Nuestro sistema visual tiende a homologar y realizar asociaciones a partir de lo que observa, por lo que el atractivo de un rostro puede jugar a su favor cuando se mira el mismo rostro entre un grupo de rostros. Este es el "efecto porrista."
Tal vez recuerdes esta escena: en ella, el matemático John Nash (Russell Crowe) utiliza el dilema del prisionero para explicar el “equilibrio de Nash”, una situación en la que cada parte de un sistema de juegos logra un objetivo individual que a su vez contribuye a un objetivo colectivo. Este equilibrio puede servir para ligar en un bar, pero según Drew Walker y Edward Vul de la Universidad de California, en San Diego, nuestra psicología también realiza una especie de promedio al evaluar lo atractiva que nos parece una persona.
La idea es que las asimetrías y desproporciones individuales de los rostros tienden a suavizarse o volverse “promedio” cuando se ponen unos junto a otros; así, nuestros rostros son percibidos menos “diferentes”, por decirlo así, y probablemente más atractivos. Walker y Vul demostraron esto en cinco experimentos donde los sujetos debían evaluar lo atractivas que les parecían las fotos de algunas personas. Algunas fotos mostraban rostros individuales y otras rostros en grupo, o simplemente un collage de rostros aislados.
Tanto en hombres como mujeres, los rostros que aparecían en grupo fueron evaluados como más atractivos por los participantes del estudio. Esto, para Walker, obedece a que “los rostros promedio son más atractivos, probablemente a causa de que las idiosincracias de lo no-atractivo se promedian”, y se refiere a este efecto con un término que tal vez recuerdes de How I Met Your Mother: el efecto porrista (“the cheerleader effect”).