Las expectativas determinan el nivel de satisfacción de los deportistas de élite con sus logros durante los Juegos Olímpicos.
Las
tres medallistas de la final de barra de equilibrio lucen sus metales.
La china Lu Sui, todavía llorosa, no muestra su plata. / london2012.com
El acervo popular asegura que los medallistas de bronce son más
felices que los que logran la plata porque mientras que estos se
comparan con el ganador, los terceros se consuelan comparándose con el
cuarto, que no obtuvo metal. Este razonamiento se corroboró gracias a
los resultados de un estudio de 1995
en el que los investigadores mostraron el rostro de los deportistas que
quedaron segundos y terceros en las olimpiadas de Barcelona 1992: el
bronce, paradójicamente, era más feliz que la plata.
Es cierto? ¿Cómo funciona este mecanismo? Una investigación reciente
ha sido capaz de desentrañar las auténticas complejidades de esta
teoría, cuyos resultados van más allá de un simple “mejor bronce que
nada”. La élite olímpica refleja después de cada prueba en sus caras que
la felicidad se basa en buena medida en las expectativas que cada uno
se crea, según el análisis realizado por investigadores de las universidades de Boulder y Berkeley que publica la revista Journal of Experimental Social Psychology.
Los aficionados a la gimnasia pudieron asistir el pasado 7 de agosto a
un episodio que ilustra a la perfección cómo funciona el mecanismo del
que hablan estas investigaciones de psicología deportiva. La china Lu
Sui lloraba desconsolada
con su plata en la barra de equilibrio mientras la estadounidense
Alexandra Raissman lucía encantada su bronce. Las lágrimas de Sui no
eran por envidia de la ganadora y la sonrisa de Raissman van más allá
del alivio de haber alcanzado el podio.
En el estudio de 1995 de Victoria Medvec, los investigadores
mostraron grabaciones de los medallistas de plata y bronce a un grupo de
estudiantes que no supieran nada de deportes tras finalizar su prueba,
durante las entrevistas posteriores y subidos en el podio. Sin conocer
su posición, el grupo puntuó el grado de felicidad de los atletas. El
resultado: los terceros aparentaban ser sensiblemente más felices que
los segundos.
Los medallistas de plata están eufóricos excepto cuando esperan el oro. Los medallistas de bronce están contentos salvo cuando sus expectativas eran más altas
El caso de la china Sui
muestra, en cambio, que las cosas no son tan sencillas y cumple punto
por punto con los resultados del trabajo de Boulder y Berkeley. Sui venía de ganar el oro
en la prueba de barra de equilibrio en los Mundiales de Tokio del año
pasado y esperaba alzarse también al escalón más alto de Londres. La
decepción con respecto a su expectativa fue demasiado grande.
Esa caída -que se produjo en su cabeza- de tan solo un escalón, del
primero al segundo, fue como despeñarse por un precipicio para esta
joven de 20 años.
“Los medallistas de plata están eufóricos excepto cuando esperan el
oro. Los medallistas de bronce están contentos salvo cuando sus
expectativas eran más altas”, concluyen en el estudio. Es más, un
observador ajeno “incluso cree que los medallistas de bronce que
superaron sus expectativas son más felices que los medallistas de plata
que simplemente estuvieron a la altura de sus expectativas”.
El problema de Sui se agravaba por el hecho de que todos sus
esfuerzos y esperanzas se concentraban en ese aparato, la barra, después
de que China fracasara en la actuación de como equipo. Precisamente por
culpa de la caída de la barra de una compañera, Linlin Deng, China se
quedó fuera del podio. Deng, paradójicamente, fue la ganadora del oro por delante de Sui en este aparato.
Sin embargo, la norteamericana Raissman llegó a esa prueba tras ganar el oro con su equipo y aún
le esperaba la posibilidad de ganar el oro en su entorno favorito, la
prueba de suelo. Además, la puntuación de los jueces la situaron
originalmente en cuarta posición: sólo alcanzó el bronce tras una reclamación exitosa.
La expectativa real de quedar cuarta se transformó en alegría por el
bronce, y no solo el llamado pensamiento contrafactual: “Al menos…”.
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La bielorrusa Aliaksandra Herasimenia mira con gesto contenido su medalla de plata de los 50 metros lisos de natación. / london2012.com
Los investigadores quisieron ir más allá de los resultados de 1995.
Para ello, reprodujeron los test de Medvec pero incluyendo las
reacciones del primero y el cuarto de cada prueba. La puntuación
obtenida por platas y bronces resultó ser bastante pareja. Además, se
incluyó en el estudio un examen de aptitud verbal en la que se
recompensaba a los participantes según sus resultados. Aunque la
diferencia era mínima (7, 3, 2 y 0dólares), la decepción de los que
quedaban segundos era manifiesta si se les había hecho creer que
ganarían y la alegría de los que ganaban 2 dólares aumentaba si
previamente pensaban que no ganarían nada.
“Los resultados demuestran los poderosos efectos de las expectativas
sobre la felicidad humana. Los deportistas olímpicos también son seres
humanos, con expectativas acerca de cuál será su rendimiento más
probable. Comparan lo que logran con lo que se esperaban, y estas
comparaciones pueden hacer sentir mejor a quienes obtienen resultados
inferiores que a los que logran resultados superiores”, resumen los
autores.
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