Al caer enfermos, notamos que nuestro cuerpo está mal. Nuestras
defensas se activan y hacen todo lo que pueden para eliminar ese agente
infeccioso que no nos permite actuar con normalidad. A su vez, nuestro
organismo también se defiende ante otro tipo de ataques, como por
ejemplo que nos salga una moradura en la zona en la que nos hemos dado
un golpe, o que, al hacernos alguna herida, ésta sea capaz de
cicatrizarse por sí sola.
Pero esto no es exclusivo del ser humano ni de los animales, ya que
las plantas también tienen sus propios mecanismos de defensa. Cuando las
plantas son atacadas o están “enfermas” debido a que han sido
infectadas por algún patógeno o un virus, las plantas activan sus
mecanismos de defensa y generan una serie de compuestos químicos y
proteínas que se encargan de comunicarle al resto de la planta que algo
no está yendo bien. Este cambio en los compuestos producidos por la
planta es debido a que hay una serie de genes que se activan (o dejan de
hacerlo) al notar la presencia de algún agente infeccioso, o al
sentirse atacada cuando algún animal provoca alguna herida en la hoja.
Hay dos moléculas relacionadas con la defensa en plantas que debemos
destacar: el ácido salicílico (SA) y el ácido gentísico (GA). Estas
moléculas son precisamente las que actúan como señal cuando algo no va
como debería, avisando al resto de la planta y provocando la activación
de los genes de defensa. Además, se ha observado que la aplicación de
estos compuestos puede ayudar a mejorar la resistencia de las plantas a
diversas infecciones. Por ello, es importante estudiar el papel que
tienen estas dos moléculas en la respuesta defensiva, siendo a ello a lo
que nos dedicamos en el laboratorio.
En este laboratorio, estamos estudiando en especial un gen implicado
en la defensa de tomate, que se expresa cuando se ha producido algún
tipo de infección. Para ello, hemos transformado plantas de tomate
provocando que este gen de defensa no se active. En este caso, estás
plantas no acumularán la proteína de defensa proporcionada por este gen,
por lo que serán más susceptibles ante cualquier ataque que las plantas
normales.
Una vez obtenidas las plantas, nos centramos en estudiar qué cambios
provoca la falta de este gen cuando la planta de tomate está siendo
atacada y los comparamos con la planta sin modificar. Para ello, hemos
sometido a las plantas a una serie de pruebas como, por ejemplo, la
infección con una bacteria llamada Pseudomonas syringae o con
el virus del bronceado del tomate (TSWV), una de las 10 virosis más
importantes en tomate. También hemos alimentado las raíces de las
plantas con una sustancia que se acumula en plantas enfermas.
Lo importante de este tipo de ensayos es que hay que coger muestra a
horas determinadas. Es decir, las plantas van sufriendo una serie de
cambios y lo que queremos ver es cómo se van produciendo esos cambios.
Si cogemos muestra, que en nuestro caso serían hojas, al cabo de dos
semanas y ya, entonces no veríamos nada importante. Por lo tanto,
tenemos que ir cogiendo muestra a las 6, 10, 24 horas, por ejemplo, o
incluso a los 6, 8, 15 días después de la infección, dependiendo del
experimento. Además, este tipo de muestreo sería como sacar una foto,
congelar la imagen y que la planta se quede como está para poder ver qué
estaba sucediendo en ese momento en concreto. Para ello, colocamos las
hojas (siempre la misma hoja de cada planta) en unos tubos especiales
llamados falcon y las congelamos instantáneamente al sumergirlas en
nitrógeno líquido. Una vez recogido todo lo que necesitamos, meteremos
estas muestras previamente identificadas, en un congelador a -80ºC y así
estarán listas para cuando queramos analizarlas.
A la hora de analizar, identificamos que genes han dejado de
funcionar o cuáles se están expresando de forma distinta con respecto a
las plantas normales, comprobando siempre que nuestro querido gen ya no
se encuentra en las plantas transformadas, pero sí en las normales.
También comprobamos qué diferencias se observan en los niveles de
producción de compuestos relacionados con la defensa, ya que esa
alteración puede provocar que las plantas sean más o menos resistentes, e
identificamos qué está ocurriendo con las moléculas nombradas más
arriba, el Ácido Gentísico y el Ácido Salicílico.
El objetivo principal de este proyecto es conocer más acerca
del sistema defensivo de las plantas y poder contribuir a la obtención
de plantas que sean más resistentes, como si fuesen capaces de rebelarse
ante cualquier patógeno.
Fuente:
NAUKAS