Las doble queso con pepperoni no van a seguir llegando en ciclomotor. No habrá furgonetas de reparto por las calles. Volarán en silencio los drones y circularán vehículos autónomos capaces de cumplir los encargos con absoluta precisión. Gigantescos camiones automáticos o pequeños robots con ruedas como el de Starship Technologies, de los fundadores de Skype. Las entregas a domicilio y el transporte comercial también se suben al futuro.
El reparto de pizzas parece un territorio interesante para los experimentos. Ford empezó a hacerlos en agosto de 2017 en colaboración con Domino’s Pizza, en la ciudad de Ann Arbor, cerca de Detroit (EE UU). Allí, un Focus híbrido y autónomo se hace cargo de algunos pedidos, siempre con un ingeniero a bordo, y los clientes pueden seguir el rastro con la app Domino’s Tracker. Para recoger su pizza de un compartimento ubicado en la parte trasera del coche solo tienen que usar el código enviado por la aplicación.
Camiones con control remoto
Mucho más espectacular es el proyecto de la startup sueca Einride, cuyo vehículo 100% eléctrico puede circular sin intervención humana o manejarse por control remoto. De modo resumido: el T-Pod es un camión, pero no tiene cabina ni asiento del conductor ni parabrisas. El prototipo mide alrededor de siete metros de longitud, puede cargar 15 palés de tamaño estándar y ofrece una autonomía de unos 200 kilómetros. Y la empresa, sobre el papel, muestra optimismo: para 2020 quiere disponer de una flota de 200 camiones.
El objetivo no parece descabellado: la tecnología existe (en una fase ya avanzada), las carreteras están preparadas y hay envíos por hacer. Otto, el camión autónomo de Uber, recorrió en octubre de 2016 casi 200 kilómetros entre Fort Collins y Colorado Springs (Colorado) para transportar 45.000 latas de cerveza.
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