De hecho, los intestinos de las aves carecen de las típicas bacterias
productoras de gas con las que contamos los humanos y otros mamíferos
para ayudarnos a digerir la comida. Así que cuando tu loro suelte una
pedorreta, puedes estar seguro de que te está tomando el pelo, y de que
el sonido vino de arriba y no de abajo.
De lo que no están tan convencidos los científicos es de si pueden
eructar. No existe documentación alguna sobre este hecho aunque sospecho
que si alguien preparase un estudio sobre esta cuestíón acabaría
seguramente premiado con un IgNobel.
De todos modos los ornitólogos creen que si algun ave se viese en la
necesidad de liberar gas estomacal (pongamos que una oca se tragó una
lata de “Ocacola” y que esta se abrió en plena digestión) no tendría
ninguna dificultad para liberarse del exceso gaseoso a través de la
boca. Si están preparados para regurgitar su comida directamente desde
el estómago cuando alimentan a sus crías, es lógico pensar que no habría
problema con los gases.
Bonito tema para la tertulia cervecera del viernes ¿verdad?
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