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24 de octubre de 2012

Una variante genética contra el arsénico sugiere que la evolución humana continúa

Científicos descubren que poblaciones de los Andes han adaptado su ADN para resistir los altos niveles de este veneno en el agua potable de la zona.

La adaptación humana es sensible al contexto, sugiere una investigación realizada por científicos suecos. Los resultados de este estudio han revelado la prevalencia de una variante genética que metaboliza el arsénico de forma más eficiente y menos tóxica, en poblaciones de los Andes que durante miles de años han consumido agua potable con altos niveles de este veneno. El descubrimiento señala que la evolución humana sigue adelante, afirman los investigadores. 


Los investigadores examinaron los genes de indios atacameños de San Antonio de los Cobres, en Argentina. Fuente: Wikimedia Commons.
 
Los investigadores examinaron los genes de indios atacameños de San Antonio de los Cobres, en Argentina. Fuente: Wikimedia Commons.
 
Estudios realizados en poblaciones de aldeas argentinas de los Andes, concretamente en una región donde el agua contiene elevadas cantidades de arsénico, han revelado la prevalencia de una variante genética que metaboliza el arsénico de forma más eficiente y menos tóxica, en comparación con individuos de otros grupos indígenas de Sudamérica y América Central.

Bajo la dirección de la
Universidad de Lund y la Universidad de Uppsala, en Suecia, los investigadores estudiaron por primera vez si las personas que habitan en determinadas zonas presentan genes que les protegen del arsénico.

Este estudio, publicado en la revista
Environmental Health Perspectives, fue financiado en parte mediante el proyecto PHIME (“Impacto en la salud pública de la exposición a largo plazo a concentraciones bajas de elementos variados en estratos sensibles de la población”), al que se adjudicó un total de 13,4 millones de euros a través del área temática “Calidad y seguridad de los alimentos” del Sexto Programa Marco (6PM) de la UE.
 
Miles de años de preparación

“Sabemos que muchas bacterias y plantas poseen genes que aumentan la resistencia al arsénico, una sustancia altamente tóxica que se encuentra en la tierra y en el agua en muchos lugares del mundo», explica la profesora Karin Broberg, de la Universidad de Lund.

“No se han realizado investigaciones con anterioridad sobre si las personas que habitan en estas regiones también poseen genes que les protejan contra el arsénico”.


En estudios previos se halló un vínculo entre los niveles elevados de arsénico en el agua de beber y problemas de salud como cardiopatías y diabetes, así como una mayor morbilidad infantil y riesgo de desarrollar cáncer.


Según publica
Cordis, esta conexión se detectó recientemente en algunas regiones del mundo, como en Bangladesh. Sin embargo, en los Andes, el agua contiene arsénico desde hace miles de años, debido principalmente a las elevadas concentraciones de esta sustancia tóxica presentes en el lecho rocoso y también a la actividad minera que data de la época precolonial.

Anteriormente se habían descubierto momias de 7.000 años de antigüedad en el norte de Chile que contenían niveles elevados de arsénico en el cabello y en los órganos internos.


En el estudio referido, los investigadores examinaron los genes de indios atacameños de San Antonio de los Cobres, Argentina, que llevaban viviendo en el lugar durante muchas generaciones. Compararon sus genes con los de distintos grupos indígenas y mestizos de Perú y con grupos indígenas de Colombia y México.

Adaptación sensible al contexto

Según los investigadores, más del 66 % de los individuos argentinos estudiados portaban una variante genética que acelera el metabolismo del arsénico, frente al 50 % de los individuos peruanos y apenas el 14 % de los individuos pertenecientes a otros grupos indígenas.


“Se observó que las personas que viven en las regiones montañosas de Argentina metabolizaban el arsénico de una forma inusualmente eficiente”, afirma la profesora Broberg, especialista en medicina del trabajo y medioambiental. “Esto significa que la toxina abandona el organismo de forma más rápida y menos tóxica en lugar de acumularse en el tejido”.


La revista
ScienceOmega publica que los resultados de este estudio demuestran que la evolución sigue teniendo importancia en la humanidad moderna.

En esta misma revista, Broberg afirma que el hecho de que la población analizada haya llegado a metabolizar de manera más efectiva este tóxico supone, además, que la adaptación (biológica) es sensible al contexto.


En cuanto a la evolución en marcha del ser humano, las conclusiones de este estudio coinciden en parte con las alcanzadas por una
investigación realizada con los registros de 6.000 personas finlandesas nacidas entre 1760 y 1849, en la que se determinó que la selección natural sigue teniendo lugar en nuestra especie y que por lo tanto la humanidad continúa evolucionando, al igual que las demás especies.

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