Los estudios del genoma
neandertal revelan que el dibujo clásico que muestra la evolución de
distintos homínidos en fila india, dista bastante de cómo devino la
especia humana.
A partir de una falange de neandertal hallada en 2010 y que
corresponde al cuarto o quinto dedo del pie de una mujer adulta que
vivió hace al menos 50.000 años, se hicieron grandes descubrimientos
acerca de dónde venimos.
En un evento celebrado el pasado 18 de noviembre en la Real Sociedad
de Londres, se presentó un estudio de la secuencia de los genomas de
los antiguos humanos que reveló que el homo sapiens no sólo tuvo
encuentros sexuales con los neandertales y con un linaje poco conocido
llamado denisovanos, sino también con un grupo desconocido que habitó
Asia hace más de 30 000 años.
En palabras de Mark Thomas, genetista evolucionario del Colegio
Universitario de Londres (que no participó en el estudio pero que sí
asistió al evento), “nos hace suponer un mundo similar al que se
describe en el “Señor de los Anillos”, en donde cohabitaban varias
poblaciones de homínidos”.
En el Pleistoceno tardío, Eurasia estaba habitada por al menos cuatro
especies humanas diferentes: sapiens, neandertales, un grupo poco
conocido llamado denisovanos y una cuarta población aún por determinar.
El nuevo estudio se ha elaborado a partir de una falange de
neandertal hallada en 2010 y que corresponde al cuarto o quinto dedo del
pie de una mujer adulta que vivió hace al menos 50.000 años en la cueva
de Denisova, situada en las montañas de Altai al sur de Siberia
(Rusia).
Según los paleoantropólogos, los restos descubiertos allí indican que
fue una vivienda muy popular, habitada en diferentes momentos por
sapiens, neandertales y un tercer grupo hallado por primera vez en 2008 y
que recibió su nombre de la cueva. El pasado año, científicos del
Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania),
con su director Svante Pääbo a la cabeza, secuenciaron el genoma de los
denisovanos a partir del hueso de un dedo de una mujer joven que vivió
en la cueva hace unos 40.000 años.
Pääbo, que en 2010 dirigió también el proyecto del primer genoma
neandertal, ha liderado ahora un equipo internacional de científicos en
el análisis del ADN del nuevo hueso para obtener una secuencia en alta
resolución de los genes de esta especie. Los resultados revelan que la
propietaria de aquel dedo del pie era fruto de una unión consanguínea.
“Hicimos simulaciones de varios escenarios de endogamia y descubrimos
que los padres de este individuo neandertal eran medio hermanos de una
misma madre, o dobles primos carnales, o tío y sobrina, tía y sobrino,
abuelo y nieta, o abuela y nieto”, detalla el coautor del estudio
Montgomery Slatkin, de la Universidad de California en Berkeley (EE.
UU.). Según los investigadores, esta endogamia parece haber sido algo
frecuente en los neandertales y denisovanos, tal vez debido al pequeño
tamaño de sus poblaciones.
Los científicos han comparado la secuencia con la de los denisovanos,
con otro ADN neandertal procedente de la región del Cáucaso y con los
genomas de 25 humanos modernos, descubriendo una serie de huellas
genéticas que revelan un cierto entrecruzamiento de estas especies a lo
largo del tiempo. La secuencia demuestra que los neandertales estaban
estrechamente emparentados con los denisovanos, con quienes compartieron
un ancestro común hace unos 450.000 años. Este, a su vez, se separó del
linaje de los humanos modernos entre 550.000 y 765.000 años atrás.
A diferencia de lo que nos enseñaron en el colegio, todos los humanos
modernos le debemos cerca de un 2% de nuestro genoma a los
neandertales. Algunas poblaciones de Oceanía como Papúa Nueva Guinea y
los aborígenes australianos, comparten cerca del 4% de su ADN con los
denisovanos. Y por razones que aún desconocemos sólo ha sobrevivido los
homo sapiens.
Los autores subrayan que aún no se conoce durante cuánto tiempo estas
cuatro especies humanas llegaron a coexistir, ya que la posible franja
temporal de entrecruzamientos abarca desde hace 12.000 años hasta hace
126.000.
Los genetistas Ewan Birney y Jonathan Pritchard, sugieren que "en el
Pleistoceno tardío, Eurasia era un lugar interesante para ser un
hominino, con individuos de al menos cuatro grupos separados viviendo,
conociéndose y ocasionalmente manteniendo relaciones sexuales”.
Fuente:
Diario Registrado