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8 de marzo de 2023

Por qué el río Amazonas no tiene ni tendrá ningún puente que lo cruce

Aquí van las razones geográficas y socioeconómicas por las que el río más largo y caudaloso del mundo nunca tendrá una estructura que sirva para cruzar de orilla a orilla.


Cuando vemos en algún documental una panorámica del gran río Amazonas, el más largo del mundo, hay algo que salta a la vista, pero que no todo el mundo ha percibido: no hay ni un medio arquitectónico para cruzarlo, es decir, ni un solo puente. ¿Cómo es que a lo largo de toda la historia a nadie se le haya ocurrido edificar una estructura de hormigón o acero para atravesar su caudal? En sus casi 7.000 kilómetros de largo (de Cádiz a Barcelona solo hay 1.110 kilómetros de carretera, para hacernos una idea de su extraordinaria longitud), solo se puede cruzar a la otra orilla si tienes una embarcación. Atraviesa tres países: Perú, donde nace, Colombia y Brasil. Es tan caudaloso que contiene más agua que otros tres grandes ríos del planeta juntos, el Nilo, el Yangtsé y el Misisipi, conteniendo cerca de una quinta parte del agua dulce en estado líquido del planeta.

Hay que tener en cuenta varios factores geográficos y socioeconómicos para explicar este hecho tan curioso. En primer lugar, como podíamos imaginar, es lo muy agreste y salvaje que es el terreno sobre el que se aposenta. Su nacimiento más importante (ya que tiene distintos afluentes) está a 5.400 metros de altura, en la cordillera peruana. De ahí, se adentra en la profunda selva, por lo que podemos deducir rápidamente que no existen muchas carreteras por las que puedas transitar con un coche. Si miras un mapa, hay muy pocas ciudades realmente grandes o altamente pobladas en sus orillas. Algo llamativo, pues un gran río siempre trae consigo una gran ciudad, como sucede en las metrópolis europeas. 

 Esto ya nos da un argumento para pensar que los coches no son realmente comunes en sus inmediaciones, pues no hay grandes autopistas o buenas carreteras por las que ir. Pero esto no tendría que ser óbice para que hubiera un puente, al menos para cruzarlo a pie o en bicicleta. Aquí es donde entran los factores socioeconómicos de los habitantes de la zona. Los vehículos son inservibles si vives en uno de estos poblados pegado al río, puesto que existen montones de barcas y balsas para navegarlo o cruzar de orilla a orilla. La mejor autopista no es de asfalto, sino de agua.

Demasiado complicado...

Por otro lado, como explica el periodista Grant Piper en un artículo publicado en 'Medium', al no haber carreteras alrededor sería muy difícil traer todos los materiales y recursos industriales que se necesitan para edificar un puente. Además de lo muy costoso que sería su mantenimiento en un lugar muy húmedo y salvaje, donde la naturaleza es muy exhuberante.

"Por último, no hay ganas de financiar este tipo de infraestructura en mitad de la selva tropical", admite el periodista. "La construcción sería muy ruidosa y molesta. Los habitantes locales no verían ningún beneficio con su edificación y el gobierno perdería dinero, al no haber inversores privados interesados. Los grandes proyectos como este en entornos tan hostiles suelen atascarse o resultar muy caros y extremadamente peligrosos. El Amazonas está húmedo, lleno de insectos, bichos y enfermedades, y tiene un suelo muy pantanoso, extremadamente blando. Cualquier puente necesitaría unos cimientos profundos y vigas muy grandes hundidas en el lecho del río para alzarse. Todo eso suma mucho tiempo, dinero y material, y nada de eso sería fácil en el Amazonas".

Por su parte, Walter Kaufmann, presidente de Ingeniería Estructural en el Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETH) de Zúrich, explicó en 'Live Science' que "no hay una necesidad lo suficientemente apremiante para construirlo", ya que efectivamente los habitantes de la zona se desplazan en barcas y tampoco separa pueblos altamente poblados como para que hubiera un gran tráfico en la vía fluvial.

Otra posibilidad sería que, por ejemplo, en vez de construir un puente fijo sobre la superficie de las aguas, se edificara estructuras flotantes para pasar de una orilla a otra. Pero ni eso sería posible, pues como Kauffmann asegura, "el río se ve enormemente afectado por las variaciones estacionales, lo que añade mucha más complejidad". Esto quiere decir que su anchura varía mucho a lo largo del año: durante la estación seca, entre junio y noviembre, se sitúa entre los 3,2 y 9,7 kilómetros de media, mientras que en la estación húmeda (de diciembre a abril), el río puede alcanzar los 48 kilómetros de ancho. Y, por otro lado, el caudal del agua puede ser 15 metros más alto que en la estación seca.

Según un artículo de 'National Geographic', la lluvia en el Amazonas ha decrecido un 69% desde el comienzo del milenio. A esto se le suma su imparable deforestación, que de continuar con la tendencia, en poco más de 20 años, llevará a que se pierda el 30% de la biomasa amazónica sin árboles. A raíz del cambio climático, su impresionante y abundante masa arbórea produce más dióxido de carbono del que absorbe. Por esto mismo, habría que protegerlo de factores como la mencionada deforestación, así como de la gentrificación o la apertura de nuevas tierras para el cultivo. 

Tomado de: El Confidencial

 

7 de marzo de 2023

Agua potable, un derecho negado a medio Loreto

El 43,7% de loretanos no tiene acceso al servicio de agua potable o tratada. Es el mayor déficit en todo el país, según el INEI, y afecta principalmente a la niñez de las zonas rurales de la región, quienes enfrentan cuadros graves de parasitosis y anemia ante la carencia de este recurso. Si bien existen soluciones, urge una decisión política.


Para el 43,7% de la población en esta región del país (386.094 personas), tareas tan cotidianas como asearse o cocinar son un privilegio. Según el informe técnico “Perú: formas de acceso al agua potable y saneamiento básico, 2019” del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), no tienen acceso a este recurso hídrico ni a través de una red pública ni mediante un pilón, lo que representa el mayor déficit del servicio a nivel nacional.

La señora Aguirre, quien madruga junto a su hijo para hacer una larga cola flotante y comprar agua, siente su realidad como una condena perpetua. “Mire cómo los niños se van a bañar al río, tienen que irse lejos porque acá está oliendo feo el agua”, afirma, mientras contempla a los pequeños de su barrio alejándose de las orillas contaminadas del río Itaya.

Un problema de planificación urbana


Pero el acceso al agua potable o tratada no es un problema aislado. Pasa por temas de infraestructura, planificación urbana, fuentes de energía y, sobre todo, voluntad política. Este último factor, de acuerdo al ingeniero Marcos Vargas Schrader, exgerente de Sedaloreto, es clave para revertir las alarmantes cifras en la región. “Es un tema de decisión política y, obviamente, viene acompañado de un aporte financiero”, manifiesta.

Explica que en el caso de la provincia de Maynas se contempló que el crecimiento demográfico se daría hacia la zona sur de Iquitos, capital de Loreto, lo que sucedió hasta que el territorio ya no se dio abasto y empezaron a incrementarse los asentamientos en las riberas del Itaya. “No hay una planificación urbana, la gente se va a vivir en las zonas inundables y los políticos en campaña les ofrecen agua, luz y luego se olvidan”, agrega.

A esto se le suma la falta de un catastro técnico georreferenciado que determine por dónde pasan las conexiones de agua y cuál es su estado actual. Esta herramienta permite recoger información de la infraestructura sanitaria de agua para consumo humano y aguas residuales.

Un reporte de monitoreo a la estrategia de actualización catastral elaborado por el Organismo Técnico de la Administración de los Servicios de Saneamiento (OTASS) en el 2020, indica que la empresa prestadora de servicios (EPS) Sedaloreto tiene apenas un “avance intermedio” en esta tarea.

Si hablamos de distribución, como en el caso de Belén, donde la mayor parte de viviendas conectadas a una red de agua potable o tratada se concentran en el área urbana, nos queda un panorama aún más crítico. De 58 centros poblados rurales que conforman el distrito solo nueve cuentan con agua vía red pública o pilón, según el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis).

Esto se replica en toda la región, ya que de 2.552 centros poblados rurales, solo 280 cuentan con algún tipo de sistema para acceder a agua potable o tratada. 

Lea el informe completo en: La República

 

 

 

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