¿Qué pasa cuando no sabemos qué hora es? ¿Y cuando no sabemos si es de día o de noche? Un hombre lo comprobó encerrándose una buena temporada bajo la tierra.
La cronopsicología es una nueva disciplina científica orientada a estudiar las relaciones entre el tiempo y la mente. Gran parte del trabajo en esta área está dedicado a los ritmos circadianos, el trabajo por turnos y el síndrome de desfase horario o jet lag. El paso del tiempo está marcado por los acontecimientos, su secuencia, duración y contenido. La percepción del mismo es hoy campo de controversia entre psicólogos y neurólogos.
En 1952, el espeleólogo y geólogo francés Michel Siffre se metió bajo tierra durante dos meses para seguir el movimiento de un glaciar a través de una caverna subterránea de hielo. Y ya que estaba pensó: “voy a hacer un pequeño experimento científico.”
Dicho y eso, acabó realizando un experimento único en el ámbito de la psicología del tiempo. Sin reloj alguno ni tampoco la luz del sol a la vista, Siffre dependía totalmente de su reloj biológico para decidir cuándo despertarse o cuándo echar una cabezada.
El único vínculo de Siffre con el mundo exterior era un teléfono que le permitía un contacto directo con un grupo de investigadores en la superficie. Siffre llamaba a su equipo cada vez que se iba a dormir y cuando despertaba, y cada tanto durante sus horas de vigilia. En ningún momento sus colegas en la superficie le daban una indicación del tiempo real. Privado de luz natural durante sesenta días en su pequeña tienda de nailon a 115 metros de profundidad, las llamadas telefónicas de Siffre demostraron que su capacidad para calcular el tiempo estaba radicalmente distorsionada.
Siffre estaba tan perdido sobre la hora que era o el tiempo que transcurría que, hacia el final del experimento, llegaba a llamar por teléfono convencido de que había pasado sólo una hora desde su llamada previa, cuando en realidad habían transcurrido varias.
Cuando fue traído nuevamente a la superficie después de dos meses, Siffre estaba seguro de que el experimento había terminado antes de lo previsto y que apenas estaba en su día trigésimo cuarto. El experimento proporcionó una llamativa ilustración de cómo la luz diurna ayuda a nuestro reloj interno a mantener un horario preciso.
Siffre le cogió el gustillo a lo de encerrarse en cuevas para estudiar el cuerpo humano, y lo estuvo haciendo los años siguientes en diferentes contextos. La última vez que se encerró, amparado con las últimas tecnologías, fue el 30 de noviembre de 1999, cuando Siffre ya contaba con 60 años. Permaneció en la cueva de Clamouse. Todos los indicadores de salud fueron seguidos directamente desde la superficie a través de un sistema informático. Abandonó la cueva el 14 de febrero del 2000, y sobre la experiencia, Siffre dijo en una entrevista:
Cuando uno está rodeado por la noche, con tan sólo una bombilla de luz, la memoria no captura el momento. Se le olvida. Después de uno o dos días, uno no recuerda lo que ha hecho un día antes. Además de eso todo es totalmente negro. Es como un largo día interminable.
A continuación podéis ver un vídeo del mismo Siffre en su estancia en la cueva de Clamouse:
Tomado de:
Xakata Ciencia