Philip Tan, director del laboratorio de juegos del MIT, analiza el videojuego desde el punto de vista académico.
Philip Tan (Singapur, 1976) es director del laboratorio de videojuegos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) Su labor consiste en explorar el videojuego desde varios puntos de vista. Por un lado como fuente de riqueza para Asia, de hecho, aunque se formó en Estados Unidos, el centro que dirige está en su país. Por otro como forma de comunicación y vehículo narrativo. “Los videojuegos son buenos para incentivar ciertos procesos mentales. Son un medio de comunicación muy poderoso”. Tan marca la diferencia entre el consumo pasivo y activo de medios: “Las películas ponen en situación. Los videojuegos te hacen vivirlo, ponen el cerebro a funcionar para comprender sistemas complejos y meterse en el papel”.
La gamificación es un tendencia que promueve usar mecánicas de juego con fines no lúdicos para potenciar la motivación, el esfuerzo y la concentración. Se ha convertido en el último grito para promover la productividad en las empresas. Esta mecánica, dicho sea de paso, en muchas ocasiones tampoco se consigue en los propios videojuegos. Aún así Tan tiene puestas bastantes esperanzas: “Los humanos tenemos la capacidad de convertir en especial lo ordinario”.
Un ejemplo de cómo la dinámica de los juegos se puede aplicar es FourSquare, un servicio que mezcla las redes sociales, el móvil y la localización. “A nadie la importaba hasta que comenzaron a dar medalla, simples, sencillas, como reconocimiento por descubrir y recomendar sitios especiales”.
Ante la amenaza de gamificar todo, Tan es cauto: “creo que puede promover algunos cambios, pero no profundos y muy prolongados. Me parece últil para reforzar ideas previas, pero no para cambiar conductas de manera profunda”. También ve algunas restricciones: “El fútbol, por ejemplo, o el tenis, o cualquier juego ya establecido, sobre todo si nos referimos al deporte ya tienen en su propia concepción los aspectos que se quieren promover”.
Tras un instante de reflexión se lanza a enumerar títulos que en su opinión han hecho evolucionar la industria. No cita ni Sonic ni Mario, sino Sim City, un simulador que mezcla el urbanismo con las dotes políticas. Portal, una mezcla de rompecabezas y acción, lo destaca por su ingenio. De Dark Souls prefiere la necesidad de buscar complicidad con el personaje y saber tener paciencia. Llama la atención que solo destaca títulos basados con una lógica ‘oriental’, juegos basados en vivir una experiencia más que en llegar a una meta. Son más reflexivos, pero menos competitivos.
La industria del videojuegos se encuentra en una encrucijada. Electronic Arts, el estudio independiente más fuerte, declaró en marzo que ya ingresa más dinero de juegos en móviles y tabletas que en consolas. “No se trata de qué es mejor o peor, sino de pensar qué quiere el público. Creo que la clave está en la distribución. La gente no quiere ir a una tienda a comprar un disco o esperar a que le llegue a casa, sino la descarga al instante. Si quieren jugar solo cinco minutos, hagamos juegos de 5 minutos, hay que adaptarse a su estilo de vida”, dice Tan. En su opinión, Apple no es competencia porque “no hace juego, sino que ha creado una sistema mejor, como hizo con la música”.
La última creación de Nintendo es una consola portátil, 3DS, que permite ver imágenes en tres dimensiones sin gafas. A pesar del despligue tecnológico, cree que falla en algo. “No siempre va conmigo, solo cuando voy a convenciones. Se pensó con un uso social que solo se da en ocasiones muy concretas, hasta que no llegue a un público más amplio no mostrará todo su esplendor”, aclara. Quizá por eso, a los pocos meses de salir Nintendo recortó el precio un 40%. A pesar de esta rebaja, no termina de despegar.
De Sony, el otro gigante japonés destaca sus guiños a los contenidos generados por el usuario: “No se quedan en la parte pasiva, sino que dejan una puerta abierta a la creatividad. Sony entiende sus máquinas casi como un ordenador. Microsoft lo deja como algo reservado a los expertos”. En su opinión, esta apertura alarga la vida de los juegos y genera comunidad a su alrededor. “En este sentido Little Big Planet es una obra maestra”.
Tan ha visto cómo desde su primera experiencia en una Atari 2600 hasta hoy han evolucionado los controles. ¿Morirá el mando con botones? “Creo que no. Kinect no lo va a matar, pero sí se amplian las opciones. En Rock Band por ejemplo no aprender a tocar la guitarra, pero sí crees que eres capaz de ello. Para meterte en el papel necesitas el trozo de plástico que lo simula, es la referencia”.
En los últimos 30 años algunas empresas se han quedado en el camino. El caso más sonado fue el de SEGA. “El error fue no abrirse lo suficiente a los desarrolladores. Su última consola, Dreamcast, fue muy especial, pero no fueron capaces de competir”.
Después de relatar las bondades de los videojuegos como parte del aprendizaje surge una duda: ¿Cómo se encaja cuando se hacen trampas? “Todos las hacemos y es parte del aprendizaje también. Digamos que mientras uno no se engañe a sí mismo y sepa que lo hace está bien. Solo lo veo mal si se usa como ventaja competitiva para jugar contra alguien pero si te atascas en un sitio ¿cómo no vas a buscar la solución si te gastas 60 euros?” concluye.
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