El idioma que hablamos determina quiénes somos y cómo vemos el mundo
¿Qué relación tienen nuestro idioma y nuestra personalidad? ¿Podría nuestro lenguaje influenciar la manera en la que percibimos la realidad?
De alguna manera solemos creer que nuestra personalidad es algo
fijado, que forma parte de nosotros independientemente de muchos
factores que no tenemos en cuenta. Sin embargo, circunstancias como el idioma que hablamos afectan la construcción de nuestra personalidad y la manera como funciona nuestro cerebro.
Entre otras cosas, sabemos que el lenguaje afecta nuestra percepción
de los colores. La tribu Himba, del norte de Namibia, usa la palabra
"serandu" para categorizar los colores que en castellano incluyen el
rojo, el naranja y el rosa. Del mismo modo, usan "zoozu" para una serie
de colores oscuros que normalmente diferenciamos como azul oscuro, verde
oscuro, café oscuro, púrpura oscuro, rojo oscuro y negro. En un
estudio, se encontró que, mientras que tenían mucha dificultad para
diferenciar ciertos tonos de azul que los angloparlantes diferenciaban
con facilidad, por otra parte distinguían rápidamente tonos de verde que en el mundo occidental vemos como idénticos.
En Japón, la luz "verde" del semáforo es llamada luz azul,
y esto se origina en tiempos antiguos, cuando el japonés sólo tenía una
palabra (ao) para "azul" y "verde". Un estudio de 1969 determinó que
esto dependía de la evolución de los lenguajes: si un idioma tiene sólo
dos vocablos para determinar colores, habrá uno para "oscuro" y uno para
"claro" (blanco y negro). Si añades un tercer color, será rojo. Si añades un cuarto, será verde o amarillo:
sólo podrás tener ambos si tienes cinco palabras. Es sólo una vez que
llegas a seis colores, cuando surge una palabra que divide el verde en
dos, y así aparece el azul. Lo interesante, pues, es que en
aquellos idiomas que no tienen, por ejemplo, una palabra para el azul,
es mucho más difícil para sus hablantes diferenciar el azul del verde
aunque lo tengan ante sus ojos.