El investigador lamenta la supuesta creación en China de dos niñas modificadas genéticamente.
Lluís Montoliu llevaba meses escuchando “rumores” de que en China ya
existían niños editados genéticamente. Ayer, este biólogo barcelonés de
55 años sintió “escalofríos” al ver el vídeo en el que el científico He Jiankui anuncia “con un tono mesiánico” el nacimiento de dos hermanas gemelas
con un gen inactivado para hacerlas inmunes a la infección por el virus
del sida. Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología y
presidente fundador de la Sociedad Internacional para las Tecnologías
Transgénicas, utiliza la técnica CRISPR para crear ratones con
enfermedades raras similares a las humanas, como el albinismo. En su
opinión, todavía hay demasiados riesgos
desconocidos como para aplicar la herramienta a embriones humanos con
fines terapéuticos. En el caso de China, además, no se trata de una
aplicación para tratar una enfermedad hereditaria. Los embriones estaban
sanos. Es, según lamenta Montoliu, un presunto intento de mejora
genética de la especie humana.
Pregunta. ¿Qué opina del anuncio de He Jiankui?
Respuesta. Hay que mantener el escepticismo y asumir
que todavía no sabemos si esto que nos cuentan ha ocurrido realmente.
Ya nos hemos comido muchas noticias procedentes de China que luego hemos
tenido que corregir o retractar. Más que una comunicación científica,
parece un anuncio de algunas de las empresas de este investigador, que
tiene empresas y por lo tanto tiene intereses al respecto. Legítimos,
pero intereses al fin y al cabo. Este martes empieza un congreso mundial
de edición genética en Hong Kong. Qué mejor caja de resonancia. Ha
conseguido una enorme campaña de publicidad y ahora tendrá colas
tremendas de parejas que le solicitarán este proceso de edición
genética.
P. ¿Es ético?
R. Se ha abierto una caja de Pandora. Es de una
irresponsabilidad colosal. No es una edición para curar. Es una mejora
genética. El paso siguiente es una eugenesia total. Le dirán a los
padres: “¿Qué desea usted?”. Se ha abierto la veda, que es lo que no
queríamos que sucediera, pero que ha sucedido donde sabíamos que
ocurriría: en China. Hay que decir claramente que este experimento es
ilegal en nuestro país y además es ilegal en muchos otros países,
incluyendo EE UU y Reino Unido, donde sí es posible la edición genética
de embriones en investigación, pero no su implantación [en una madre].
P. ¿Cómo serán esas niñas?
R. Lo más normal es que sean niñas mosaico, con
diferentes códigos genéticos en sus células. Es algo absolutamente
irresponsable. Al cabo de 20 o 30 años podrían desarrollar una
enfermedad autoinmune, en la que las defensas de su organismo ataquen a
sus propias células. Y los cambios en estas niñas se transmitirán a sus
hijos. El impacto bioético trasciende a las niñas. Los investigadores
chinos han creado una estirpe nueva de humanos, en sentido estricto. El
mensaje que están enviando es terrible. Habrá más gente que quiera que
le inactiven este gen a sus hijos. Los autores han cruzado dos líneas
rojas: un embrión humano editado genéticamente ha sido implantado y
gestado. Y, además, la aplicación es de mejora genética, no es
terapéutica.
P. ¿Hay alguna manera de evitar estos experimentos en humanos?
R. Este año hemos lanzado en París la Asociación para la Investigación Responsable e Innovación en Edición Genética (ARRIGE,
por sus siglas en inglés). Hemos incorporado a la Unesco. Una de
nuestras propuestas es impulsar la gobernanza internacional, pero somos
conscientes de que es muy difícil. Hay pocos tratados que tengan una
trascendencia mundial, al margen de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Quizá sea el momento de hacer un tratado internacional
para regular la edición genética. Lo que parece haber ocurrido en China
obligaría a disponer de una legislación internacional.
P. ¿Qué podría salir mal en el caso de China?
R. La inactivación de un gen mediante edición
genética, mediante CRISPR, es la aplicación más sencilla de todas. Pese a
eso, una de las hermanas gemelas parece tener las dos copias del gen
inactivadas, mientras que la otra hermana solo tiene una de las dos
copias inactivada, según admite el investigador. Me alucina que lo
reconozca sin problema. Esto demuestra su incapacidad para controlar el
sistema. Yo a este investigador le pediría que nos contara exactamente
qué ha hecho y cómo, para que pudiéramos valorar cuál es el impacto del
experimento.
Tomado de: El País (España)