Es cosa sabida que cuánto más se sumerge un submarinista, cuanta más
profundidad alcanza, mayor es la presión que siente sobre su cuerpo.
Si la presión del aire a nivel de mar se toma como unidad, es decir,
la llamamos una atmósfera; cada 10 metros que el submarinista se
sumerja, la presión hidrostática aumentará una atmósfera. Por ejemplo,
si desciende a una profundidad de 30 m estará sometido a una presión de 4
atmósferas.
A grandes profundidades los pulmones se comprimen y se reduce su
volumen. Y si los pulmones han llegado a su mínimo y ya no se pueden
comprimir más, la sangre sale de los vasos sanguíneos e inunda los
pulmones formando un edema.
En fin, que si sigue bajando más la palma.
Pero más allá de los 1000 m de profundidad, mas allá de los 2000m
(con una presión de más de 200 atmósferas) y hasta los 6000 m, nos
encontramos con unos peces llamados abisales, por ser así llamada la
franja de profundidad oceánica que ocupan.
Pero ellos no mueren aplastados, obviamente están adaptados a su entorno. Pero… ¿cómo?
La mayoría de peces abisales son pequeños para ofrecer poca
superficie corporal y poseen cuerpos blandos y huesos (espinas)
pequeños. Y no tienen oquedades que se puedan rellenas con ningún tipo
de gas, como podría ser el caso de una vejiga natatoria.
En realidad sus tejidos están repletos de grandes cantidades de agua a
la misma presión que la del entorno.
Por eso, por esa igualdad de
presión interior/exterior, no mueren aplastados.
Nota sabionda: Otra característica definitoria de
estos peces es que generan su propia luz. Este fenomeno llamado
bioluminiscencia lo consigen gracias a colonias de bacterias que
desprenden luminosidad.
Nota sabionda: Los peces dragón pueden generar luz
roja y luz azul. La luz azul la utilizan para atraer a sus víctimas y la
luz roja, que solo puede ser vista por los de su especie, la utilizan
para rastrear presas sin miedo a ser detectados por sus depredadores.
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