Aunque los deudos o parientes del
fallecido sientan una gran pena, la ceremonia del velorio no siempre es
una experiencia dolorosa. En muchas provincias de la República Mexicana
se acostumbra que los dolientes preparen tamales, mole y atole para
convidar a los asistentes. Entre rezos y lágrimas se toman sorbitos de
café con "piquete" o licor, que entonan el ánimo. Muchas veces se juega a
las cartas o se cuentan chistes "verdes".
Estas peculiares costumbres parecieran contradecir el ánimo luctuoso
que necesariamente reina en un velorio, pero en México no sucede así.
Hay un viejo dicho que reza: "El muerto al hoyo y el vivo al pollo". No
es que carezca de importancia el deceso de un ser querido, más bien se
trata de una extraña mezcla del instinto de supervivencia y la tradición
folklórica. La antigua creencia de que existe otra vida "más allá" deja
esperanzados a los deudos con la idea de que pronto volverán a
encontrarse.
Los velorios pueden ser ceremonias muy tristes y dolorosas, en
especial si el muerto es un niño, pero aun cuando se está rezando por su
alma, puede oírse la gritería de los compañeritos del fallecido que
juegan en el patio.
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