—Papá... ¿para qué valen las matemáticas?
—Las matemáticas lo son todo, hija. Desde el primer paso que das por la mañana mirando la fecha en tu calendario, hasta que te acuestas y pones el despertador. Están en el dinero que manejas para comprar regaliz, en las recetas que hacemos en la cocina, en la música que escuchas, en las búsquedas que haces con Google, en el aleteo de tu pez Beta, en la formas de los copos de nieve y del brócoli que tanto odias... ¡En todo!
Dice John Allen Paulos, un matemático divulgador, que a la hora de pagar la cuenta en un restaurante siempre se invita al ‘amigo de ciencias’ que haga las cuentas. Sin embargo, es ridículo que el amigo de ciencias haya invitado antes a ‘leer’ la misma carta a los ‘amigos de letras’. Como si las matemáticas fueran una especialidad disociada de la cultura general. Este es un ejemplo perfecto del anumerismo o analfabetismo matemático de la sociedad actual.
Peter Hilton -otro anglosajón al que le gustaban tanto las matemáticas que dedicó su vida a los números- decía que en la mayoría de las escuelas se enseña a ser calculadoras, no a proyectar la capacidad lógica y de congruencia que ofrece el cálculo matemático en la experiencia real de vida. Por eso la mayoría de los niños no lo veis útil. Una utopía que ha desarrollado un odio universal por la rama científica más abstracta desde los 5 años.
El anumerismo se cuece al ritmo del papagayo recitando la tablas del 9, una forma antinatural de aprender matemáticas. Las matemáticas tienen y deben enseñar a razonar, nunca a memorizar...
—Papá... es que aprenderse de memoria la tabla del 9 no es nada divertido. Prefiero asignaturas como Conocimiento del Medio.
—No es nada divertido porque no te lo hacen divertido. Tú tienes una memoria prodigiosa y no te cuesta casi nada. Pero la memoria es el atajo didáctico del profesor mediocre. Habrá niños que tarden tres veces lo que tú, y lo peor: ese tiempo que tú pierdes esperando, lo dedicas a odiar las matemáticas. No es lo mismo memorizar la tabla del 9 que aprenderse la tabla del único número que si le das la vuelta vale menos… ¿Entiendes?
— Sí
Otro ejemplo. ¿Sabes que la tabla del nueve la llevas en tus manos? Abre las palmas hacia abajo. El meñique de tu mano izquierda es el 1 y el meñique de la mano derecha equivaldría al 10.
—¿Entendido?...
— Sí
—Ahora vamos a multiplicar. 9 x 1: Bajas el primer meñique ¿Cuántos dedos te quedan la derecha de este?
— 9
—¡Correcto! Ahora 9 por 2. Baja el dedo anular ¿Cuántos dedos te quedan a la izquierda?
— 1
— ¿Y a la derecha?
— 8
— Ya lo tienes. 18… lo mismo con el resto
— ¡Guauuu!
— Nunca olvidarás la tabla del 9 con este truco… aunque hay otros ¿Son divertidas las matemáticas o no?
— Ya, pero las matemáticas son más que la tabla del 9.
— ¡Claro! Están por todas partes. ¿Sabías que la música es 100% matemáticas?
— ¿Por eso cantamos la tabla del 7?
— Jaja, sí y no. La música es ritmo y el ritmo es matemáticas. Ese ritmo te ayuda a memorizar la tabla porque es mucho más fácil recordar una canción que una serie numérica. Pero, en realidad, es lo mismo. Al final nuestro cerebro procesa la serie numérica.
Como decía Leibniz -otro viejo matemático- la música es "un ejercicio inconsciente en la Aritmética". Pero fue hace mucho, mucho más tiempo... cuando el primer matemático (puro) de la historia descubrió que las notas musicales tienen una relación numérica. Se llamaba Pitágoras y sus discípulos -los pitagóricos- pensaban que la matemática podía explicar todo el universo.
Pitágoras hizo el siguiente experimento: Cogió una cuerda y la tensó atándola a dos puntos. Al tocar la cuerda producía un sonido y una vibración, pero si acortaba la cuerda producía un sonido distinto, más agudo. Él fue capaz de descubrir la relación entre la longitud de la cuerda y las notas musicales. La octava tenía una proporción de cuerda de 2 a 1. Justo la mitad. Te lo puede explicar mejor tu antiguo amigo el Pato Donald.
— ¿Me cuentas más trucos de matemáticas para enseñarlos en el cole?
— No hay trucos, sí reglas o diferentes estilos de aprendizaje ¿Sabes cómo enseñan a multiplicar a los niños japoneses?
— ¡Cuenta!
— Te he contado que la música es matemática pura... pero también la geometría. Mira el siguiente dibujo. Para multiplicar 13 x 12 tú piensas en números, los separas y aislas para facilitar la operación con las cálculos menores que ya te has aprendido de memoria antes. Pero ¿y si te dijera que las tablas no hacen falta?
— ¿En serio?
— Multiplicar no es más que contar muy rápido. Y hay atajos gráficos para ello. Contemos las intersecciones que provocan la representación gráfica de un número.
— ¡Qué fácil!
— Aquí te enseñan el método completo.
Hay un error pedagógico de base en la mayoría de los colegios. Tan importante es enseñar matemáticas como aplicar los conceptos en la vida cotidiana y así no perder la atención de vosotros, los alumnos. La motivación será siempre mayor si le encuentran funcionalidad en su contexto inmediato.
— ¿Qué imagen se te viene a la cabeza cuando piensas en fracciones?
— Números encima de otros
— Cuando solo pienses en pizza, habrás asimilado bien las fracciones. Incluso las matemáticas sirven para ligar ¿Lo sabías?
—¿Cómo?
—Sí, mira. Hace poco un joven matemático llamado Chris McKinlay que no conseguía pareja (debía estar todo el día en casa con el ordenador) decidió utilizar fórmulas matemáticas para encontrar a su media naranja.
—¿Pero cómo?
— Bueno, hizo un poco de trampa pero usó sus conocimientos. Se metió dentro de una web para buscar pareja y creó muchas cuentas que respondían automáticamente a todas las preguntas que hacían los perfiles femeninos. Estas web solo te dejan ver los perfiles que responden las mismas preguntas que el tuyo. Como él respondió todas, tuvo más de seis millones de perfiles distintos que analizó más tarde y así supo cuáles eran las inquietudes más parecidas a las suyas. Encontró a una chica de 28 años que hoy sigue siendo su novia.
— Papá… tengo ganas de ir mañana al colegio.