

Tras una serie de investigaciones, Landsteiner descubrió lo que a día de hoy se conoce como sistema ABO, en 1901. Seguramente hayas escuchado alguna vez a alguien decir que su grupo sanguíneo es A+, B-, O+ o algo por el estilo. El origen de esa clasificación (que como ahora veremos es utilísima) tiene su origen en este médico austríaco.
Antes debemos darle un repaso a la composición de la sangre. Nuestra sangre está formada mayoritariamente (en un 78%) por una sustancia amarillenta y transparente, el plasma. En el plasma hay disueltos numerosos nutrientes (carbohidratos, vitaminas, grasa), gases (nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono), materia de desecho (ácido úrico, sales), hormonas, y una lista interminable de sustancias. También hay flotando una serie de células, que podemos dividir en tres grupos: glóbulos rojos, glóbulos blancos, y plaquetas. Las plaquetas son las que hacen que la sangre se coagule, para cerrar heridas, por ejemplo. Los glóbulos blancos (hay varios tipos diferentes) se encargan de mantener limpio de intrusos nuestro organismo. Y los glóbulos rojos, que son los que confieren a la sangre su color característico, llevan oxígeno desde los pulmones a los tejidos, para posteriormente llevar el dióxido de carbono de los tejidos a los pulmones, cerrando así el ciclo. A la izquierda podemos ver un tubo de sangre que ha sido centrifugada. La capa amarilla es el plasma, la roja oscura son los glóbulos rojos, y esa pequeña franja marrón entre ambas, las plaquetas y los leucocitos.
Lo que Landsteiner descubrió es que los glóbulos rojos tienen una serie de sustancias en su superficie llamadas antígenos. Hay dos tipos diferentes de antígenos: A y B.
Estas sustancias funcionan como tarjetas de identificación. Si tú produces glóbulos rojos con antígenos A, tu organismo funcionará correctamente siempre y cuando todos tus glóbulos rojos sean del tipo A. Si por cualquier motivo apareciesen en tu organismo glóbulos rojos cuyos antígenos son del tipo B, tu cuerpo intentaría destruirlos. Básicamente, cualquier organismo intenta destruir antígenos diferentes a los que él produce. Del mismo modo, una persona con sangre del tipo B no aceptará glóbulos del tipo A, ya que su cuerpo reaccionaría violentamente.
Pero eso no es todo. Resulta que, además, hay dos casos especiales. Hay gente cuyos glóbulos no producen ninguna de estas sustancias, ni A, ni B. Decimos entonces que el grupo sanguíneo de esa persona es O (letra O, aunque hay quien usa el número cero). Una persona con grupo O no producirá ningún antígeno, y por tanto reaccionará negativamente al recibir cualquiera de los dos. Por otro lado, hay personas que, no contentas con un un antígeno, tienen los dos: producen antígenos A y antígenos B.
En resumen: los posibles grupos sanguíneos que tenemos son A, B, AB y O. Podemos empezar a sacar conclusiones. Sabemos que tanto A como B están en igualdad de condiciones. También sabemos que, de entrada, la gente con grupo O estará desfavorecida, pues la presencia de cualquier antígeno les hará empeorar. Y en el lado contrario, la gente con grupo AB se verá beneficiada, pues su organismo reconoce ambos antígenos y no reaccionará desfavorablemente.
Pero, ¿qué es ese signo que se suele añadir tras la letra?
Landsteiner descubrió más tarde algo que haría el sistema ligeramente más complejo. Mientras investigaba con macacos Rhesus, descubrió que hay una proteína que también entra en juego, y que se encuentra en la superficie de los glóbulos rojos. De nuevo, nos podemos encontrar con dos casos diferentes: puede ser que una persona produzca esa proteína (en cuyo caso diremos que tiene un factor Rh positivo) o que no lo haga (y entonces, tendrá un factor Rh negativo). Las letras Rh vienen del nombre científico de los monos con los que Landsteiner estaba trabajando cuando hizo el descubrimiento. Ahora nos encontramos con la siguiente situación. Hay gente que produce determinada proteína, y por tanto, su cuerpo la reconoce. Esa gente podrá recibir sangre con esa proteína o sin ella. Sin embargo, la gente que no la produce de forma innata, no tendrá capacidad para reconocer esa proteína en una transfusión, así que su organismo reaccionará en caso de recibirla. Suena bastante complicado, así que, para no tener que estar pensando en los pros y los contras de cada transfusión, los científicos elaboraron una tabla en cuanto se hizo el descubrimiento:

Vamos a intentar desmigar un caso en particular para entender de qué va todo esto. Yo, por ejemplo, soy AB-. Esto quiere decir que:
- Mis glóbulos rojos tienen antígenos A, y antígenos B.
- No produzco determinada proteína, así que mi factor Rh es negativo
Dicho esto vamos a averiguar a quién puedo darle mi sangre. De entrada, no puedo donar a nadie que sea A, ni que sea B. Ambos se sentirían mal al recibir los dos antígenos. Tampoco puedo donar a alguien que sea O, pues su cuerpo tendría que enfrentarse a dos sustancias desconocidas y acabaría mal. Así que sólo podría donarle a otros AB. Ahora entra en juego el factor Rh. Yo no produzco la proteína, así que podría donar a alguien que sí la produjese sin que pasase nada raro. También podría donar a alguien que no. En resumen, puedo donar a gente con grupo sanguíneo AB+ o AB-.
Ahora averigüemos quién me puede donar a mí. Como tengo antígenos A y B, no tendría problema en aceptar sangre de grupo sanguíneo A, B, o AB. Tampoco O, pues recordemos, el grupo O es el que no produce ninguna. Las cosas pintan bien: puedo recibir, de momento, de todo el mundo. Si consideramos el factor Rh, las cosas empeoran bastante. Como no produzco determinada proteína, si alguien que sí la produce me donase sangre, mi cuerpo reaccionaría mal. Así que sólo puedo recibir sangre de gente que no la produzca. En resumen, puedo recibir sangre de cualquiera, siempre que tenga un factor Rh negativo: A-, B-, AB- y O-.
Hay dos casos que podríamos llamar destacables. La gente que es AB+ puede recibir sangre de cualquiera: son receptores universales. Por otro lado, la gente cuyo grupo es O- puede donar a todo el mundo: son donantes universales. Por este motivo, los O- son tan apreciados en las clínicas de donación de sangre.
Ni que decir tiene que al señor Landsteiner le dieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, en el año 1930. Dejó tras de sí un cuerpo de conocimientos de inestimable valor, habiendo salvado también un número incalculable de vidas.
Nuestro protagonista, además de estudiar los grupos sanguíneos, también descubrió el poliovirus (el agente causante de la poliomielitis). Vivió una temporada en los Países Bajos, y consiguió la nacionalidad estadounidense en 1929. Posteriormente, se dedicó a investigar en Nueva York. El día 22 de junio de 1943 sufrió un ataque al corazón, que hizo necesario su ingreso en el hospital en el que tanto había hecho por la ciencia. Murió dos días después, el 24 de junio de 1943. Siempre fue una persona enérgica, e hizo observaciones en numerosos campos del conocimiento. También era de carácter pesimista, y prefería la soledad a la compañía. Murió, según se cuenta, "pipeta en mano", entregado a su trabajo hasta donde sus fuerzas le dejaron. Hasta el año 2002, los austriacos los recordaban cada vez que tenían en sus manos un billete de mil chelines, en el cual aparecía trabajando en su laboratorio. Sin duda se podría decir mucho más de la vida de este hombre, pero bastante larga me está quedando ya la entrada. Si queréis seguir leyendo, podéis visitar los enlaces de la bibliografía para aprender más sobre su vida y sus descubrimientos.
Ya va siendo hora de acabar.
Desde que ese cazador se despeñase por una ladera rocosa, hemos aprendido, como dije al principio, un par de cosas sobre el tema. A día de hoy sabemos quién puede donar sangre a quién. Tenemos técnicas para extraer, conservar, almacenar, separar e inyectar sangre, suero, plasma, plaquetas, y prácticamente cualquier cosa. Y lo más importante, tenemos vastos sistemas de donaciones, a los que la gente acude en masa a regalar, de la forma más altruista posible, lo más personal que tiene: su sangre.
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