Si nuestros padres solo escucharon música con el vinilo, los hijos
hemos pasado por el elepé, la cinta de casete, el CD, el DVD y, ahora,
por la nube. El periodo acelerado de la historia tecnológica lo
es aún más en el mundo de las telecomunicaciones y, particularmente, el
telefónico. Hace tan solo tres décadas que llevar un móvil era
considerado un símbolo de pijismo y de aparentar. Parte de eso había,
pues, con aquellos móviles —llamados así por la ausencia de cordón no
por su ligereza— y aquellas redes, el aparato no resultaba muy útil. Sin
embargo, en poco más de una década, el número de móviles en España
superó al de su población. Se había convertido en un artículo de primera
necesidad.
El fenómeno se repitió con el teléfono móvil y además inteligente, el smartphone. Cuando en junio de 2007, Steve Jobs presentó el iPhone no solo impulsó a su empresa, Apple, a cifras estratosféricas, también cambió la forma de comunicarse de la humanidad.
Jobs no fue, por supuesto, el inventor del smartphone, ni solo a él hay que atribuirle todo el mérito, pero sí desencadenó tal competencia en fabricantes y operadoras que favoreció la bajada de precios. Si, nuevamente, en un principio, el móvil inteligente se analizó como artículo de lujo, hoy, seis años después, es un accesorio básico en Manhattan y en Calcuta. En las expediciones extremas al Everest o en el mercado de cabras de la sabana keniana.
E ste año, por primera vez, se venderán en el mundo más smartphones que móviles básicos. Y no será gracias a los consumidores de Estados Unidos o de Europa, sino a latinoamericanos y asiáticos (India y China), principalmente. Pero para ello tuvo que aparecer Google, que regaló a los fabricantes Android, un software, un sistema operativo adaptable a cualquier teléfono. Sin Android, los precios no hubieran caído tanto, pues el dominio de Apple le hubiera permitido seguir marcando precios y hasta tarifas. Ahora, para cerrar el círculo de smartphone al alcance de todos, será Apple quien también comience a fabricar smartphones básicos.
El fenómeno se repitió con el teléfono móvil y además inteligente, el smartphone. Cuando en junio de 2007, Steve Jobs presentó el iPhone no solo impulsó a su empresa, Apple, a cifras estratosféricas, también cambió la forma de comunicarse de la humanidad.
Jobs no fue, por supuesto, el inventor del smartphone, ni solo a él hay que atribuirle todo el mérito, pero sí desencadenó tal competencia en fabricantes y operadoras que favoreció la bajada de precios. Si, nuevamente, en un principio, el móvil inteligente se analizó como artículo de lujo, hoy, seis años después, es un accesorio básico en Manhattan y en Calcuta. En las expediciones extremas al Everest o en el mercado de cabras de la sabana keniana.
E ste año, por primera vez, se venderán en el mundo más smartphones que móviles básicos. Y no será gracias a los consumidores de Estados Unidos o de Europa, sino a latinoamericanos y asiáticos (India y China), principalmente. Pero para ello tuvo que aparecer Google, que regaló a los fabricantes Android, un software, un sistema operativo adaptable a cualquier teléfono. Sin Android, los precios no hubieran caído tanto, pues el dominio de Apple le hubiera permitido seguir marcando precios y hasta tarifas. Ahora, para cerrar el círculo de smartphone al alcance de todos, será Apple quien también comience a fabricar smartphones básicos.
Tomado de: