última etapa de su vida)”.
“Hemos realizado una exploración
exhaustiva en torno al lugar donde se produjo la explosión en el año
1006 y no hemos encontrado nada, lo que invita a pensar que este evento
se produjo probablemente por una colisión y fusión de dos estrellas
enanas blancas de masa similar”, explica Jonay González Hernández,
coautor del estudio e investigador en el IAC.
La SN 1006 procede de un sistema
binario, formado por dos estrellas, “que pueden ser dos enanas blancas o
una enana blanca y otra compañera”, ha explicado a SINC González. En
este último caso, la enana blanca, que se encuentra en la última etapa
de su vida, captura material de la otra y cuando alcanza cierta densidad
y temperatura, estalla como una supernova, dejando un resto estelar.
Si se trata de dos enanas blancas, las
dos acaban por fusionarse y, en este caso, no dejan ningún rastro,
excepto el remanente de supernova. La pregunta de los astrofísicos era
qué tipo de estrellas explosionaron en 1006 y la pista definitiva ha
sido la ausencia de compañeras.
Búsqueda de compañera para la enana blanca
Los científicos observaron diferentes
tipos de estrellas –gigantes, subgigantes y enanas– en la zona, y se
centraron en el análisis de “las únicas cuatro estrellas gigantes que se
sitúan a la misma distancia que los restos de la supernova de 1006, a
unos 7.000 años luz de la Tierra”, añade.
Utilizaron el espectrógrafo de alta
resolución UVES, en el Observatorio Europeo del Sur (ESO, Chile), para
analizar datos de las cuatro estrellas gigantes, y comprobaron que
ninguna de ellas mostraba una velocidad de rotación notable, una
característica de las compañeras.
Ese dato, junto con la ausencia de
rastro estelar alguno, les sirvió para concluir que las estrellas de la
zona de la explosión “no son compañeras de la estrella progenitora de
la supernova 1006”, explica el investigador.
Desde el IAC añaden que, probablemente,
“la SN 1006 se produjo por la adición de masa de una estrella igual o
menos masiva que el Sol, o bien mediante la fusión con otra enana
blanca, lo que originaría una explosión termonuclear”, recoge la
investigación. “Esto explicaría la ausencia de restos estelares en la
zona de exploración”, cuenta González.
Calibrar distancias en cosmología
Esta no ha sido la primera vez que los
investigadores estudiaban una supernova. En 2004 analizaron la del año
1572 y lograron identificar su estrella compañera.
Pilar Ruiz-Lapuente, investigadora del
Instituto de Ciencias del Cosmos de la UB (ICCUB) y del Instituto de
Física Fundamental (IFF-CSIC), coautora del trabajo actual y líder del
anterior, comenta que en esa ocasión exploraron “otra región cerca del
centro de los restos de la supernova de Tycho y encontramos una estrella
subgigante de temperatura similar a la del Sol”. Entonces llegaron a la
conclusión de que podía ser la compañera de la estrella progenitora de
la supernova de 1572.
Ruiz-Lapuente asegura que en esta
ocasión también estaban buscando a la compañera de la supernova de 1006 y
que ha sido “una sorpresa” no encontrarla.
Los resultados de este estudio avanzan
que “los modelos que explican las explosiones de supernovas en sistemas
binarios no están claros”, comenta González. El investigador concluye
que “un mejor conocimiento de la formación de explosiones estelares por
fusión de enanas blancas podría ser útil, por ejemplo, para calibrar las
distancias en cosmología”.
Referencia bibliográfica:
Jonay I. González Hernández, Pilar Ruiz-Lapuente, Hugo
M.Tabernero, David Montes, Ramón Canal, Javier Méndez, Luigi R. Bedin.
“No surviving evolved companions of the progenitor of SN
1006”. Nature, 26 de septiembre de 2012. Doi:10.1038/nature11447.