Un equipo internacional pudo determinar el origen de las emisiones de un peligroso gas que había sido prohibido desde hace años por considerarse un potente destructor de la capa de ozono. El año pasado, un observatorio de Hawái detectó el repunte de los niveles de triclorofluorometano o CFCs, pero los científicos ignoraban su procedencia. Ahora, una investigación publicada en la revista Nature afirma tener la respuesta a esta interrogante.
Al menos entre el 40 % y el 60 % del incremento de las emisiones en los últimos años de CFC-11 provendrían de la zona este de la China continental, según concluye la investigación. Todo parece indicar que el sector de la construcción del país asiático usa clandestinamente este producto, lo que podría ralentizar la recuperación de la atmósfera terrestre.
Se trata de tipo de CFCs, que es una serie de sustancias químicas desarrolladas inicialmente como refrigerantes en la década de 1930.
Se utilizaron también para formar agujeros en productos de espuma
blanda, como almohadas, alfombras acolchadas, cojines y asientos,
rellenos en autos e incluso en la construcción de edificios. La
utilización de productos de espumas aislantes aumentó en el último
cuarto de siglo debido al interés con respecto a la conservación de
energía.
A
los científicos les llevó décadas descubrir que cuando los CFCs se
descomponen en la atmósfera, liberan átomos de cloro que rápidamente
destruyen la capa de ozono que nos protege de la luz ultravioleta.
Recién a mediados de la década de 1980 se descubrió el gran agujero en
este manto protector.
En 1996,
los países más desarrollados dejaron de producir CFC-11 en aplicación
del Protocolo de Montreal. Tras una moratoria para los países en vías de
desarrollo, su producción se prohibió en todo el planeta en 2010.